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El buen tiempo fue providencial, y nunca mejor dicho. Los malos pronósticos y sobre todo los desapacibles días precedentes hacían temer que, al igual que el año pasado, el Roscón Solidario de Cáritas iba a tomarse pasado por agua, más que con chocolate caliente. Pero ... no ha sido así. Un sol radiante, que hacía mucho más llevaderos los raquíticos dos grados que registraba el termómetro de la Farmacia de la Plaza Nueva, ha reconfortado a las miles de personas que han hecho cola con paciencia y buen humor para llevarse una de las más de 3.500 porciones de este dulce navideño que ha repartido Cáritas a cambio del donativo de un euro.
Hora y media antes de que empezara el reparto, un acto que este año ha vivido su 15 edición y ya se ha convertido en una tradición consolidada de las navidades bilbaínas, ya había gente haciendo cola, a la espera de su trozo de roscón y de su chocolate. De hecho, la 'cola' en esos momentos tan tempranos eran tres personas: Marta Pipaón, su hija Ane y una amiga de esta, Paola. Con el termómetro superando apenas un grado, las tres afrontaban la espera con humor. «Llevamos viniendo años, pero esta es la primera vez que estamos las primeras», explicaba Marta, mientras mostraba sus tickets. Había cinco. «Es que también tengo para mi marido y mi otro hijo, que están recogiendo regalos», aclaraba. «Para mí es algo de toda la vida, una tradición navideña más», comentaba Ane. Ella y su amiga tienen 13 años, dos menos que este reparto del roscón, así que para las dos amigas, «esto es algo de toda la vida». «Completa las fiestas, el ambiente es genial, te lo pasas bien, pero encima es un acto solidario con el que contribuyes a echar una mano a quienes peor están», añadía su madre Marta.
Era el mensaje que Carlos Bargos, director de Cáritas Bizkaia ha querido subrayar en todo momento: «Con este acto intentamos provocar desde el arranque del año la atención prioritaria que necesitan las personas más débiles», insistía, mientras a su espalda los voluntarios de la entidad asistencial de la Iglesia se ponían los chalecos naranjas que los identificaban. Eran más de cincuenta personas «que colaboran desinteresadamente. Algunas llevan años viniendo a este reparto». Era el caso de Begoña Quintana, «que creo que he estado desde la primera vez. Más de 13 años seguro», recordaba mientras controlaba la cabeza de la cola, precisamente junto a Marta, Ane y Paola.
Una cola que creció hasta rebosar, ya con el reparto del roscón de más de 500 kilos en marcha, los límites de la Plaza Nueva serpenteando por sus arcos. Entre los repartidores no faltaron el obispo, Mario Iceta; el alcalde, Juan Mari Aburto; y el teniente de alcalde, Alfonso Gil, que han estado acompañados por buena parte de la corporación municipal; la diputada de Acción Social, Isabel Sánchez Robles; y la diputada de Empleo, inclusión social e igualdad, Teresa Laespada.
El acto arrancó puntual, a las doce del mediodía en punto, y lo hizo con energía y rapidez. Las personalidades invitadas no se limitaron a posar para la foto y se lanzaron a cortar y repartir con entusiasmo. El obispo, Mario Iceta, cortaba porciones con una rapidez y eficiencia dignas de un anuncio de cuchillos japoneses. «Bueno, habrá que darle con ganas ¿no?, porque hay gente haciendo cola y hace mucho frío», se explicaba. «Tenemos que darles pronto el chocolate para que se calienten. Lo que hacen al venir es tener un gesto hacia quienes más sufren y menos tienen», añadió. «Y la sociedad bilbaína se vuelca siempre en estos casos, porque es generosa y sensible».
«¿Llegará para todos?», se preguntaba a media cola Iker, de 12 años. «Sí, va muy rápido y hay más roscón del que se ve encima de la mesa», le tranquilizaba su ama, Sara Ocampo, mientras por detrás la cola crecía y crecía, a pesar de que la cabeza avanzaba con rapidez sorprendente. «Es el primer año que venimos. Somos de fuera, de Santiago, y estamos aquí en casa de mi hermana. Es alucinante el ambiente que hay. Hace mucho frío pero la gente está encantada y todo el mundo está de buen humor aunque estemos aquí haciendo cola. Me encanta».
«El ambiente es increíble, la cola es impresionante», confirmaba el alcalde mientras repartía trozos de roscón a diestro y siniestro. «Y al final es para comer un cachito de roscón y tomar un chocolate. Y es que la gente viene para colaborar. Gracias a esto Cáritas puede reforzar algunos de sus programas, sobre todos los dedicados a la infancia. Es un acto muy bonito, muy positivo y solidario».
El roscón ha sido elaborado por profesionales de la Asociación de Panaderías de Bizkaia, y su preparación y reparto ha sido posible gracias a la colaboración de Lapiko Catering, Iruña Catering, la Asociación de Comerciantes del Casco Viejo, Laboral Kutxa, Kaiku, Baqué y LogiFrío. Para elaborarlo han sido necesarios 250 kilos de harina, 50 kilos de azúcar, 75 kilos de mantequilla, 100 docenas de huevos, 25 litros de agua de azahar, 25 kilos de levadura, 30 kilos de frutas variadas confitadas y 5 kilos de sal, según han detallado desde Cáritas.
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