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Sergio Llamas
Miércoles, 20 de marzo 2019, 00:49
Antonio Manuel Prado, vecino del barrio de Kareaga, en Barakaldo, ha vuelto a nacer. Este ganadero fabril, de 73 años, sufrió el martes de la semana pasada un brutal ataque de abejas, cuyo veneno le hizo perder el conocimiento. Aunque no era alérgico, ... ahora le obligan a salir de casa con una jeringa de adrenalina autoinyectable para prevenir los efectos adversos que podría ocasionarle una nueva picadura. «Al día siguiente estaba como si me hubieran dado una paliza. Me dolía todo el cuerpo», relató ayer a este diario el hombre, que aún está convaleciente y que esta semana volverá al médico para comprobar cómo evoluciona su recuperación.
El susto fue tremendo. Luisa Tejedor, su esposa, calculó que sufrió el veneno de más de 40 aguijones. «En el hospital de Cruces le sacaron 22, pero antes en casa la Policía le había quitado otros tantos», aseguró la mujer, recordando el miedo que sintió cuando su marido se desplomó sobre la mesa de la cocina. «Llamé a la Policía Local y lo único que me dio tiempo a decirles fue que estaba aquí 'el de las abejas' –previamente los agentes habían acudido en dos ocasiones sin dar con el propietario–. No pude hablar más. Se me cayó el teléfono de las manos», relata la mujer a ELCORREO.
Antonio ya había alertado tres años antes de los problemas que le ocasionaban las colmenas instaladas junto a su vivienda. Entonces, la guardia urbana se desplazó hasta la zona y, aunque no retiraron los enjambres, sí se acordó alguna solución que frenó los problemas durante un tiempo. Sin embargo, este año había vuelto a sufrir las picaduras, algunas incluso en el labio, de un tipo de abejas que él describe como «pequeñas y rabiosas».
Tras el suceso de la pasada semana, la Policía Local de Barakaldo abrió un atestado judicial para dirimir las posibles responsabilidades y ordenó al propietario retirar las colmenas en un plazo máximo de 24 horas. «Las tenía a 38 metros de donde están mis cuadras, y había más de una docena», explicó Antonio, que ya le había informado al dueño de los panales de su temor de que estos insectos pudieran «acribillar» a alguno de sus nietos cuando venían de visita.
El ataque tuvo lugar hace ocho días, durante la tarde. El hombre había sacado a su rebaño de ovejas cuando sintió el primer aguijonazo, a pocos metros de su vivienda. «Primero me vino una. Después dos o tres, y al final todas. Las iba pegando con la mano y algunas me las guardaba en el bolsillo», detalló el ganadero, que describió el enjambre como «una nube negra».
Cuando se sintió rodeado, regresó a su hogar, donde dio el aviso y cayó mareado. Quedó semiinsconsciente. «Cuando se sentó incluso se le cayeron de la boina varias abejas vivas sobre la mesa. Si no llega a volver a casa, se muere ahí mismo», se dolía ayer Luisa. Sus hijas llamaron a una ambulancia y la Policía Local dio con la vivienda gracias a los datos registrados de denuncias anteriores. Los servicios de emergencia le pusieron varias inyecciones y le suministraron oxígeno sobre el suelo de la cocina antes de ser trasladado en ambulacia al hospital de Cruces, donde permaneció ingresado un día.
Casi una semana después, este vecino del barrio de Kareaga todavía siente los efectos del veneno. «Estoy baldado. Siento un hormigueo por la pierna y no veo bien de lejos por el ojo derecho», advierte, señalándose la secuela de una picadura muy próxima a la cuenca ocular.
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