Comienza la capilla ardiente de José María Uriarte en Begoña

Obispo de San Sebastián y prelado auxiliar de Bilbao ·

Figura relevante de la Iglesia vasca, un ictus a los 90 años pone fin a una trayectoria comprometida en lo social, lo ecuménico y lo político

Sábado, 17 de febrero 2024

Monseñor Uriarte, 'Juanmari' para casi todos los que le conocían y frecuentaban, no fue obispo titular de Bilbao, pero sí fue el líder efectivo de la Iglesia vizcaína. El ictus que le sobrevino en su despacho el pasado día 12 y que obligó a su ... ingreso hospitalario ha sido la causa de su muerte cinco días después. El funeral será este lunes a la cinco en la Basílica de Begoña, según ha informado la Diócesis de Bilbao. Antes, la capilla ardiente ha comenzado este domingo a las 17 horas, hasta el lunes a las 13 horas. Desde el primer momento, han sido decenas las personas que se han acercado a despedir a este figura del clero vasco.

Publicidad

Según ha indicado este mismo órgano, el obispo de Bilbao, Joseba Segura, acompañado también de familiares de Uriarte, entre ellos, el ex vicario general de la Diócesis de Bilbao, Andoni Gerrikaetxebarria, le dio la extremaunción. «Su estado de salud habia empeorado durante las últimas horas y finalmente, ha fallecido este sábado a las dos de la tarde 'amando la vida', y con 'cierto respeto, pero sin miedo'. Porque, como manifestó en la celebración de su 90 cumpleaños, ante el último momento de la vida 'el temor es sano. El miedo no lo es. Bildurra, bai: ikararik ez'. Fue un entusiasta de Jesucristo y un referente eclesial y social, no en vano era `Ilustre de Bizkaia´.Goian bego!».

Para trazar su trayectoria humana y eclesiástica hay que remontarse a los años que precedieron a su nombramiento como responsable de la diócesis de San Sebastián, en sustitución de José María Setién. Fue auxiliar en el territorio eclesiástico de Bizkaia y con mando en plaza y fue un auxiliar muy especial y querido; por eso se vivió como un desgarro su traslado a Zamora. En cualquier caso, su voz tuvo gran influencia en Euskadi, tanto en lo eclesial como en lo político, en unos años muy turbulentos y convulsos.

Uriarte era un obispo de casa. Nació el 7 de junio de 1933 en la localidad vizcaína de Fruiz, hace ahora 90 años. Por eso se le tributó un homenaje el pasado 7 de junio en la diócesis de Bilbao. «El cuerpo me pide tranquilidad, paz y rutinas diarias», declaró recientemente en una entrevista radiofónica. Un descanso después de una vida intensa en la que protagonizó decisiones y actuaciones de gran calado que no fueron del agrado de todos. Ordenado en 1957, pronto destacó por su capacidad para formar equipos y llevar el mando.

Abierto y bien preparado, el 17 de septiembre de 1976 Pablo VI le nombró obispo auxiliar de Bilbao (una fórmula para eludir el filtro franquista) como ayudante de monseñor Añoveros, que había protagonizado uno de los episodios más críticos en las relaciones Iglesia-Estado tras la distribución de una catequésis en la que se defendía la identidad vasca y que levantó las iras de Franco. Más tarde fue administrador apostólico desde la renuncia de Añoveros hasta el nombramiento de Luis María Larrea, el 16 de febrero del año siguiente. Uriarte se mantuvo como auxiliar 12 años y fue un fiel colaborador del prelado de Ugao-Miravalles, aunque en realidad era 'Juanmari' el obispo 'in pectore' por su carisma y el apoyo de la mayoría del clero.

Publicidad

Su prestigio y estima se extendía también entre la mayoría de los obispos de la Conferencia Episcopal Española, ayudado por su cordialidad. Le eligieron para representarles en el Sínodo que se celebró en Roma en 1999, una designación que decía mucho de su valía entre sus pares. Formado en Psicología y Teología tras haber estudiado en las universidades de Comillas y Lovaina, era miembro de la comisión ejecutiva del Episcopado, la sala de máquinas donde se toman las decisiones de calado de la Iglesia española.

