Sergio LLamas
Portugalete
Viernes, 5 de junio 2020, 12:59
La ocupación de la casa de Vitori marcó un antes y un después para el barrio portugalujo de Repélega. La marea humana que se movilizó en octubre del pasado año, y que logró la expulsión de las personas que había arrebatado su vivienda a ... la mujer, de 95 años, prendió una chispa que sigue viva en este enclave. Así lo han demostrado las dos movilizaciones nocturnas celebradas esta semana, en las que se han liberado otras dos viviendas de la zona, una este miércoles -con cerca de una veintena de jóvenes conflictivos-, y otra este jueves. «Es un barrio que tiene mucha identidad y donde la gente es muy solidaria con sus vecinos», explica el alcalde de la villa, el socialista Mikel Torres.
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Si uno se ciñe al distrito electoral, Repélega es el cuarto núcleo en población de Portugalete, con 4.645 vecinos (uno de cada diez). Sin embargo, en la práctica muchas calles del entorno forman parte del barrio. De ahí que esté considerada como la zona con más residentes de una localidad que lidera en Euskadi la tabla en densidad demográfica, con 189 domicilios por hectárea urbana. Tal cantidad de población ha contribuido a generar un sentimiento de hermandad. «Aquí la mayoría lleva muchos años conviviendo, y al que no conoces de tener trato directo le conoces como mínimo de vista», explica María Ángeles Bermejo, presidenta de 'Las Amigas', la asociación cultural de mujeres del barrio. «Somos gente tranquila y trabajadora, que no quiere problemas», reflexiona esta vecina que llegó con su marido al barrio hace 48 años. En este tiempo ha comprobado que Repélega también es una zona segura. «No he conocido a una sola familia con la que hubiera que tener cuidado», afirma.
Lo único que María Ángeles «no tolera» es que se acuse al barrio de racista. «Eso bajo ningún concepto», advierte. «No hay más que mirar todas las tiendas de gente de fuera que tenemos aquí y a las que acude todo el mundo. La gente está integrada», reivindica. Lo mismo piensa Jesús Pocero, uno de los implicados en la movilización para liberar la casa de Vitori. Cumplirá 62 años en agosto y ha pasado toda su vida en Repélega. «Es muy fácil decir racistas o xenófobos, pero aquí hemos tenido gente de fuera toda la vida. La vecina de mi madre era de Marruecos y sus hijos eran como hermanos para mí», ejemplifica.
Pocero describe Repélega como «una barriada obrera con muchos años de historia», y no le falta razón. En sus calles se ubican los tres conjuntos históricos de casas obreras de Portugalete: El Progreso, Villanueva y Babcock Wilcox. Sin embargo, a pesar de lo que pueda parecer, es al mismo tiempo el barrio más joven del municipio, ya que sus cerca de 2.030 viviendas tienen una antigüedad media por debajo de los 29 años, frente a los 45 del cómputo de Portugalete.
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Su carácter histórico y su espíritu joven no son la única contradicción de Repélega. También es una zona central del municipio, y sin embargo hasta 1933 formaba parte de Santurtzi. «Repélega siempre ha sido una zona céntrica y bien comunicada con el resto de Portugalete», defiende el alcalde de la villa. Para Torres considera que la expansión de Ballonti queda ya fuera del núcleo del barrio, y por eso la aparición del centro comercial en 2008 no ha alterado la vida diaria del barrio. En cuanto al movimiento popular contra los desalojos, el Ayuntamiento sólo ha intervenido para «evitar la conflictividad social». «Intentamos que no haya ocupaciones y cuando surgen tratamos de mediar para que no haya problemas», detalla el alcalde.
Eso fue lo que ocurrió durante varios meses en el bajo ocupado de la calle Federico Martínez, desalojado esta semana. La vivienda era propiedad de una entidad financiera, y los primeros inquilinos no causaban problemas. Hasta que llegaron casi una veintena de jóvenes... Ahora a los vecinos les está llegando información de otra posible vivienda ocupada. Aunque en general comparten que las actuales leyes contra la ocupación son ineficaces, tampoco se consideran un movimiento. «No somos Robin Hood, ni venimos para quitarle el trabajo a la Ertzaintza», resume Felipe Mezquita, que vive enfrente del piso de chavales desalojados.
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