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Diana Martínez
Portugalete
Miércoles, 14 de febrero 2024, 09:09
«San Valentín es una celebración comercial, pero hemos querido darle un toque solidario». Así anuncia Belén Peña, miembro de Creando Futuros, la nueva campaña de la ONG de Portugalete. Cientos y cientos de corazones hechos a mano y que tienen uno de los fines ... más nobles que existen, ayudar a los más necesitados. Más concretamente, a una escuela infantil de Senegal con la que la entidad lleva colaborando años y donde los más pequeños pueden formarse para lograr un futuro lo más digno posible.
Corazón es lo que tienen los 130 miembros de esta ONG, y corazón es lo que venden. «Un equipo de voluntarias cosen a lo largo del año broches en forma de corazón que ponen a la venta durante estos días por un euro solidario», explica Peña. Aprovechan las telas, les dan forma, cosen y 'voilá', un corazón distinto cada vez pero que alberga la misma promesa, la de ayudar a los que menos recursos tienen.
El dinero recaudado se destinará íntegramente al comedor de una escuela infantil en el barrio de Zonzonatel, en la ciudad senegalesa de Mbour, una ciudad en línea de costa con más de un millón de habitantes. «Darles de comer cada día es un buen objetivo, y entre todos con nuestro granito de arena podemos conseguirlo», expresa Belén. En total, se busca alimentar a 106 pequeños de 3, 4 y 5 años. Además, se trata de una escuela que se levantó con esfuerzo desde Creando Futuros, en Portugalete. Como ONG nació en 2011, pero desde 2006 ayudan con la causa y hoy en día continúan. De hecho, «actualmente está en Senegal la pediatra revisando a todos los niños para detectar posibles problemas de salud que puedan tener e intervenir en ellos. Sobre todo, detectar si hay anemias severas, que es lo que más nos preocupa», añade.
¿Cómo comenzó esta noble labor? «De forma muy casual», explica Peña. En 2006, un grupo de mujeres viajaron a Senegal «fuera del circuito turístico. Queríamos conocer la realidad del país, especialmente en la salud y la educación, porque sabíamos que no había una sanidad pública y que las niñas no tenían plazas para estudiar. Pensamos qué podíamos hacer para mejorar su situación». En aquella época las plazas escolares solo eran para los hijos varones porque en esa sociedad entendían que «ellos son quienes van a tener un trabajo a futuro y sacarán a la familia adelante económicamente, mientras que a las niñas se les enseña a llevar una casa desde muy pequeñas».
Este grupo de mujeres se volcó así en el fin de dar a esas niñas la oportunidad de crecer, aprender y que tengan un futuro lo más digno posible. «Durante los primeros años juntamos dinero de amigos y familiares para matricularlas. Llevábamos un contrato para que las familias se comprometiesen a que la prioridad de las pequeñas era su formación, no el cuidado del hogar», recuerda Peña. Así alcanzaron las sesenta matrículas. A partir de 2011, cuando se creó oficialmente la ONG, la escuela creció y ahora es mixta. A día de hoy, algunas de esas niñas que acudieron a la escuela en sus inicios ya están en la universidad y haciendo formaciones profesionales. «Que tengan un futuro digno y que puedan ayudar en su casa pero con su trabajo, no solo lavando la ropa, es un éxito, nos sentimos muy satisfechas», exclama la jarrillera.
Por todo ello, y con el fin de seguir poniendo nuevos granitos de arena, durante estos días la ONG está vendiendo los broches solidarios. El centro comercial Ballonti les cedió la semana pasada un hueco y varios comercios colaboran (Kopiplan, Mercería Begistak, Peluquería Hair Style y Peluquería Itziar), así como la escuela de Zubeldia (Portugalete), el colegio Calasanz (Santurtzi) y la Fundación Peñascal (Bilbao).
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