L. G.

«Compartir piso con mayores puede ser buena opción para emanciparse»

Barakaldo aborda el problema del acceso a la vivienda de los jóvenes en una jornada en la que se presentaron varios proyectos y se solicitó una mejora en las políticas en este sector

Jueves, 1 de diciembre 2022, 01:15

Emprender un nuevo proyecto y abandonar el hogar familiar es ley de vida, pero a la vez se está convirtiendo en una utopía para cada vez un mayor número de jóvenes. En Euskadi, según apuntan desde el Consejo de Juventud (EGK), dar ese paso «hoy ... en día es imposible». Para tratar de atajar el problema, ya que no se cuenta en la mayoría de los casos con un sustento económico y laboral para poder destinar como mínimo un 30% de la nómina al alquiler o la hipoteca, Barakaldo se ha sumado a la iniciativa europea de participación juvenil Uplift, siendo la única ciudad de toda España presente en ella, poniendo en marcha su particular Escuela de Emancipación, a través de la Gaztebulegoa.

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Este miércoles en la segunda urbe vizcaína se quiso analizar la situación con técnicos y expertos en la materia en una jornada celebrada en la casa de cultura de San Vicente en la que se abordaron los retos y las posibles soluciones desde las políticas públicas y también las privadas, destacando entre estas últimas el proyecto Kuvu. Se trata de una plataforma de alojamiento intergeneracional surgida hace casi cuatro años en Bilbao, que conecta a personas mayores con jóvenes, para dar salida a las habitaciones vacías que existen en numerosas viviendas, servir de ingreso extra a sus propietarios y a la vez un nuevo hogar para usuarios que no pueden permitirse un alquiler íntegro o realizarlo de la manera habitual, con todos los gastos y procedimiento que eso conlleva.

Jon Ander Fernández, su creador, lo plantea como "una buena opción para emanciparse". En Bilbao tienen en la actualidad 70 convivencias activas, "en Barakaldo estamos poniendo en marcha la primera de ellas", cuenta a este periódico. Los perfiles de los jóvenes son variados, desde estudiantes que se tienen que trasladar para cursar un máster o un doctorado, "y que buscan una convivencia tranquila, no estar en pisos con otros jóvenes", a otros algo más adultos, "de unos 30 años". Quienes les abren las puertas de su casa suelen ser hombres o mujeres de unos 65 años, "que necesitan un ingreso extra", o personas más mayores para los que la soledad se ha convertido en una gran losa, y que tratan de combatirla de esta manera.

Entre ambas partes firman un contrato especial, que ha sido realizado con la ayuda y el asesoramiento de jueces y abogados, documento en el que se exigen unas normas básicas de convivencia. Este papel tiene una duración máxima de un año, "para que no se llegue a considerar la vivienda principal del inquilino", que puede irse prorrogando.

Racismo inmobiliario

Una manera de facilitar la salida del hogar familiar a los jóvenes, lo que para todos los presentes es sin duda "un problema de primer orden". Más si cabe para los inmigrantes, como relató por su propia experiencia Ayoub Mazar, marroquí de 24 años que lleva los tres últimos "y dos meses" tratando de labrarse un futuro en Barakaldo, después de haber vivido un tiempo en la calle, en plena pandemia, y que denuncia racismo inmobiliario. "Vivo en un piso con más jóvenes pero he tenido muchos problemas. Si para los de aquí es complicado encontrar un piso imaginaros para nosotros. Primero tenemos que esperar tres años para conseguir los papeles y mientras nos hacen tener que cometer trampas para poder trabajar, pagar para que alguien nos facilite un contrato y hasta un padrón, para poder tener acceso a una simple cama. A veces tenemos que ir a que una persona blanca de aquí nos haga los trámites, a nosotros no nos quieren dar nada".

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Ayoub Mazar, joven del norte de Marruecos que estuvo viviendo varios meses en la calle en Barakaldo. L. G.

Él pertenece a la asociación Agharas, tiene un curso de cocina, otro de animador de tiempo libre, habla bastante bien castellano y está estudiando euskera. "Al final intento participar en el mayor número de actividades para que la gente me vaya conociendo y sepa cómo soy, para poder tener apoyos y alguien detrás que me ayude. Yo no quiero que me den ayudas, quiero poder trabajar y vivir como cualquier otro joven", explica. Él es uno de las 117 personas que forman parte de Trapezistak, un proyecto de apoyo a la emancipación para jóvenes sin red de apoyo, que desarrolla Agintzari junto a Gobierno vasco.

En esta jornada todos pidieron la puesta en marcha de iniciativas, que salten del papel a la realidad, que ayuden a dar el paso a los jóvenes que debido a la precariedad laboral y al elevado precio de los alquileres y las hipotecas se encuentran en un callejón sin salida. Ane Elizegi, del Consejo de Juventud de Euskadi, recalcó a este periódico la necesidad de "construir más viviendas públicas", así como de "limitar el alquiler libre" y de "multiplicar por diez las ayudas y subvenciones". "De seguir como estamos, es inviable, es imposible que algún joven se pueda plantear irse de casa". Como concejal de Acción Social del Ayuntamiento de Barakaldo Mikel Antízar recogió el guante y afirmó que actuarán "de manera activa" para abordar esta problemática. "Pongámonos ya manos a la obra".

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