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Diana Martínez
Portugalete
Miércoles, 3 de abril 2024, 17:55
«Con el corazón lleno de alegría, deseamos expresar nuestros sentimientos de cercanía y gratitud al pueblo de Portugalete por su colaboración en el ejercicio de nuestro ministerio en favor de los enfermos». Con estas palabras las Siervas de María celebran el 125 aniversario de la llegada de la congregación a la localidad jarrillera en 1898. Más de un siglo dedicadas a cuidar a los vecinos, sobre todo a los más mayores. Y no solo en la villa, sino en toda la comarca e incluso a lo largo y ancho del Gran Bilbao. «En hospitales como Basurto, San Eloy o Cruces, así como en domicilios. Íbamos a donde nos llamaran», cuenta a este diario la madre superiora, sor Josefa.
Se asentaron primero en la Plazuela del Cristo y en 1907 comenzaron a ejercer en el hospital San Juan Bautista. En 1913 se colocó la primera piedra de su convento, en la calle Gregorio Uzquiano. Dos años después finalizó la construcción y en 1916 se inauguró la capilla.
Esta noble labor empezó en Madrid. La fundadora de la congregación, María Soledad Torres, llevó a la práctica el sueño del sacerdote Miguel Martínez, que en la segunda mitad del siglo XIX vio la necesidad de atender y cuidar a enfermos, pues muchos afrontaban sus dolencias solos o en precarias condiciones. Con ese objetivo nació la comunidad de las Siervas de María, consagradas a proporcionar una atención gratuita a los pacientes, preferiblemente en los domicilios.
«Enseguida la gente empezó a llamarles para cuidar a enfermos porque ellos no daban a basto», relata sor Josefa. No solo se limitaban a «lavar a un paciente, darle las medicinas, estar pendiente de él... La labor se extiende a la familia si hace falta». La religiosa destaca asimismo el aspecto espiritual. «Que esas personas terminen bien, recibiendo los sacramentos. Se crea un clima de cercanía, de hacer mucho bien».
Ese acompañamiento ha llegado a durar desde solo días hasta meses e incluso años, forjándose amistades entre los pacientes y las cuidadoras. «Es un trabajo muy bonito», asegura la madre superiora. En la iglesia, abierta a la ciudadanía, también se ha vacunado a los vecinos pues «antes no existían centros de salud». Del mismo modo se tomaba la tensión, se hacían curas... De hecho, aún continúan en los pasillos del edificio las sillas donde se sentaban los vecinos para recibir la inyección.
Por el convento han pasado 360 monjas, aunque ahora la cifra se ha reducido a 17. «Hay muy poco relevo generacional. Muchas son mayores, estamos justo para atenderlas», recalca sor Josefa. La edad no perdona y han tenido que dejar atrás la ayuda a domicilio para centrarse en cuidarse entre ellas.
La congregación celebró la efeméride en octubre con una Eucaristía presidida por el obispo de Bilbao, Joseba Segura, y que contó con el alcalde, Mikel Torres, quien reconoció la labor de las Siervas de María. «Siempre recuerdo las inyecciones que me he puesto de pequeño y los cuidados a nuestros enfermos», recalcó, tras poner en valor su actitud: «Siempre con una sonrisa y su eterna amabilidad».
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