ANE ONTOSO
Martes, 10 de enero 2023, 01:16
Los usuarios habituales del bote que une Portugalete con el barrio getxotarra de Las Arenas se mostraban sorprendidos este comienzo de año por la nueva presencia femenina a los mandos de la embarcación. Amaia Martínez, vecina de Romo, se ha convertido en la primera mujer ... que pilota el emblemático gasolino.
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Aunque no es algo que a ella le pille de nuevas, porque también ha sido pionera en otras circunstancias. Como cuando trabajó de mecánica en un astillero de Venecia durante cinco años, algo que no se había visto allí en más de un siglo. O como en su trabajo en la limpieza de la ría de Bilbao. También cuando estudiaba. «No es algo que busco, me pasa –revela divertida–. No me las quiero dar de nada». Quizá se deba a su carácter inquieto e inconformista. «No me conformo con que como mujer no puedas hacer esto o lo otro. Tampoco soy de oficina», explica la mujer que está a punto de cumplir 50 años.
Formada con un primer grado de delineación en la construcción y un FP de segundo grado en mecánica naval, desde el 1 de enero traslada viajeros de una margen a otra con soltura y buen humor. «¡Me lo estoy pasando pipa! Hay mucho trajín, mucha vida entre las dos márgenes –confesaba en sus primeros días–. Cuando limpiaba la ría era una embarcación más de fuera borda, más salsero. Al final esto es como los coches, cada uno tiene lo suyo».
Amaia se une así a Juanma e Ibai, una tríada de boteros que todos los días del año, salvo Navidad, Año Nuevo y Reyes, lleva una de las dos embarcaciones con las que cuentan para dar el servicio. «Es un fichaje nuevo para esta temporada, que ha sorprendido mucho entre los clientes», cuenta el gerente de la agrupación, Diego Olabarria. La semana pasada dijeron adiós a Javi, que ha sido botero durante más de tres décadas.
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En la embarcación cruzan cada día una media de mil pasajeros, «la mayoría mujeres», afirma. Así aguanta el pulso del Puente Colgante, un coloso que acoge una media diaria de 8.155 personas, 647 vehículos, 301 bicicletas, 122 motos y 43 furgonetas, según los datos del último año. En este, precisamente otra mujer recibe este inicio del año en la barquilla, Amaia Atxa, tocaya de la botera, que se turna con otro equipo de profesionales.
A la competencia del Puente de Bizkaia se suma el precio del gasoil que, en cuatro años, ha pasado a costar «más del triple», asegura Olabarria. El precio del ticket, sin embargo, solo se ha incrementado en 10 céntimos en todo ese tiempo. Son 0,50 lo que pide este pasaje, 0,85 si el viajero lleva bicicleta, para un viaje de tres minutos y una frecuencia continua desde las 6.45 hasta las 21.30 horas. Por eso, para él no estaría de más «una ayudita de vez en cuando», y no se refiere en exclusiva a las económicas, sino quizá «tratar de regular y repartir los pasajeros con el puente».
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El pasaje de Portugalete con botes de remo data desde el año 1757, antes de que el Puente Colgante llegara en 1893. Los usuarios que cruzan la ría eligen uno u otro por motivos dispares de comodidad, rapidez o hábitos. Maleny Velarde prefiere el puente porque «coincido más cuando llega». También Manuel González lo elige, porque «tengo inestabilidad y es más estable».
A Cinthia Rolón le gusta pasar en bote «cuando hace bueno». Otro de los habituales del gasolino es Iñaki Basterretxea, que evoca las antiguas «colas interminables» de los domingos para cruzar. «Siempre que puedo apoyo el bote, me parece un robo lo que cobra el puente (0,50 céntimos), que considero que tiene más ventajas. Se ha convertido en un parque turístico».
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La radiografía se antoja oportuna tras la desdicha del gasolino de Erandio, con sus motores condenados a apagarse. «Demasiado han aguantado –lamenta el gerente–. El gasto que conlleva es brutal. Es una vergüenza que dejen que se quite ese servicio y poner una pasarela». En su caso, tuvieron que prescindir de la taquilla, porque «era insostenible totalmente».
El gerente de la agrupación de boteros de Bizkaia, Diego Olabarria, cuenta en primicia que el bote implantará la tarjeta Barik como medio de pago. Aún se desconoce la fecha en la que será efectivo, a la espera de instalar las máquinas acordes a sus necesidades. Tienen intención, además, de abrirse al mercado de las excursiones orientadas al ocio con nuevas embarcaciones. Le gustaría, asimismo, que renovasen los «muelles medievales hacia otro tipo de embarque como pantalanes». Toca reinventarse porque al bote no se lo ponen fácil. «Facilidades no hay ninguna. Funcionamos pero no estamos boyantes», admite Olabarria.
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