Un cuarto de siglo entre pan y pan

El negocio nació en 1998 en la populosa calle Zaballa, de la mano de Manuela Durán, junto a su marido Alberto Fernández, quien también regentó durante numerosos años otro local en dicha arteria, Los Jamones. Ahora es su hijo Julián, que de chaval pedaleaba con la bici por el pueblo para llevar a las casas los pedidos que les llegaban, quien lleva las riendas de El Bocata de la Abuela. Este restaurante terminó trasladándose a Lurkizaga, frente al parque, pasando de ser un pequeño local solo para recoger y enviar comida, a un espacio con comedor para disfrutar más aún de ella.

La pandemia hizo a Julián, quien siempre tuvo claro que quería ayudar a impulsar el negocio familiar, reestructurar la amplia carta que antes tenían. «Cuando estaba mi madre, a la que le gustaba mucho cocinar, había muchos platos de cuchara, como lentejas, garbanzos o alubias. También albóndigas, que gustaban mucho, guisado de ternera...», recuerda el actual dueño. Los primeros años en los que él figuraba ya al frente seguían ofreciendo menú del día, pasta, pizza, y una especialidad por jornada, como pollo asado o costilla, pero se dio cuenta que era «muy difícil ofrecer todo eso a diario».

Es por ello que optó por quedarse con el verdadero sello del negocio, el que aparece en su nombre, los bocatas, y también las hamburguesas, las raciones y los platos combinados, ofreciendo una gran variedad, que llega hasta la treintena solo en bocadillos. De todos ellos Julián desvela que el que más éxito tiene es el Emperador, hecho con pechuga de pollo, queso, huevo y salsa alioli. También son muy demandadas las patatas de la abuela, fritas, con queso cheddar y metidas luego al horno, que empezaron mezclándolas con bacon, y que ahora también elaboran con jamón serrano, jamón y huevos; chorizo y huevos; pollo, cebolla y barbacoa; y con queso de cabra.

Este local además se ha sumado a la moda de los cachopos (24 euros), lo que atrae sobre todo los fines de semana a numerosas personas del propio municipio fabril y de los aledaños. También lo ofrecen entre pan y pan, con el curioso 'sandchopo', una mezcla de sandwich y cachopo, que no deja indiferente a quienes lo prueban. Además de todo ello cuentan con ofertas solo para valientes, como el bocata aitona, en una barra de leña de 60 centímetros, o la hamburguesa XXL, bautizada como 'la bisabuela', con nada menos que 1,2 kilos de carne.

En Barakaldo hay quien conoce desde hace muchos años este negocio pero nunca ha pisado su comedor ya que cuentan con una amplia cartera de clientes que realizan a menudo pedidos a domicilio, sobre todo los fines de semana. Para ello Julián cuenta en plantilla con cinco repartidores. «El secreto para aguantar todos estos años es el trabajo duro, que tanto mis padres como yo hemos hecho, y preocuparnos mucho por nuestros clientes», asegura orgulloso, con ganas de poder cumplir otro cuarto de siglo más con deliciosas y caseras creaciones.