El francés enajenado que atropelló a cinco peatones y mató a dos

Pascal Joseph E., de 24 años y vecino de Bayona, dejó un reguero de sangre y muerte a su paso por Bilbao el 24 de noviembre de 1989. El joven cogió un coche, marca 'Honda Accord', cuyo dueño denunció después el robo, en la localidad vascofrancesa de Anglet, donde había acudido a visitar a su abuela. Salió de allí sobre las 22.00 horas y a las 23.30 atravesaba el puente de la Salve. El joven sufría una «esquizofrenia desorganizada», aunque los expertos en psiquiatría descartaron que sus facultades estuvieran completamente anuladas debido a la extensa duración de los hechos, unas tres horas contando con la huida.

Los especialistas discutieron en el juicio si actuó en pleno brote psíquico o si era parcialmente consciente de lo que hacía. En su declaración, alegó que no recordaba «nada» y que se enteró de todo «por los periódicos». Cuando encaró la Alameda de Rekalde a unos cien kilómetros por hora, según los testigos, cambió de carril para embestir a un peatón que cruzaba en ese momento la calle, hiriéndole en una pierna. Este hombre sobrevivió, pero otras de sus víctimas no tuvieron tanta suerte. Con un intervalo de diez minutos entre cada atropello, arrolló después a otras cuatro personas, matando a dos de ellas.

En la Alameda de Urquijo se saltó un semáforo en rojo y se llevó por delante a otro viandante, que sufrió numerosas heridas de las que tardó 97 días en curar. Pascal Joseph siguió su alocada carrera por la calle Egaña, donde un joven de 20 años, conocido como 'Ritxi', caminaba con un grupo de amigos entre unos coches aparcados en batería. 'Ritxi' ingresó en el hospital con el encefalograma plano debido a las heridas y murió cuatro días después.

En Rekalde-Betolaza alcanzó a una mujer de 56 años derribándola al suelo. El conductor llegó a apearse y asestar a la víctima nueve puñaladas en un costado, pese a lo cual la mujer logró sobrevivir. Finalmente, en El Peñascal, arrolló a un señor, frenó, cambió de dirección y volvió a pasarle por encima provocándole esta vez la muerte en el acto. Fue su segunda víctima mortal.

El enajenado emprendió entonces el regreso hacia Francia, pero la Ertzaintza consiguió interceptarle en el peaje de Zarautz, donde fue detenido. La Policía Municipal se encargó de realizar el atestado. Cuatro años después, tras una compleja instrucción, la Audiencia vizcaína le condenó a 64 años y ocho meses de cárcel por dos asesinatos consumados y otros tres frustados, después de aplicarle la eximente incompleta de enfermedad mental. En la resolución, los magistrados aconsejaron su ingreso en una prisión al uso con el tratamiento médico preciso y descartaron, por el momento, adoptar una medida de seguridad de las que en la actualidad se adoptan con los enfermos psicóticos. El Supremo confirmó la pena.

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