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SERGIO LLAMAS
TRUCÍOS.
Jueves, 2 de noviembre 2017, 01:00
Miles de vizcaínos y cántabros eligieron ayer Trucíos para disfrutar de la jornada festiva, el buen tiempo y el sector primario. Un año más, el queso fue la excusa para una feria encartada, aunque hubo sitio para otros productos del entorno e, incluso, locales. Miren ... Aguirre Madariaga y Julen Castillo habilitaron por primera vez un puesto de ventas de alubias cultivadas en el propio municipio.
«Hay poca, pero todavía queda gente que se dedica a la agricultura y a la ganadería en este pueblo. Como siempre, se acaba plantando de más, este año nos hemos animado», subrayó la mujer, que vendía tres variedades de alubia: una negra tolosana, que se vuelve roja al cocinarla, la blanca tradicional y la verde, más pequeña y típica de Trucíos. «Es una alubia que se hace en seguida, tiene la piel fina y gusta mucho al paladar. Aquí es la que más se consume», apuntó Castillo, de 21 años.
Aunque él estudia Turismo en Bilbao, también es un habitual de la huerta. Una ocupación de la que cada vez reniegan más los jóvenes y que a sus compañeros de clase les resulta totalmente ajena.
Ainhoa Ibáñez y su marido, Ángel Fernández, que producen los quesos de oveja Amalur, no son de Trucíos, pero sí de al lado mismo. Proceden de la zona de Armañón, en Carranza. «Aquí ya nos conocen y estamos como en casa», aseguró ella mientras despachaba las piezas.
Este año su queso estrena etiqueta. En ella aparece la imagen de una de sus ovejas carranzanas de cara negra, especie en peligro de extinción, y una pequeña fotografía de un lobo acompañado del lema: 'Estas ovejas conviven con el lobo'.
«Fue idea de mi mujer», explica Ángel, que tiene un rebaño de unas 600 cabezas y que en los últimos tiempos viene lidiando con los quebraderos de cabeza y los gastos extra que le acarrea este depredador. «Dejo las ovejas en un cercado, pero aún así hay que bajarlas todas las noches y subirlas de madrugada, lo que quita tiempo de estar con la familia y supone un desembolso importante de gasolina. Además, tenemos que comprar y mantener a media docena de mastines para tenerlas protegidas», detalla. Como ese esfuerzo no ha repercutido en el precio final del queso, al menos han decidido añadir ese detalle en la etiqueta.
Este año los puestos se repartieron por el centro y la prueba de quesos, a cargo de Jesús Oleaga, del comité de cata del queso Idiazabal, se celebró en la plaza de toros. «Cuando se hacía en el colegio había gente a la que le costaba entrar», explicó el alcalde, José Manuel Coterón.
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