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m. Díaz | N. Cayado | A. Lasuen | M. Artime
Martes, 20 de octubre 2020, 00:35
Durango
La preocupación se ha instalado en la asociación de comerciantes y hosteleros Durango Bai, que desde el pasado jueves palpa una fuerte reducción de su «clientela» y, sobre todo, «un bajón muy grande de personas mayores. Tienen miedo a salir de casa», señalaba ayer su ... presidente, Alex Palacios, sin ocultar el temor del sector a que les vuelvan a cerrar otros quince días. «Sería tremendo. La hostelería lo está pasando muy mal», comentaba, a la vez que lanzaba un mensaje de tranquilidad a la población. «No ha habido ningún foco en nuestros negocios, cumplimos el protocolo de seguridad», subrayaba.
El presidente de la asociación vecinal del casco viejo (DAZ) aboga por un mayor control e incluso multas, si es preciso, para que el corazón comercial de la villa siga latiendo. «Hace falta más mano dura porque no hay responsabilidad», afirmaba Jose MariArrillaga, mientras describía las escenas que ha podido presenciar desde su vivienda. Grupos numerosos «agolpados, pero sentados», en las terrazas y gente sin mascarilla. «Valientes que piensan que el coronavirus no va con ellos», lamentaba.
A la plataforma de pensionistas de la localidad le molesta la falta de información. «¿Por qué nos encontramos en alerta roja si no hay focos?» se preguntaban en su concentración habitual de los lunes ante el Ayuntamiento. Su portavoz, Matías Oregi, sostiene que el «miedo» se respira bajo las mascarillas. Y en el caso de las personas mayores ese desasosiego acaba derivando en «aislamiento, inactividad y soledad. Ya no te paras a charlar con tus conocidos, todo se reduce a un hola y adiós y esto va a traer consecuencias psicológicas para muchos de nosotros», apunta Matías Oregi.
642,07 es la tasa que alcanzó ayer Durango al registrar 34 positivos en la jornada anterior.
Abadiño
La localidad de Abadiño saltó ayer a la 'zona roja' y el amplio reguero de contagios va haciendo mella entre la ciudadanía. «Da pánico pensar en lo que se nos viene encima», comentaba Alicía Gallardo, que ha retomado hace unas semanas las clases en su escuela de baile de Norte a Sur. Esta vecina de Matiena, que se encargó de animar el duro confinamiento en su barriada, admite que ahora la ciudadanía «está muy desilusionada, pero concienciada».
Rafa Herce, miembro de la asociación teatral Banarte, considera que el futuro es la máxima preocupación en estos momentos de la ciudadanía. «Más que miedo al contagio, la gente teme lo que vendrá después, los problemas económicos que ya se están notando en varios aspectos».
Algunos ciudadanos aseguran que «entienden» que la localidad sea el segundo municipio peor parado de Bizkaia. «La verdad es que, aunque la mayoría estemos concienciados, todavía hay quienes no cumplen las normas», señalaba José María Macías, miembro de la asociación de mayores Abadiño Lagunkoia. Pero, en su opinión, «no todo es culpa de los ciudadanos». El hecho de compartir espacios reducidos en el transporte público, así como tener que esperar la consulta del médico en la calle, bajo el frío y la lluvia, no favorecen el cese de contagios. «Exigir nos exigen, pero las autoridades deberían invertir más en ese tipo de recursos para que podamos cumplir con las normas en todas partes», considera Macías.
«Es responsabilidad de todos los vecinos. Si no se cumplen las medidas sanitarias establecidas, los datos van a ir a peor. Tenemos que ser más estrictos en todos los sentidos», advierte el alcalde de Abadiño, Mikel Garaizabal.
597,79 contagios por 100.000 habitantes situaban ayer al municipio en la 'zona roja'.
Elorrio
Las malas cifras del Duranguesado no han tardado en pintar de rojo la comarca. Elorrio se sumaba ayer a Abadiño yDurango. La alcaldesa de la localidad, Idoia Buruaga, lamentaba haberse enterado de la noticia por la prensa. «Entendemos que en una situación de crisis como la actual la comunicación y colaboración entre instituciones es esencial para poder adoptar las medidas necesarias», dijo.
Jesús Aristegi, del recién creado Argi Gorriak, colectivo centrado en la visibilización de la precariedad en Elorrio, asegura que desde que el viernes se conocieran los datos de Durango se ha notado un menor trasiego en las calles de la villa. «Hay que mantener la distancia y cuidarse, pero tampoco ser alarmistas».
A pesar de la sensación de normalidad que admiten desde distintos colectivos, el miedo que parece haberse adueñado del Duranguesado también se ha percibido en el comercio y la hostelería de Elorrio. La asociación Elorrioko Merkatari Elkartea reconoce que la afección a la venta es muy alta. «La actividad está baja, demasiado tranquila», admite IzaskunAgirre. La presidenta del colectivo reconoce que la hostelería está «muy preocupada. El esfuerzo lo tenemos que hacer todos y como clientes tenemos que ayudar siendo responsables y no poniéndoles en apuros», apuntó.
Mientras la alcaldesa apela a «evitar situaciones que contribuyan a la propagación del virus como la limitación de contactos y mantener las distancias mínimas», desde asociaciones para la cooperación y solidaridad, como la de Kainabera, se mostraban preocupados por los datos. El colectivo se encarga de la distribución de alimentos a familias necesitadas, que se ha duplicado.
