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Como tantos otros sectores, la educación afronta un relevo generacional crucial. Según el Departamento de Educación, entre 2021 y 2032 más de un tercio del profesorado se jubilará. La edad media supera los 47 años. En este contexto, atraer profesorado joven se antoja fundamental. Según datos del Consejo Escolar de Euskadi, sólo el 6% de la plantilla docente de la red pública tiene menos de 30 años; en la concertada, son el 12,3%. EL CORREO ha querido sondear a las nuevas generaciones y conocer sus razones entregarse a la docencia. El futuro de la sociedad vasca está en sus manos.
Maite Sánchez Nacida en 2000
Maite Sánchez tiene 24 años y es de Lemoa. Graduada en Filología Hispánica, imparte Lengua Castellana y Literatura en 1º y 2º de Bachillerato; y Euskera en 1º y 2º de ESO en la ikastola Lauaxeta, donde estudió. Cuenta que dar clase en Bachiller tiene una parte buena y otra mala. Lo positivo es que los alumnos «tienen mucha confianza» con ella. «Me ven como alguien cercana», asegura. Pero poner límites «es complicado».
Todo el alumnado cuenta con iPad desde Primaria, y por ello «agradecen trabajar con papel y boli en clase». Detecta un «bajón» en cuanto a comprensión lectora, y le «preocupa». «Para Selectividad trabajamos artículos de opinión, pero los alumnos no ven las metáforas. Les cuesta entender todo lo que no sea literal», relata. A la hora de expresarse, «tienen problemas de cohesión, de puntuación... ¡Y las tildes! Nadie pone tildes». Su batalla personal es hacerles entender que todas estas cuestiones son fundamentales «para tener un espíritu crítico». Por ello, con los alumnos «brillantes», «lo importante es darles ejercicios de su nivel y mantener su motivación».
No ve mal que sus estudiantes recurran a Chat GPT, siempre que sea una «herramienta» y no un «sustituto» del trabajo. Lo más habitual es lo segundo. ¿Solución? «Los textos argumentativos los hacemos en clase, sin iPads ni ordenadores». En cualquier caso, asegura que se puede detectar si un trabajo se ha realizado con IA porque «Chat GPT escribe siempre igual, aunque es verdad que cada vez lo hace mejor». Esta joven se confiesa «muy contenta» con su trabajo y compañeros de claustro, donde se siente «arropada». Y, frente a las críticas habituales hacia el profesorado, se muestra tajante. «Trabajamos con personas, que es lo más difícil que hay. La Educación, es el motor de todo. Me duele que se nos juzgue tanto sin saber».
Patricia Arnal Nacida en 2001
Lo de Patricia Arnal con la enseñanza es vocacional. Proviene de una familia de maestros, y tuvo claro desde niña que quería ser profesora. A sus 23 años, es la más joven de sus compañeros en el colegio NClic de Vitoria. «Los alumnos me ven muy joven y me preguntan la edad en clase, pero prefiero no decírsela», confiesa entre risas esta vitoriana graduada en Filología Hispánica por la UPV. «Mi pasión por la escritura y el lenguaje me llevó a decidirme por esta carrera», explica. Tras realizar el máster para poder impartir clases en Secundaria, en septiembre se estrenó como profesora de Lengua Castellana, Literatura y Oratoria en 1º y 2º de ESO.
«Está siendo un gran reto pero a la vez una experiencia muy enriquecedora y un aprendizaje continuo», sostiene Patricia, que señala la participación activa como uno de sus pilares en el aula. «Intento que las clases sean interactivas mediante el uso tanto de recursos tradicionales como digitales y hacemos debates, teatros, presentaciones orales…», detalla. «Las tablets tienen ventajas y te permiten hacer la clase más interactiva, pero hay que tener cuidado porque los alumnos se distraen. Yo, por ejemplo, pido las redacciones en lápiz y papel aunque les parezca extraño», añade. Sus alumnos no utilizan libros de texto, sino tablets, y quizás por eso uno de sus objetivos es que lean en formato tradicional. Para ello ha ideado un sistema para que cada niño lleve su obra preferida, crear una especie de biblioteca y compartirla entre todos. No faltará el clásico 'Platero y yo', que ha elegido ella.
Cuestionada acerca de cómo ha evolucionado la educación más allá de la incorporación de las tecnologías, esta joven cree que «ahora se valora más el bienestar socioemocional, la atención a la diversidad y la personalización del aprendizaje», lo cual considera «un avance muy positivo». Sin embargo, considera que los profesores se enfrentan a muchos desafíos «como la carga de trabajo o la necesidad de adaptarnos constantemente a los cambios».
Ander Gastón 1999
El caso de Ander Gastón no es habitual. Quería ser ingeniero. Tal era su convicción que empezó la carrera de Ingeniería Informática, aunque pronto se dio cuenta de que no era para él. «No me convencía, no me veía en un futuro encerrado en una oficina», confiesa este joven de 24 años. Fue entonces cuando hizo caso a su intuición y se matriculó en Educación Infantil en la UPV. Había trabajado en campamentos de verano y colaborado con el grupo de tiempo libre del colegio Sagrado Corazón Carmelitas, donde estudió y donde ahora ejerce como profesor.
Desde el principio confiesa que se sintió «muy cómodo», algo a lo que ayudó un ambiente familiar y el trato del resto de las compañeras, porque sí, ellas siguen siendo mayoría en estas etapas. «Aunque en mi clase éramos bastantes chicos. Creo que eso es algo que está cambiando y cada vez está más igualado», reflexiona Gastón, que durante la conversación incide mucho en el bienestar de sus alumnos como lo más importante en el aula. «A partir de que ellos estén bien y felices es cuando podemos empezar a trabajar», desliza.
¿Y cómo se trabaja? «Por proyectos y nos centramos mucho en las actividades manipulativas», detalla. También se incide mucho en la adquisición de hábitos, en la autonomía y en los límites. Sobre el uso de dispositivos electrónicos admite que «personalmente no es algo que me haga mucha gracia». Por eso intenta limitar mucho su uso en el aula. «Tú no sabes cuando salen de aquí qué exposición a las pantallas tienen estos niños, por eso yo intento que aquí sea el mínimo. Las usamos solo para poner algún vídeo o canción y siempre durante muy poco tiempo», asegura.
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