Para entonces, ETA llevaba ya muchos años asesinando y extorsionando. La mano de Uriarte, dueño de una pluma ágil y clara, se vio en muchos de los comunicados de condena de la cúpula episcopal, pero aquello también le granjeó algunos enemigos. Uno de los episodios más controvertidos fue su plante ante algunos documentos en los que se relacionaba terrorismo y nacionalismo, advirtiendo a los fieles que no se trataba de magisterio de la Iglesia y, por lo tanto, no eran de obligado acatamiento. Frente a un sector de obispos que defendían la unidad de España como «bien moral», Uriarte siempre quiso dejar claro que el nacionalismo no era moralmente condenable.

Publicidad

'Desterrado' a Zamora

En 1991, Juan María Uriarte fue nombrado obispo de Zamora. Todo el mundo daba por hecho que el sucesor natural de Larrea, cada vez más limitado, tendría que ser el prelado de Fruiz, pero Roma no lo vio así. El prelado vizcaíno fue enviado a Castilla y León, a la España vaciada. Aquello fue interpretado por muchos como un destierro por su magisterio progresista y su cercanía al nacionalismo. El propio obispo tuvo que frenar algunos conatos de rebelión entre el clero, muy disgustado por aquella decisión del Vaticano, influida sin duda por cardenales españoles que no secundaban las posiciones de Uriarte. Larrea, con la salud muy mermada, presentó su renuncia pero el Vaticano prorrogó dos años más su relevo. No era fácil buscarle un sustituto en aquella Euskadi azotada por la violencia terrorista y Roma buscaba ya la despolitización de aquella Iglesia en la que ETA se había convertido en un tema obsesivo y reiterativo. En 1995 le sucedió Ricardo Blázquez, recibido con frialdad por el nacionalismo.

La operación del Vaticano pasaba también por la salida de monseñor Setién de San Sebastián, que se materializó tres años antes de su jubilación. El obispo guipuzcoano se había convertido en el ideólogo de la Iglesia vasca y de una parte del nacionalismo, sacralizando la teoría del conflicto. Hubo muchas negociaciones para decidir el nombre de su sucesor, una operación de diplomacia eclesiástica. Roma aceptó la llegada de monseñor Uriarte a Donostia, diócesis que pastoreó diez años, hasta que en 2009 fue aceptada su renuncia por razones de edad. Poco antes de aterrizar en San Sebastián, monseñor Uriarte protagonizó la gran misión de su vida al intervenir como mediador entre el Gobierno de Aznar y ETA para buscar una salida a tantos años de violencia.

Publicidad

Fue durante la tregua de 1998 y 1999, momento en el que la sociedad vasca creyó que se abría una ventana de buen tiempo para atacar la cumbre de la paz. Uriarte, con la ayuda de Joseba Segura, actual obispo de Bilbao, mantuvieron contactos con la izquierda abertzale para que ETA se sentara en una mesa a hablar. El Vaticano, a quien Uriarte ha mantenido informado de sus actividades con decenas de informes, bendijo la iniciativa. Hubo reuniones en Zamora, Burgos y Bizkaia hasta que, por fin, las conversaciones se sustanciaron en un encuentro máximo fuera de España.

Uriarte y los enviados de Aznar, que viajaron en un pequeño avión privado que despegó de la base de Torrejón, se reunieron en Suiza con los representantes de ETA: Mikel Albisu 'Antza' y Belén González Peñalva 'Carmen'. La cita fue en un hotel de Vevey con impresionantes vistas a los Alpes y la reunión se prolongó hasta casi cuatro horas. La discusión fue áspera y no hubo margen para el acuerdo. Monseñor Uriarte, diplomático y suave en las formas, pero muy firme en sus convicciones, se empleó a fondo. Y tuvo que templar gaitas en numerosas ocasiones. Actuó de buena fe y fue un testigo cualificado de aquella cita. También hizo de traductor, porque a veces los miembros de ETA se dirigían entre ellos en euskera. El encuentro se disolvió sin ningún acuerdo.

