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Mari Carmen Torres junto a su marido, Miguel Bardeci, y varias de sus alumnas en Sollano en los años cincuenta del pasado siglo. Ayuntamiento de Zalla

Cuando las maestras eran mucho más que educadoras

La faceta transgresora que mostraron en Zalla varias profesoras del siglo pasado al animar a las alumnas a ser libres e independientes sale a la luz a través de un libro

Laura González

Martes, 28 de marzo 2023, 20:16

Todo el mundo guarda con mejor o peor recuerdo a alguno de los profesores que tuvo durante su primera etapa académica, esa en la que la personalidad se empieza a modelar, y en la que el universo se va abriendo ante tus ojos, descubriendo infinidad ... de conceptos, empezando a entender todo lo que te rodea. Un camino en el que los maestros juegan un papel importante, el que han querido recalcar en clave de mujer en Zalla, con la reciente publicación de un libro editado por el Ayuntamiento encartado. Esta obra repasa la historia de los centros educativos y de sus protagonistas, entre los que destacan varios nombres de profesoras transgresoras que trataron de educar a varias generaciones de niñas fuera de la sumisión que se presumía el pasado siglo para ellas.

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Consuelo Robredo fue una de ellas. Encargada de la docencia en la escuela unitaria de Aranguren desde mediados de los años veinte hasta el estallido de la Guerra Civil, luego tuvo que solicitar su readmisión en la plantilla del personal municipal. «Fue una profesora a la que se le quería mucho», cuenta la escritora de este libro, Marta Zaldibar. «Se preocupaba mucho por sus alumnas y quería que pudieran aspirar a algo más que a amas de casa o empleadas de la fábrica de papel del pueblo», añade, después de haber recabado más de una treintena de testimonios, tanto de antiguas maestras como de familiares y estudiantes.

«Alberta Retana logró que una niña con síndrome de Down leyera y escribiera, un colectivo que sufría entonces exclusión social»

Esas voces también destacaron la figura de Asunción Domínguez, a quien consideraban «una mujer muy adelantada a su época». Empezó a dar clase en Zalla en 1912, en un aula de niñas que había en los bajos del antiguo edificio del Ayuntamiento, y luego en El Corrillo. «Quería que todas estudiaran para que pudieran ser autónomas e independientes». En ese mismo centro Alberta Retana también se salía de la línea marcada. «Su marido daba clase allí mismo a los niños y si él faltaba les juntaba a todos para que pudieran seguir la lección, saltándose la segregación», relata Zaldibar, contando que logró enseñar a una niña con síndrome de Down a leer y a escribir con corrección, «cuando este colectivo sufría una gran exclusión social». Otro de estos ejemplos que permanecen aún vivos en la memoria de muchas es el de Mari Carmen Torres, «tranquila y paciente», que dio clase junto a su marido, Miguel Bardeci, durante décadas en Sollano.

Mano de obra barata

Guías todas ellas en una época difícil para ser mujer. «En la Segunda República se alcanzaron derechos civiles avanzados que se perdieron con la dictadura, siendo relegadas tanto las maestras como las alumnas a un papel subordinado», señala la escritora. «Las niñas empezaron a recibir una educación diferente. Por las mañanas la lección, pero por las tardes a coser, hasta los 14 años. Entonces se iban a casa a hacer labores, esperando el matrimonio, o se empleaban en una fábrica del pueblo como mano de obra barata hasta que se casaban». El papel escrito para unas y otros era diferente, pero hubo maestras que se empeñaron en Zalla en que ellas no estuvieran a la cola.

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