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Juan Carlos Aguilar, el falso shaolín. Luis Calabor
Un monstruo en el corazón de Bilbao

Un monstruo en el corazón de Bilbao

La Memoria Negra ·

El falso shaolín secuestró y violó a dos mujeres, a una de las cuales la descuartizó en su gimnasio de artes marciales de la calle Máximo Aguirre, en junio de 2013

Miércoles, 25 de septiembre 2019, 00:20

Es uno de los casos que más ha conmocionado a la sociedad vasca y que lleva a exclamar que la realidad siempre supera a la ficción. Juan Carlos Aguilar, que entonces tenía 47 años y se presentaba sin serlo como el primer monje shaolín occidental, secuestró y agredió sexualmente a dos mujeres, Ada Otuya, nigeriana de 25 años, y Yenny Revollo, colombiana de 40, en su gimnasio de artes marciales de la calle Máximo Aguirre, en pleno centro de Bilbao. A esta última, además, la descuartizó y guardó sus restos en bolsas de basura de las que se fue deshaciendo.

El monstruo fue descubierto de pura casualidad el 2 de junio de 2013 a primera hora de la tarde. Una mujer que viajaba en un coche observó cómo un hombre (Aguilar) arrastraba por los pelos a una mujer (Ada) hacia el interior de una puerta con rejas en el número 12 de Máximo Aguirre, y llamó al 112. La joven prostituta, a la que el shaolín había recogido en la calle la madrugada anterior, había tratado de escaparse. Cuando llegaron las primeras patrullas, tuvieron que derribar la puerta y una vez dentro destaparon un auténtico museo de los horrores. En un habitáculo oscuro con un camastro descubrieron a Ada Otuya amordazada y atada de pies y manos, con un hilo de vida. Falleció pocos días después en el hospital de Basurto.

Junto al tatami, los agentes se encontraron con el horror, restos humanos troceados guardados en bolsas de plástico. Había más en la terraza de su domicilio, en la calle Iturriza. En un primer momento, los investigadores llegaron a temer que pudiera haber más víctimas y buscaron entre las denuncias por desaparición, aunque finalmente se descartó. La investigación de la Ertzaintza destapó una personalidad megalomaniaca y aterradora, capaz de las peores atrocidades. Aguilar mantenía una relación de dominación con una decena de mujeres al mismo tiempo. Con algunas de ellas practicaba sadomasoquismo.

«Sí, lo reconozco todo»

A Ada y a Yenny las drogó y mantuvo relaciones sexuales con ambas en estado de semiincosnciencia, antes de golpearlas hasta la muerte. A una de sus amantes, con los ojos tapados, la obligó a tocar el cadáver de Yenny. Todas estas escenas las iba fotografiando con su cámara Canon, imágenes que se convirtieron en pruebas en su contra.

Luis Calabor

Llegó el día del juicio, uno de los más esperados de los que se han celebrado en la Audiencia vizcaína, que atrajo a decenas de televisiones, radios y periódicos. La expectación generada se topó con la actitud hierática del acusado. Mantuvo en el banquillo la misma posición durante toda la sesión, con los ojos cerrados y las manos cruzadas por delante, como si estuviera meditando. «Sí, lo reconozco todo», se limitó a contestar a preguntas del fiscal, para quienes los hechos que se iban a juzgar representaban «la maldad humana». La existencia o no de ensañamiento fue una de las claves de la vista oral. Finalmente, el jurado le declaró culpable y el magistrado-presidente no aplicó la pena máxima y condenó al 'sifu' (maestro de artes marciales) a 38 años de prisión por los dos asesinatos. Las acusaciones no recurrieron la sentencia, que se hizo firme. Desde entonces, el falso shaolín permanece en prisión.

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