537,56 casos por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días han teñido de rojo a la villa.
Ermua
El ambiente en las calles centrales de Ermua era ayer similar a cualquier otro lunes con buen tiempo. Terrazas llenas, niños y niñas jugando en la calle, jóvenes y personas mayores compartiendo zona... Muchos de ellos apelaban a la ignorancia de saber que la villa entraba ayer en la franja roja de contagios, aunque muchos vecinos sí lo tenía en cuenta y se refugiaban en la soledad de un banco. «Creo que la Ertzaintza y los policías municipales deberían hacer más por controlar a los grupos de jóvenes. El otro día me encontré a unos 15 sin mascarilla, jugando al balón», lamentaba Lorenzo, que prefería pasear por sitios más seguros.
Dos jóvenes que tomaban un café defendían que «no es cuestión de que sea la juventud o la gente mayor la que no está haciendo las cosas bien. No podemos entrar en una guerra de bandos. La responsabilidad es individual, no grupal», puntualizó Paula, de 23 años.
Mientras, los hosteleros de la localidad siguen haciéndose multitud de preguntas. «¿Pueden ir 60 niños en un autobús y contagiarse, pero no puede haber 60 personas dentro y fuera de un bar, con las mascarillas, los geles y la ventilación adecuada? ¿Qué ventaja tiene la actividad de un centro comercial frente a la nuestra? ¿Por qué cuando alguien está contagiado en una empresa solo se van a casa los que están contagiados y si da positivo un camarero se cierra el bar?», esgrimía uno de ellos.
El alcalde de Ermua, Juan Carlos Abascal, mostraba su preocupación por los números arrojados e insistía en «no estigmatizar a los jóvenes ni a los hosteleros, porque somos nosotros, cada uno, los que no cumplimos las normas».
592,31 positivos llevaron ayer a Ermua a traspasar la franja roja de contagios.
Lekeitio
«La gente tiene miedo, y no es para menos. Todos tenemos personas mayores en casa o familiares y amigos confinados y afectados», reconoce la presidenta de la asociación de comerciantes de Lekeitio, Eguzkiñe Arrasate. En las tertulias no se habla de otra cosa. «Se respira preocupación, interés por el bienestar de los vecinos, y es normal, porque después de un verano con tanta gente como hemos tenido ahora no nos explicamos por qué se ha producido un repunte tan significativo», añade. En consecuencia, la actividad comercial también se ha resentido de manera notable. «No sabemos si responde a una tendencia general, pero se nota bajón», remarcó. Desde esta agrupación confían en que las campañas de bonos impulsadas por el Ayuntamiento y la Mancomunidad de Lea Artibai sirvan como revulsivo de la temporada hasta al menos el inicio de la campaña de Navidad.
Para los hosteleros, por su parte, tras el intenso verano ha llegado la calma. Registran menos clientes, pero también se muestran críticos con parte de ellos. «La gente se alarma, asegura estar asustada. Por lo menos es lo que se habla en las terrazas. Pero, por otro lado, incumplimos las normas, no las respetamos», coinciden propietarios de distintos bares de la zona portuaria. «La única forma de que hagamos caso es cuando nos afecta al bolsillo», aseguraban varias lekeitiarras que acudían a recoger a sus hijos a la escuela, partidarias de endurecer las medidas. «Habrá que dejar las celebraciones de Navidad para otra ocasión porque en pueblos como el nuestro, ¿quién no tiene una persona mayor en casa?», se preguntaban con semblante preocupado.
496,83 Es la tasa de incidencia acumulada en Lekeitio en los últimos catorce días.
Markina
La ciudadanía vive en una tensa calma. Trata de llevar la situación con la máxima normalidad posible, pero no se habla de otra cosa que no sean los datos de infectados por coronavirus. En general, los markinarras se muestran críticos, sobre todo, los propietarios de los pequeños y medianos negocios del municipio. «Este fin de semana se han celebrado comuniones y en cuanto el alcohol y el tabaco entran de por medio, se nos olvida todo», lamenta una hostelera.
De hecho, propietarios de varios bares de la localidad, que piden mantener el anonimato para «no perder a la clientela que aún se atreve a venir», coinciden en la casuística. «Nosotros estamos poniendo todo de nuestra parte, cumpliendo aforos, distancias, horarios y todo lo que nos viene encima. En cambio, a muchos clientes se les olvidan las normas, al margen de la franja de edad, porque hemos visto a jóvenes con mascarilla y a mayores sin ella», señalan.
En esa misma línea se expresan desde un establecimiento situado en pleno casco viejo, centro neurálgico de la actividad comercial de la villa. «Parece que en la escuela, en el polideportivo y en sitios públicos cumplimos las normas, pero en cuanto entramos a las tiendas se nos olvidan todas de golpe», critican.
«Tenemos miedo de que nos confinen, eso sería terrible», reconocen jubiladas sentadas en grupo en una terraza frente al Prado. «En general, se toman precauciones, pero a la vista de los resultados, parece que no son suficientes. El coronavirus deja secuelas y muy importa ntes pero, por desgracia, si no le toca a una… es como si no existiera», lamentan ante el aumento de casos en la localidad.
1.591,46 alcanza Markina, aunque en su caso cuenta con menos de 5.000 habitantes.
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