Publicidad

Crítico con la Iglesia ante ETA

Hubo un segundo intento para retomar las conversaciones y el obispo y sus colaboradores se volvieron a implicar, pero la cita nunca llegó a celebrarse. ETA lo impidió. Sin embargo, aquellas conexiones se mantuvieron y sirvieron años después para engrasar nuevos contactos encaminados a que ETA cerrara la persiana. Se hizo mucha terapia en el entorno de la izquierda abertzale. Ambas partes llamaron muchas veces a las puertas de Uriarte y el obispo, incluso ya jubilado, siempre las abrió. Participó en numerosos foros e impartió conferencias y seminarios con reiterados llamamientos al diálogo. Procurar la paz fue su «tarea incansable».

Alentó el movimiento pacifista, germen de Gesto por la Paz y fue un encendido defensor de crear condiciones para el diálogo, lo que le llevó a apoyar a Elkarri y Lokarri. Esta inquietud le convirtió en el primer obispo en participar en una manifestación contra ETA. Fue en 1982, cuando una marcha recorrió las calles de Bilbao en repulsa por el asesinato de José María Ryan, ingeniero de la central nuclear de Lemoiz. Sin embargo, reconoció que la Iglesia estuvo «por debajo de los requisitos del Evangelio con las víctimas de ETA. La atención a los afectados debería haber sido más temprana, intensa y afectiva», admitió. Al final su tarea se vió recompensada y pudo presenciar cómo ETA dejaba las armas. Fue un momento de felicidad que disolvió en su 'disco duro' el rosario de los sinsabores sufridos.

Noticia Patrocinada

Entre esos malos momentos hubo algunos muy dolorosos y controvertidos, como cuando comprometió su báculo en defensa de José Antonio Pagola, antiguo vicario de Setién, perseguido por la publicación de su libro. 'Jesús: aproximación histórica'. Monseñor Uriarte apoyó sin fisuras al teólogo vasco frente a los dictámenes de un grupo inquisidor que llevó el caso hasta la mismísima Santa Sede. Finalmente, el Vaticano no condenó a Pagola y tras algunas correcciones bendijo el libro, un 'best seller' que se vendió como rosquillas por todo el mundo.

También fue un tiempo de amargura cuando preparó su relevo en San Sebastián y todas las quinielas apuntaban a José Ignacio Munilla. Monseñor Uriarte se movió en Roma para que los rumores no se consumaran, consciente de que el clero guipuzcoano no aceptaría a un obispo considerado rigorista y ajeno a la línea de la diócesis. Pero en el Vaticano, con la estrategia del cardenal Rouco Varela, tenían otros planes para dar un golpe de timón en la Iglesia vasca. Munilla fue nombrado obispo de San Sebastián y hubo una sublevación porque se vivió como una desautorización de los mandatos anteriores. El tiempo dio la razón a Uriarte: Munilla fue enviado a Orihuela tras dejar una diócesis desgarrada. Pudo resarcirse con la promoción episcopal de Joseba Segura, su gran discípulo y amigo, un nombramiento que interpretó como una rehabilitación de la trayectoria de la Iglesia vasca.

Publicidad

Gran seguidor del Athletic

No cabe duda de que Juan María Uriarte ha sido un referente de la Iglesia vasca, y sobre todo de la vizcaína, donde imprimió un acción pastoral sin precedentes con un estilo muy participativo. «Era un obispo de casa, un obispo del país, de los nuestros. Muy conocido, cercano y querido», le recuerdan en su entorno. Seguidor del Athletic y en su día miembro de su fundación, llegó a ser llamado incluso para mediar en el conflicto entre Clemente y Sarabia, un episodio que enconó el ambiente en la familia rojiblanca y saltó fuera del campo y del vestuario. Hasta ahí llegaba su 'auctoritas'.

En los últimos años se había dedicado a dirigir ejercicios espirituales al clero de otras diócesis, donde era reclamado por su prestigio y capacidad. El ictus le sorprendió el 12 de febrero trabajando en su despacho, hace cinco días. Con su muerte desaparece una de las figuras más destacadas de la Iglesia vasca de los últimos cincuenta años.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad