sergio llamas
Lunes, 1 de noviembre 2021, 16:10
Elevado en las alturas, con una vista área del pequeño pueblo encartado y de una gran extensión de terrenos verdes interrumpida sólo por la silueta de Los Jorrios, el cementerio de Trucíos ha sido este lunes un lugar silencioso y con el olor de las ... flores frescas. Un goteo de familias ha acudido durante toda la mañana al camposanto, originario de 1889, para limpiar los nichos y reencontrarse con sus familiares. Así lo han hecho, entre otros, los hermanos José Luis y Josetxo Iturbe, residentes en Castro aunque originarios del municipio. «El año pasado no pudimos venir por las restricciones que impedían pasar de Cantabria a Bizkaia», han recordado.
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Como crecieron en el municipio, los dos hombres recuerdan bien el cementerio que ha cambiado poco en estos años. «Han ido quitando enterramientos en el suelo para añadir nichos, pero por lo demás sigue igual», han explicado disfrutando de las vistas que ofrece el lugar. Muchos familiares suyos descansan allí, incluidos tres de sus cuatro abuelos que fallecieron a la vez. «Fue durante un bombardeo aéreo en la Guerra Civil. En Trucios murieron varias personas porque alguien dijo que aquí se almacenaba munición. Ellos estaban ensayando cuando tuvo lugar el bombardeo», han detallado.
La carretera que asciende hasta el cementerio de Trucíos serpentea desde la iglesia de San Pedro de Romañana y finaliza en un pequeño aparcamiento, junto al que se ubica la entrada de estilo neogótico. Bajo su arco ojival han desfilado varias familias durante toda la mañana. Así lo ha hecho el santurtziarra Javier García, que lo ha visitado para llevar flores a su padre, junto a su hermana y su madre. «Mi aita nació aquí y le enterramos aquí hace diez años», ha explicado el hombre, que tiene que conducir durante unos 50 minutos para visitar la lápida. Tampoco él pudo acudir el pasado año, por las limitaciones a la movilidad. Su familia también ha aprovechado además para acicalar y dejar unos ramos junto al nicho de sus abuelos, en un instante al mediodía en el que prácticamente se encontraban solos en el lugar.
Milagros Ortiz también vive en Santurtzi junto a su marido, Alejandro Ampuria, aunque es nacida en Trucíos. «Es un pueblo muy bonito y desde aquí las vistas son preciosas», han reconocido tras la tradicional visita por Todos los Santos. «Aprovecharemos que hay feria –el Gazte Eguna– para tomar algo por el pueblo antes de irnos», han añadido.
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