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TERRY BASTERRA
Viernes, 8 de marzo 2019, 07:30
«En pie mujeres, romper las cadenas». Con este canto se ha puesto final ante el Ayuntamiento de Bilbao a una emocionante manifestación que había arrancado hora y media antes desde dos puntos: Sagrado Corazón y Deusto. En la enorme comitiva –50 minutos de diferencia pasaron desde que la cabeza de la marcha pasó por el Museo de Bellas Artes hasta que la cola de la marcha cruzó este lugar– se podían leer mensajes en los que se reflejaban los temores y las luchas a las que cada día debe hacer frente la mitad de nuestra sociedad. Pancartas en las que sus portadoras habían escrito 'mírame bien porque yo puedo ser la próxima víctima'; 'mi forma de vestir no es una invitación a tu mirada' o 'disculpen las molestias, nos están matando' se mezclaban con otras que evidencian la fortaleza del mal llamado sexo débil. '¿Que las mujeres no podemos hacer qué?' o 'somos el grito de las que no tienen voz' son solo algunos ejemplos.
Las asistentes coincidían en que sin un cambio de base, desde la educación, para que se traslade a todos los estratos de la sociedad, no se logrará la igualdad entre hombres y mujeres. «No somos menos», reiteraban, y por tanto, «no se nos debe dar un trato diferente al de los hombres ni en nuestras casas, nuestros trabajos, lugares de estudio o en la calle».
En la manifestación había mujeres de todas las edades. La mayoría luciendo algún detalle morado. La que no llevaba una camiseta portaba una banda en el brazo o se había colocado una peluca o gorro de ese color.
Desde diferentes lugares de Uribe Kosta han llegado Regina Otaduy y sus compañeras. Pese a su juventud –cursan estudios de Bachiller– viven cada día lo que definen como episodios de «micromachismo». «Cuando salimos a las noches al volver a casa siempre nos preguntamos entre las amigas si hemos vuelto a casa y llegado todas bien. Sabiendo lo que les ha pasado a otras chicas hay preocupación», confiesa.
Isabel Benedí, Ane Vidal o Garbiñe Liceranzu son de otra generación. Algunas de ellas ya salían a las calles en los 70. Hoy lo vuelven a hacer porque aún restan muchas conquistas por lograr. Una de ellas es romper el denominado techo de cristal. «En nuestros trabajos hay mujeres muy válidas que deberían haber llegado más lejos en sus carreras profesionales, pero a la hora de los ascensos en sus empresas no se han fijado en ellas», lamentan.
La experiencia que tienen les permite echar la vista atrás y están orgullosas de lo que ven. «Las mujeres tenemos más concienciación que antes de nuestros derechos. Antes nos llamaban locas cuando salíamos a la calle para reclamarlos. Ahora no. Cada vez somos más las que estamos aquí para pedir igualdad y eso nos gusta».
Estas mujeres ponen encima de la mesa una iniciativa. «Que todo el dinero que se van a ahorrar las empresas privadas y públicas este día porque nosotras hacemos huelga lo destinen a fines sociales. A asociaciones de mujeres que lo puedan necesitar».
Esta tarde se repetirán las movilizaciones en Bilbao con otra gran manifestación que saldrá a las 19 horas de nuevo desde Sagrado Corazón y finalizará en el Ayuntamiento.
En cuanto al seguimiento de la huelga de este 8-M en la educación ha sido notable. El Gobierno vasco ha informado que en los centros públicos el seguimiento de la huelga se sitúa en el 48%. En las Haurreskolas la incidencia ha sido mayor y ha llegado al 66% de los profesionales.
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