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Nerea Irazabal y Julija Razumova empezaron a sembrar en 2021 seis hectáreas de terreno en Gamiz-Fika. Frutales, fresas, aguacates, kiwis, hortalizas... conviven en el proyecto Luramak. Son dos de las 235 mujeres titulares de una finca de cultivos en Bizkaia, aquellas cuya actividad principal ... es la agricultura o la ganadería. Y aquellas, junto a muchas otras, a las que se les reconoce su labor en el Día de la Mujer Rural, que se conmemora el martes. El concepto ha cambiado con el paso de los años, como lo ha hecho el campo. Hoy en día, la Diputación tiene registradas 11.387 explotaciones, entre las que se incluye desde tener una oveja hasta una huerta pequeña. Solo 641 titulares y sus familias viven de esas producciones, el 36% féminas, cuando hace años se contaban por decenas de miles las personas que encontraban en la agricultura y la ganadería su sustento.
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Alba Cárcamo
Pero hoy no es el día de contar cómo ha perdido trabajadores este sector. Ni siquiera de recordar lo que han tenido que sufrir muchas mujeres, trabajando de sol a sol y sin estar aseguradas. Es el momento de hablar del futuro; de que también se puede salir adelante en este mundo, incluso sin tener ninguna vinculación previa con él. «Yo no soy de baserri; mi ama era enfermera», subraya Irazabal, procedente de Laukariz. Tampoco en el caso de su socia, que llegó de Lituania hace 25 años, había «tradición familiar».
La primera estudió Relaciones Laborales en la UPV/EHU en Leioa, realizó un posgrado en prevención de riesgos laborales, un máster en gestión estratégica de recursos humanos... y de un día para otro se marchó a Costa Rica. «Me fui sin conocer a nadie y acabé dirigiendo un centro de rescate de fauna silvestre», recuerda. La segunda, pareja de su hermano, era peluquera.
«El primero en dar el paso fue mi hermano, Gorka, que estudió automoción pero montó su producción ecológica hace 17 años», recuerda. A ellas se les «cruzó» en el camino una «parcela» que les hizo repensarse su forma de vida, y montaron su propia empresa, «completamente independiente» de la de su familiar. El proyecto lo presentaron en 2019 ante diferentes instituciones, y de la mano de subvenciones y de la cooperativa agraria Lorra, que les ha ayudado en el desarrollo del negocio, dos años después ya estaban operativas, vendiendo a tiendas especializadas y particulares. Sin apoyo, reconoce la vizcaína, es «imposible meterte en algo así». «Esto no es solo sembrar; las lechugas no se riegan con una manguerita, sino con ordenador», expone antes de insistir en que, «para meterte en esto, hay que pensar en grande».
Y ser optimista. «Fíjate cómo está el sector, que se te considera joven agricultor hasta los 41 años...», lanza. Es la edad que tienen ellas y, pese a haber superado la barrera de la juventud, trabajan con «mucha ilusión». Considera que «no se puede conseguir relevo con la negatividad tremenda que hay». «No podemos inculcar eso».
Es cierto, reconoce, que «hay algunos momentos de llorar», como cuando tienes que tirar «1.000 kilos de tomate, un producto muy rentable que te salva el año», por culpa del calor y de las plagas. Y no oculta que para alguien que «nunca» se había planteado ser autónoma «ni tener que pedir un préstamo», en ocasiones se hace cuesta arriba. «Aquí no solo recolectas. Una misma persona se convierte en todas las facetas que se pueden dar en una empresa», expone.
Aunque eso no tiene por qué ser malo. «Mi oficina está en el monte», señala, y no le falta trabajo. Además, puede promover una «alimentación consciente», que es la base de Luramak, su «proyecto de vida», que en un futuro quieren «abrir a visitas» para ayudar «a entender la importancia de lo que comemos, porque la comida es medicina para el cuerpo».
Lo primero que aclara, en ese sentido, es que su producción «no es una explotación; corrijo a todo el mundo, también a las instituciones, cuando dicen esa palabra, porque eso implica explotar algo, y nosotras no hacemos eso». Ellas, que fabrican sus propias semillas, rotan, cambian de producto y dejan «muchas secciones de tierra sin labrar» descanse.
- ¿Y es rentable hacerlo así?
- No tienes una rentabilidad tan potente, pero respetamos la tierra, y con pesticidas y sin darla descanso se acaba secando. Y tenemos que dar gracias porque no nos falta trabajo.
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