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Se decía muy rápido: Class. Fue hasta hace unos días la mejor tienda de corbatas y pañuelos de Bilbao. Dejará de anudar cuellos y envolverlos con sus delicadas sedas. Uno de los clásicos del comercio de la capital vizcaína ha bajado también la persiana. Con ... casi tres décadas de historia a sus espaldas, el emblemático comercio ha sido incapaz de obtener una rebaja del alquiler por parte de los dueños del inmueble, otro clásico de la villa, con las rentas más desorbitadas y fuera del mercado en España, junto a Madrid y Barcelona. Pocas veces arrendatarios y arrendadores llegan a un acuerdo que facilite la continuidad comercial en tiempos tan críticos.
Class parecía un intruso en un tramo de calle convertido en la zona de poteo más pija de Bilbao desde hace unos años acá. Pero solo lo parecía, porque llegó mucho antes que bastantes bares y restaurantes cuando este eje era difícil de transitar, con estrechas aceras y los automóviles rozando a los transeúntes. Pegado al Magnum y a El Puertito, mantiene enfrente a López Oleaga, una casa de alimentación fundada en 1904. Era el espejo en el que se miraba. La tienda de complementos se había ganado desde hace tiempo la fidelidad de una clientela que nunca le había hecho un feo, pero la pandemia ha resultado un examen imposible de superar.
De diseños arriesgados, aunque también de lo más convencionales para una clientela más conservadora, Class vendió corbatas de lujo. De las mejores firmas: Versace, Etro, Yves Saint Laurent... También fulares de Kenzo, Dolce&Gabbana, Dior y Valentino. Hizo las delicias de los y las 'fashion-victims', que también los hubo. Atendía por igual a hombres que mujeres.
En la esquina de Ledesma con Astarloa, este pequeño rincón de 33 metros cuadrados que se alquila de nuevo fue un reducto exclusivista de los que cada vez quedan menos. La calidad del comercio bilbaíno pierde enteros a una velocidad de espanto con la desaparición de negocios como este.
Contaban algunos portales de moda que desde desde su nacimiento Class intentó garantizar un toque de distinción, clase y estilo en todos sus complementos. Vendía también chales de fiesta. Acercó antes que los comercios de muchas ciudades las corbatas de Moschino, Lacroix, Leonard, Gianfranco Ferré o Jean Paul Gaultier. Siempre lo último. También ofrecía bisutería, como anillos, collares o pulseras.
En la tienda predominaba el colorido y la cuidada puesta en escena de su escaparate, abundante en variedad sin llegar a empalagar. Especializada en regalos personales y de empresa, era, teoría, la tienda de los pañuelos para ellas de las corbatas para ellos. Pero solo en teoría porque hizo del género unisex su razón de ser. Su cierre supone otro golpe a la línea de flotación de una ciudad cuya corporación trata de mediar entre propietarios de inmuebles y comerciantes para insuflar apoyo a un sector cada vez más con el agua al cuello.
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