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HELENA RODRÍGUEZ
Lunes, 21 de mayo 2018, 01:44
Hay tantos tipos de viajes como de viajeros, pero a los grandes periplos solo se lanzan unos pocos. Hay quien los llama valientes, otros los tachan de locos y la mayoría los mira con un pellizco de envidia. Varios han recalado hace 10 días en Bilbao, que ha sido escenario, por primera vez, de las Jornadas IATI de Grandes Viajes. Entre ellos, varios vizcaínos trotamundos.
«Lo más difícil de una experiencia de este tipo es tomar la decisión, vencer los miedos, los prejuicios y el desconocimiento», reconoce Andrea Bergareche. Nacida en Bilbao, criada en Llanes y licenciada en Bellas Artes, al terminar la carrera se marchó a vivir con su pareja al Caribe. «Casa, jardín, pareja, trabajo… nada de eso me llenaba, así que cogí un avión a Buenos Aires», cuenta. Hizo lo que le pedía el cuerpo: viajar por Latinoamérica, sola y haciendo autostop. Habrá quién se eche las manos a la cabeza, pero «solo tuve un pequeño incidente con un camionero que, finalmente, respetó un 'no'. El resto, gente majísima, muy educada y cariñosa», describe. En su ruta, Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia, en 9 meses. En ese tiempo, calcula que unas 200 personas la ayudaron en sus traslados. En Bolivia optó por los transportes públicos ya que allí no hay cultura de ir a dedo. «Paraban, pero luego te pedían dinero».
Su presupuesto diario estaba entre 6 y 8 euros, y para conseguir dinero extra se llevó su equipo de tatuadora. Su capricho más caro fue acceder a esa maravilla llamada Salar de Uyuni, en Bolivia. «La entrada cuesta 200 euros, pero era algo que estaba en mi agenda como imprescindible, lo mismo que Machupichu o la Isla del Sol».
Esta pareja -un bermeotarra y una argentina- regresaron las pasadas navidades a Bilbao después de pasar 16 meses de viaje por Latinoamérica. La mayor parte del recorrido lo hicieron a dedo o en transporte público. Los primeros doce meses los dedicaron a Uruguay, Argentina y Chile. Luego, Bolivia, Perú y Ecuador. La idea de la expedición fue de Maite, que ansiaba hacer ese viaje sola. Pero Erlantz se cruzó en su camino y, contra todo pronóstico, se apuntó enseguida.
Durante dos años la pareja ahorró y se conoció. Dejaron sus trabajos, él vendió su coche y salieron rumbo a Buenos Aires con 16.000 euros como presupuesto máximo. «Había conocido a gente que se iba sola y con poco dinero y me apetecía vivir la experiencia», reconoce Maite. «La gente ha sido encantadora, algunos nos invitaban a comer, otros hasta se desviaban de su ruta para acercarnos a algún lugar que creían que nos iba a gustar», recuerda esta bióloga. Además de pasar un mes como voluntarios en una comunidad autosuficiente en la sierra de Rocha (Uruguay), Maite también aprendió a hacer artesanía para venderla y obtener ingresos extra. «Conoces a la gente desde otro nivel. Ya no eres un turista».
Iker y Teresa Madariaga acondicionaron un 4X4 para largos viajes (agua, electricidad, internet) al que añadieron una tienda de campaña y la previsión de un gasto diario de 15 euros. Marruecos, Sáhara, Senegal, Mauritania… y una larga lista. Grandes paisajes y «gentes maravillosas» y un único percance: la malaria. «La pillé en Ghana y la pasé en Sudáfrica», asegura Iker, que pasó 12 días conviviendo con una familia de Senegal. «Llegábamos a un sitio y pensábamos: Tanzania está aquí al lado. ¡Vamos!' Así hasta que notamos que el viaje se acababa. Ese momento en el que te has cansado de ver cosas, se acaba el dinero, te apetece volver a casa», relata Iker. Fue entonces cuando donaron su 4x4 a un cura de la región de Tigray, en Etiopía y cogieron un avión de regreso. «Repetiría sin pensarlo».
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