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Felisa S.P., de 90 años, vivía sola con su hijo pequeño, Juan Carlos, de 53, desde antes de que enviudara, en 1992, en el ... domicilio familiar de la calle Dolores Ibarruri de Barakaldo. Murió el 26 de abril de 2022 en el hospital de Cruces, donde había ingresado en estado terminal tres días antes. En los últimos años, especialmente tras la pandemia, había empeorado su estado de salud, hasta el punto de que necesitaba de su hijo para que le hiciera la comida, le aseara y administrara la medicación.
La mujer caminaba «encorvada» con ayuda de un bastón por un problema en las vértebras del que «no se había querido operar, por lo que sufría fuertes dolores», según otro de sus hijos. Además de parches de fentanilo, tomaba Sintrom y pastillas para la incontinencia urinaria. Juan Carlos trabajaba como vigilante de seguridad a turnos de mañana, tarde o noche, de entre ocho y doce horas, en los que la mujer se quedaba sola en casa. Tenía otros dos hijos, de los cuales uno se presenta como acusación particular. Debido a su dificultad para caminar, sufría frecuentes caídas y presentaba ya cierto grado de demencia y deterioro cognitivo. El hombre confesó a su entorno que, en ocasiones, cuando llegaba a casa llevaba horas tirada en el suelo porque no se podía levantar.
Juan Carlos se sienta en el banquillo de los acusados por los delitos de abandono de familia, lesiones y omisión del deber de socorro. La Fiscalía pide para él ocho años de prisión y las acusaciones particular y popular, que ejerce la asociación Clara Campoamor, doce. El hombre fue detenido bajo la acusación de homicidio por la Ertzaintza el 9 de junio de 2022 e ingresó en prisión provisional, aunque tras el informe de la autopsia, que evidenciaba que la fallecida presentaba dos hematomas compatibles con una agresión con un objeto contundente en la cabeza, aunque no de suficiente entidad para causarle la muerte de manera inmediata, fue puesto en libertad provisional. Según los forenses, no se podía descartar que, de haber sido atendida a tiempo, la mujer hubiera sobrevivido.
El juzgado de instrucción número 4 de Barakaldo encargó a la Ertzaintza que investigara las circunstancias de la muerte. El agente instructor del caso declaró ayer que tomaron declaración a Juan Carlos en dos ocasiones como testigo. Su primera versión fue que la nonagenaria había sufrido una «caída unos ocho días antes» mientras él estaba trabajando, pero los ertzainas comprobaron que esos días él estaba libre, así que se retractó y dijo que había sido «entre dos y tres días antes». Finalmente, el hombre, lleno de «contradicciones», se vino abajo y «confesó que había golpeado en la cabeza a su madre con el bastón. En ese momento, paramos la declaración, llamamos al juzgado y le detuvimos», relató ayer el ertzaina ante la jueza.
El hombre tardó en llamar a Urgencias. Pasaron varios días hasta que el sábado 23 de abril, según dijo, «tuvo que levantarla de la cama porque ya no respondía». Una empleada de hogar, que acudía los fines de semana a limpiar durante dos horas por la mañana, reveló que Juan Carlos le había pedido que «la ayudara a asearla antes de llamar al médico». Sin embargo, no dio aviso «hasta las cinco de la tarde». La mujer describió la falta de higiene que padecía Felisa. «Siempre estaba en pijama, ya no salía de casa. Tenía la ropa manchada y no se duchaba. Me pedía que le ayudara a lavarse el pelo».
Juan Carlos le dijo aquel día que «llevaba días sin levantarse de la cama y que estaba en las últimas». Nunca vio «un gesto afectuoso del hijo a la madre». La doctora del ambulatorio de Sestao que acudió al domicilio advirtió de que podía tratarse de un «episodio de violencia doméstica» porque «decía que no se había percatado» de los dos chichones visibles en la parte de atrás de la cabeza y «no cuadraba con una caída». Cuando murió, la anciana presentaba un cuadro «caquéctico» por extrema delgadez -se utiliza ese término cuando un cuerpo pierde más del 10% del peso cuando no se quiere adelgazar- y estaba «desnutrida» y «deshidratada», según el médico de Urgencias que firmó los informes en Cruces.
Otro de los hermanos, que no veía a su madre desde hacía dos meses «por miedo a contagiarla de covid», defendió que Juan Carlos «cuidaba bien de ella» y que la mujer «no era una inválida como se está diciendo sino que se valía bien por sí misma».
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