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Diana Martínez
Santurtzi
Jueves, 11 de julio 2024, 15:25
Detente Y Ayuda es lo que significa el acrónimo DYA. Su equipo humano realiza una labor social imprescindible en situaciones de emergencia, tanto en cobertura preventiva como en atención sanitaria de urgencia trasladando a los pacientes. Y aunque anteriormente se habían llevado a cabo diferentes acciones de forma puntual, fue hace exactamente 35 años cuando este servicio inauguró su delegación en Santurtzi. En concreto, en una caravana instalada en el parque central. «Una nueva base que comenzó a funcionar ofreciendo un servicio de ambulancia de veinticuatro horas que venía a cubrir una carencia existente en aquellos tiempos, tras el cierre del cuarto de socorro y la desaparición de la ambulancia municipal», recuerda Javier Espina, responsable de la delegación en la localidad marinera.
De esos primeros años los voluntarios recuerdan con «especial cariño» cuando estaban ya establecidos en su primera base. «Disponíamos de una pequeña terraza donde solíamos estar durante las guardias con una mesa, varias sillas y un toldo, y algunos turistas la confundían con un bar y se sentaban en la terraza esperando ser atendidos». Otra anécdota «entrañable» es la primera ambulancia que se puso de servicio. «Tenía que rellenarse de líquido de refrigeración tras cada salida y siempre andábamos preocupados por tener el suficiente», relata Espina. Precisamente, una fotografía de ese vehículo puede verse en una exposición de la Casa Torre en honor al 35 aniversario de la DYA en Santurtzi. Trajes, aparatos como antiguos desfibriladores y decenas de imágenes que muestran el pasar de los años y la evolución de los equipos sanitarios. Pero no es la única actividad organizada para poner en valor la labor de esta entidad. Y es que este sábado, en plenas fiestas de El Carmen, se expondrán vehículos asistenciales de la DYA en el parque central y se inaugurará un monolito por sus años de servicio.
Al poco tiempo de iniciar su andadura, la sede se trasladó a un antiguo edificio de servicio de Renfe que «estaba en desuso, de cuyo adecentamiento (incluido su coste) se encargaron los propios voluntarios», explica Espina, quien señala que, para entonces, a inicios de los años 90, la delegación ya contaba con dos ambulancias de urgencia (una de ellas atendida por médicos), un equipo de rescate acuático con una embarcación semirrígida y un vehículo todoterreno para actuaciones en montaña. «Fue en esta época cuando las ambulancias de la DYA en Santurtzi se integraron en la Red de Transporte Sanitario de Urgencia, coordinada por SOS Deiak».
Con el paso de los años, recalca el responsable de la delegación, «y en la medida que las donaciones económicas de vizcaínos lo permitían, se fueron adquiriendo nuevos vehículos, material más avanzado… Y así llegamos al año 2000, en el que el edificio donde estaba alojada nuestra base fue derribado para construir en su lugar la nueva estación de cercanías de Renfe». Por ello la DYA se ubicó temporalmente en el antiguo cuarto de socorro, tras el Ayuntamiento, hasta que en 2004 pudo estrenar las instalaciones donde actualmente permanecen, junto a la estación de tren.
A pesar de que la delegación comenzó su actividad con un pequeño grupo de voluntarios, en la actualidad el equipo humano que desarrolla su labor en Santurtzi ronda la cuarentena. «Incluso algunos que residen fuera de Euskadi, pero mantienen este vínculo y no dudan en vestirse de amarillo cuando regresan por vacaciones o Navidad», expresa Espina. Los miembros de la DYA han estado presentes en innumerables situaciones de emergencia. La exposición retrata algunos de esos momentos: inundaciones, temporales de nieve, ofreciendo cobertura sanitaria en la celebración de las fiestas patronales, Carnavales y cada lunes de Pascua en la tradicional subida al monte, por comentar algunos ejemplos.
Y, cómo no, en la pandemia. El equipo humano que conforma este servicio de emergencia ha vivido de todo. «Es inevitable recordar todas aquellas situaciones en las que no ha sido posible resolver una situación de manera positiva, resaltando quizás la crisis generada por el Covid-19, donde fuimos testigos de numerosas situaciones dramáticas, que se multiplicaron, además de vivir en primera persona el estado de miedo, desconcierto y desconocimiento iniciales», recuerda Espina. Pero durante estos 35 años también ha habido muy buenos momentos, sobre todo en «todas aquellas situaciones en las que nuestra intervención y ayuda tuvo un final feliz». Destaca, asimismo, el compañerismo generado entre el voluntariado. «Muchas amistades se han creado entre emergencia y emergencia que a día de hoy siguen vigentes. Y a lo largo de los años también han surgido muchas parejas y matrimonios, cuyos hijos, en muchos casos, continuaron después la labor altruista de sus aitas».
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