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La Atención Primaria que se presta en las comarcas más rurales se ve ya muy afectada por la falta de profesionales, algo que se podría agravar aún más en el futuro por la creciente escasez de facultativos. Tres médicos de pueblo cuentan cómo es su ... día a día y cómo valoran los cambios planteados por Gotzone Sagardui para hacer frente a este escenario en el futuro: mayor movilidad, algunos consultorios atendidos por enfermeras y otros cerrados en verano.
Cuando Aitor Larrinaga escuchó el miércoles a la consejera de Salud hablar de un futuro de mayor movilidad de la ciudadanía para recibir atención por la falta de profesionales en la Atención Primaria y de consultorios atendidos solo por personal de enfermería no daba crédito a lo que oía. «Con todo el respeto, me sonó como si estuviésemos en África en lugar de en Euskadi y a que desde Osakidetza habían tirado la toalla, cuando hemos sido durante años una referencia sanitaria», valora. A sus 61 años Aitor reparte su jornada laboral entre Ispaster y Lekeitio. Sobre el papel trabaja de 10 a 17 horas, aunque en la realidad está disponible mucho más tiempo. «El jueves me llamaron a las siete de la mañana para una atención en un caserío. Así que para allí fui. Son mis pacientes. ¿Qué iba a hacer?».
En Ispaster la mayoría de la población es mayor, por lo que desplazarse a otras localidades les supone un problema. «Los pacientes me dicen que no me jubile porque temen que cuando yo no esté no venga nadie a ocupar mi plaza como les ha pasado a los vecinos de Amoroto y Mendexa», comenta. Aitor recuerda la época en la que «en verano llegaban médicos desplazados de apoyo, porque esta es una zona que en vacaciones aumenta mucho su población». Ahora, de las nueve plazas asignadas a la unidad de Atención Primaria con cabecera en Leketio, en verano, entre vacaciones y bajas, hay semanas que solo están cuatro o cinco galenos para dar servicio a Lekeitio, Ispaster, Ea, Amoroto, Aulestia o Mendexa, entre otras localidades. «A los médicos jóvenes les cuesta venir a los pueblos. Es su última opción y en cuanto tienen la oportunidad se van a las ciudades. Algo tiene que hacer Osakidetza para incentivar estos puestos y que les sea atractivo venir, porque si la Atención Primaria no funciona eso va a repercutir para mal en las Urgencias y los hospitales», advierte.
Carmen Rodríguez es una defensora y enamorada de la medicina rural. No cambiaría por nada el contacto y la confianza que tiene con sus pacientes. Pese a que ello le obligue a realizar decenas de kilómetros todos los días para pasar consulta, atender domicilios, acudir a las urgencias que puedan surgir en cualquier punto de su zona y asistir a sus pacientes «casi a cualquier hora» que lo necesiten.
Es por ese apego por lo que esta médica de pueblo está muy preocupada con el anuncio hecho por Sagardui. «Quitar una plaza médica en estas zonas es cerrar ese consultorio. Nuestros pacientes son mayores, con muchas patologías, algunos dependientes... Decirles que se tienen que desplazar 15 kilómetros para que les vea el médico de otra localidad les supone un trastorno enorme porque no conducen y alguien les tiene que llevar», recalca. Rodríguez, miembro del Sindicato Médico, advierte que con decisiones de este tipo «los pueblos se van a vaciar más, porque les quitan servicios». «Lo que tienen que hacer es convertir en atractivas estas plazas y no proponer consultorios solo con enfermeras. Cada uno tenemos nuestra labor y son complementarias. Con decisiones así –insiste– solo se cargan la sanidad pública».
Mati Iturralde lleva 20 años entregada a la medicina rural. Ejerce en Zuia junto a varios compañeros. Desde allí dan cobertura a cinco municipios de la zona. «Lo normal es que cada médico estemos en nuestro consultorio, pero si falta algún compañero nos cubrimos y toca recorrer más distancias». Entre unos pueblos y otros llegan a tener «hasta 50 kilómetros de distancia». Como ocurre en todas las zonas rurales, la mayoría de sus pacientes «son personas mayores, muchos de ellos con patologías crónicas y dificultades para moverse». También acuden a las residencias de ancianos de la zona.
Iturralde cree que Sagardui no conoce cómo es la actividad sanitaria en el ámbito rural, «porque nosotros ya trabajamos en equipo con el personal de enfermería, como pide que hagamos». Y tiene claro que el problema de falta de médicos de familia no se debe a salarios bajos. «No es un tema económico, es por cómo se trabaja. Son las condiciones lo que hace que no sean atractivos estos puestos. Tenemos mucha carga laboral y eso dificulta compaginar nuestros proyectos vitales», apunta. Ese es otro ámbito en el que considera que Osakidetza tiene campo de mejora.
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