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Xabier Garmendia
Sábado, 9 de marzo 2019
«Ha llamado al restaurante Miramar de Artxanda. Le comunicamos que estaremos cerrados por reforma hasta el 10 de abril. Disculpen las molestias». Este era ... el mensaje del contestador que respondía automáticamente las llamadas hasta mediados de esta misma semana. Detrás de ese aviso con una fecha concreta, en cambio, se escondía el cierre indefinido de uno de los locales más conocidos en Bizkaia para celebrar bodas, bautizos y comuniones. Ahora el teléfono ni siquiera proporciona esa información y la página web está fuera de servicio mientras el inmueble permanece clausurado a cal y canto.
Los clientes con reservas acordadas se temían lo peor desde hace algo más de un mes, cuando los encargados dejaron de atender las llamadas y los correos electrónicos. De hecho, el domingo 27 de enero es el último día del que consta que se sirvieron menús. Las sospechas de los afectados se acrecentaron aún más la semana pasada al comprobar que el propietario del establecimiento es el mismo que el del Landatxueta, el restaurante de Loiu que también ha cerrado por sorpresa al entrar en concurso voluntario de acreedores por dificultades económicas.
En los últimos días, varios extrabajadores se han puesto en contacto con ellos para informarles de que la plantilla ha sido despedida tras acumular meses de impagos en sus nóminas. «Nos avisaron de que fuéramos buscándonos la vida en otro restaurante», coinciden varios afectados, que también certifican cómo esas mismas personas se ofrecieron «a título personal» para buscarles un lugar alternativo. «Seguramente vayan a comisión con otros restaurantes y estén tratando de hacer negocio, pero al menos son los únicos que nos han dado alguna clase de información», afirman. En la gerencia del local, en cambio, prevalece el mutismo.
Este periódico ha tratado de ponerse en contacto con algunos de esos exempleados, pero han desestimado realizar declaraciones amparándose incluso en un «contrato de confidencialidad» pese a haberse puesto en contacto previamente con varios afectados aduciendo que su relación laboral había quedado rescindida. Algunos de ellos han dejado de dar señales de vida y ya no atienden a los clientes con los que se habían telefoneado. «Una chica nos llegó a decir que había una remota posibilidad de que se pudiera reabrir, pero desde entonces no sabemos nada de ella», revela una de las clientas con reserva para mayo.
Ante la falta de información y el miedo a perder las fianzas, entre 500 y 1.500 euros dependiendo de la magnitud de la celebración, varios afectados han interpuesto denuncias en comisarías de la Ertzaintza. Sin embargo, allí les han aconsejado que esperen y, sobre todo, que reúnan más testimonios para poder hacer presión conjunta. Los casos se cuentan por decenas y ya se ha habilitado una dirección de correo electrónico (afectadosporelmiramar@outlook.es) para poder aglutinar el máximo de testimonios posibles con vistas a la vía judicial. Los damnificados, que ya han ido reservando en otros establecimientos «que ahora están más caros», asumen que la recuperación de la señal será un proceso «largo y muy costoso». «Aunque volvieran a abrir el restaurante, se nos han quitado todas las ganas de ir allí», lamentan.
Sandra Docampo y Néstor Santaella confían en que el 11 de mayo sea «el día más especial de sus vidas», pero el camino no está siendo fácil. Ni barato. Después de entregar una señal de 800 euros en diciembre e imaginar todos los detalles para el banquete de su boda en el restaurante Miramar, esta pareja de Etxebarri se ha visto obligada a reservar en otro establecimiento. «Nosotros dimos una fianza para asegurarles que íbamos en serio. Y yo ahora me pregunto: ¿qué nos han dado ellos para que tuviéramos esa misma seguridad?», plantea ella visiblemente defraudada.
En su caso, dicen haberse quedado «con una mano delante y otra detrás» a poco más de dos meses de su enlace matrimonial, lo que ha disparado su presupuesto. «No solo damos por perdida de momento la fianza, sino que también tenemos que pagar el convite en otro sitio. Y obviamente cuanto más tarde haces la reserva, más caro te sale todo», se quejan.
El cierre del local de Artxanda también ha generado «una gran desilusión» en el hijo de Blanca Vásquez, que ya había visitado el lugar en el que iba a celebrar su comunión el próximo 4 de mayo. «Es difícil ponerse a explicarle a un crío que se olvide de todo lo que se ha imaginado en ese sitio», lamenta la madre, una de las afectadas que ha querido poner el caso a disposición de la Ertzaintza para poder recuperar la señal.
La familia se considera víctima de una «doble estafa». No solo claman contra la pérdida de los 500 euros que dejaron como fianza, «una cantidad que no nos podemos permitir ir dando alegremente», sino que también acusan a los responsables del restaurante de haber jugado con su ilusión. «Claro que entiendo que una empresa entre en dificultades económicas y que tenga que cerrar, pero las formas que han utilizado, sin decirnos absolutamente nada, son inexplicables», critica Blanca.
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