
Diana Martínez
Santurtzi
Jueves, 20 de marzo 2025, 15:51
El grupo Lapurdi, que da a José Miguel de Barandiaran, la calle que baja desde Kabiezes al centro de Santurtzi, lleva «dos años en lucha» para reclamar al Ayuntamiento que instale un muro de contención o una malla metálica para atajar el problema de seguridad que hay junto a la vivienda del número 5. Detrás existe una ladera que, con el paso del tiempo y las fuertes lluvias, la maleza ha ido poco a poco colonizando hasta hacer que el suelo ceda y deje al descubierto todo tipo de enseres, basura y piedras. Hace poco más de una semana cayó desde tan alta altura una impresora, que se hizo añicos aunque afortunadamente no provocó mayores daños ni heridos, y previamente se desprendió un «jarrón de cristal que dañó a un vehículo aparcado debajo», afirmó la semana pasada a este diario Pedro Talleda, uno de los vecinos afectados, tras denunciar que «llamamos para que lo solucionen pero no hacen ni caso, y tenemos miedo de lo que pueda llegar a pasar».
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Ante los hechos, el Ayuntamiento ha confirmado que estudiará cómo solventar la peligrosidad de la ladera. Preguntado a este respecto, el Consistorio ha afirmado a este periódico que «no tiene constancia de esta situación» y que «no se ha recibido ninguna comunicación al respecto». No obstante, desde el equipo de gobierno (PNV) señalan que «se está realizando un estudio de la zona para determinar la titularidad del terreno y evaluar las posibles soluciones para abordar el problema».
Entretanto, los vecinos continúan viviendo con el temor de que les pueda caer algún objeto pesado encima. «Hay un inodoro viejo enganchado a una rama seca, una mesa de terraza, una puerta, un cubo y más cosas viejas y rotas. Con viento y lluvia se escucha a veces el deslizamiento de algo, y como esto ceda más, pasará algo grave, los escombros caerán sobre nuestras cabezas. Esto es muy peligroso», alertaba la semana pasada a este diario Ainhoa Sánchez, quien recordaba que el otro día un vecino de avanzada edad paseaba a su perro por la zona cuando volvieron a precipitarse restos. No llegó a ocurrirle nada, «¿pero es que tiene que pasar algo grave para que nos hagan caso?», advertía la mujer.
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