Cerca de un millar de pasajeros, en su mayoría viajeros que iban a Bilbao, han tenido que pasar la noche en el exterior del aeropuerto del Prat, en Barcelona, después de que sus vuelos con destino Loiu hubieran sido desviados por el fuerte viento ... . Los afectados pasaron una madrugada «de vergüenza» y se organizaron para protestar. De hecho, algunos de ellos llegaron a cortar el tráfico en el parking del aeródromo catalán. Allí se personaron varias patrullas de los Mossos d'Esquadra para apaciguar los ánimos.
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Los usuarios volaban con Vueling, que a última hora envió a su sede central en la capital catalana a cinco vuelos que no pudieron recalar en 'La Paloma', procedentes de Sevilla, Málaga, Londres, Gran Canaria y la propia Barcelona. La compañía asegura que se vio desbordada por recibir a tantos viajeros en tan poco tiempo. Sus responsables afirman que hicieron todo lo posible por solucionar una situación provocada por «una borrasca excepcional». Intentaron buscar autobuses, pero la operación de 'rescate' se alargó toda la madrugada y parte de la mañana.
El primer autobús con destino Bilbao no ha partido hasta casi las dos de la madrugada, mientras que el último lo ha hecho sobre las nueve de este jueves. Muchas personas renunciaron a viajar. Otras han buscado alternativas como coches de alquiler o el tren. Un único vuelo ha sacado a los últimos pasajeros desviados a El Prat a las 10.40 horas.
«Ha sido una experiencia lamentable», asegura Aritza Haro, un joven residente en Gran Canaria que regresaba unos días para ver a su familia en Bilbao. «Todo ha sido un desastre, la única asistencia que nos han dado ha sido dos empanadillas y una botella de agua», apunta. La bilbaína Leire Romo lamenta que, además, hubo que esperar «dos horas de cola» para conseguir algo de comer. «De verdad que la situación ha sido agónica, con mucha gente mayor, niños, personas con otros problemas... Y una asistencia nula», denuncia. «Más de 1.000 personas, niños y ancianos desde las 23.00 horas esperando en la intemperie. 7 horas y sólo mentiras. Ni bus ni tren ni otro transporte ni soluciones», añade esta joven de 28 años, que acabó regresando por ferrocarril.
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