«Necesitábamos la ayuda de los salesianos con 8 años, cuando este monstruo abusaba de nosotros»

Uno de ellos explica que todo empezó cuando tenía nueve años y fue objeto de supuestos abusos por parte de este docente. En aquel momento se calló porque no era «consciente» de lo que ocurría y no le dio «una interpretación de carácter sexual». Lo entendió como «una expresión de afecto extraño», aclara. El hombre admite que había dejado «aparcada» esta historia «en un rincón de su vida» hasta que el pasado mes de diciembre un compañero de clase le explicó que también había sufrido abusos y que habían sido «hechos gravísimos». Ambos se sumaron a un tercer afectado que había contado su caso a un medio de comunicación «para darle apoyo y que no quedara como un hecho aislado».

A partir de ese momento, empezaron a contactar con otros compañeros, diez en total, de los que ocho han presentado ya denuncia, y a compartir vivencias, por lo que concluyeron que habían sufrido abusos «en distintos grados, algunos en el grado más grave». Según el denunciante y portavoz del grupo, varios «sufren secuelas, están con tratamiento de psicólogos o con medicación, les ha afectado en su vida a muchos niveles y ha conllevado problemas de todo tipo porque fueron cosas terribles».

Él admite que no se lo contó a sus padres, aunque otro alumno sí lo hizo y sus progenitores se dirigieron a la asociación de padres y madres del colegio, que a su vez habló con la dirección. El denunciante asegura que el colegio decidió «tapar el asunto» y les aconsejó no denunciarlo: «Al poco tiempo, el supuesto autor de los abusos dejó de pertenecer a la congregación. Eran tiempos de mucho oscurantismo y, en este caso concreto, el colegio lo supo y fue conocedor, no solo de los casos de violencia sexual, sino también física, palizas y malos tratos que se hacían de manera pública y notoria».

Por eso, les resultó «especialmente doloroso» el comunicado que ha emitido la congregación, en el que «pide perdón» porque «actos tan reprobables hubieran podido suceder», sin detectarse, en el centro de Deusto. «Ese condicional nos resulta terriblemente doloroso e insultante. Ellos sabían lo que sucedía y lo ocultaron a sabiendas. Son encubridores. Uno es culpable de sus actos y ellos de haberlo encubierto y tapado. ¿Ahora nos ofrecen su ayuda? Nos hubiera gustado recibir su ayuda cuando teníamos siete, ocho años, y este monstruo abusaba de nosotros de manera sistemática».

Las víctimas investigaron el paradero de su presunto agresor y aparecía como miembro colaborador del Grupo Aldekoa, entre cuyas actividades está la de organizar campamentos para niños. También figuraba entre las personas que iban a responsabilizarse del campamento de 2019. «Se nos pusieron los pelos de punta y vimos que aquello dejaba de ser una cosa del pasado. Esta persona podría seguir reincidiendo».

Por ello, decidieron poner los hechos en conocimiento de la Ertzaintza, ya que, si bien sus casos han prescrito, su testimonio «podría servir de indicio para abrir una investigación y buscar víctimas más recientes». «Es muy duro dar un paso adelante», admite, pero anima a todos los afectados a que lo hagan. «Sabemos que hay más. Que den un paso al frente, porque la sociedad tiene el derecho y la obligación de saber todas esas cosas. Si hay espacios de impunidad, tienen que ser eliminados».