
El crimen sin resolver de Olga Casas
La memoria negra ·
Una joven de 19 años fue estrangulada y su cuerpo fue encontrado semidesnudo en el patio de un colegio de Portugalete en noviembre de 1990. Los autores siguen impunesSecciones
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La memoria negra ·
Una joven de 19 años fue estrangulada y su cuerpo fue encontrado semidesnudo en el patio de un colegio de Portugalete en noviembre de 1990. Los autores siguen impunesOlga Casas, de 19 años, era la menor de tres hermanos en una familia emigrante gallega afincada en Portugalete. Como no le gustaba estudiar, había comenzado a trabajar en el servicio doméstico. La joven frecuentaba un bar, al que solían ir también algunos traficantes. Un mes antes del crimen, la joven fue cacheada en una redada policial y estaba «limpia». Sara Rodríguez, la madre de Olga, estaba convencida de que su hija «sabía demasiado» y por eso la mataron. «Estuvo en el lugar inadecuado en el momento menos oportuno y escuchó algo que no debía», repetía con su típico acento de Orense.
Ocurrió el 4 de noviembre de 1990, hace ya casi 29 años, y el caso sigue sin resolver y ya prescrito. Olga había acudido a la fiesta de cumpleaños de una amiga y, sobre las dos de la mañana, ella y varios invitados más decidieron volver a casa, pero nunca llegó. Su cuerpo sin vida fue hallado por el jardinero del colegio de Las Javieranas en el patio sobre las siete de la mañana de ese mismo día. El cadáver estaba semidesnudo, le faltaba la camiseta y la ropa interior, y llevaba los pantalones por los tobillos y calzado. La joven no había sufrido ninguna agresión sexual. El o los asesinos la habían asfixiado mediante estrangulamiento a lazo y seccionado después la yugular.
Una de las principales incógnitas del caso se centró en el lugar del crimen. En el centro educativo no se habían encontrado restos de sangre, por lo que fue descartado. Tampoco se llegó a saber nunca cómo habían entrado en el patio los agresores, ya que la puerta estaba cerrada con llave y no había sido forzada. El jardinero fue investigado y no tenía ninguna participación en el crimen. Tampoco estaba claro el móvil, ya que junto al cuerpo se encontraron varias joyas desperdigadas (seis pulseras de plata, una chapa y los pendientes), y la cartera con dinero, por lo que el robo quedó descartado.
Cinco años después, en 1995, fue asesinada otra chica de Portugalete. Los agentes de la Guardia Civil destinados a investigar este caso decidieron incluir en sus pesquisas el de Olga Casas, aunque concluyeron que no tenían ninguna relación. Entonces, apareció un testigo protegido que dio un vuelco a la investigación. Según reveló el 'señor T', como se le llegó a conocer en el sumario, había escuchado una conversación de la que se desprendía quiénes eran los autores del asesinato. Tres individuos con antedecentes, de una banda conocida como los 'revientacajeros', fueron detenidos en febrero de aquel año. Sin embargo, se demostró que uno de ellos se encontraba en el momento de los hechos en una cárcel de París y no había disfrutado de ningún permiso. Los otros dos sospechosos también quedaron en libertad al dar negativo el cotejo de ADN con un pelo canoso hallado en la escena.
El testigo reconoció después que había declarado empujado por los celos y por el enfrentamiento con uno de los acusados por una mujer, por lo que era posible que hubiera malinterpretado las palabras. Las acusaciones fueron sobreseídas. Aunque policial y judicialmente el caso quedó cerrado, para la familia de Olga su recuerdo ha permanecido siempre vivo. Cada día debían pasar por delante del patio en el que había sido encontrado su cadáver, ubicado a 50 metros de la casa familiar.
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