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El proyecto se inició hace once años, pero el frontón de Burtzeña aún tendrá que esperar. Las obras para levantar la pista frente a la parroquia del barrio baracaldés han revelado los restos de un antiguo monasterio y su necrópolis.
El descubrimiento no ha pillado por sorpresa. Se sabía que la actual iglesia de Nuestra Señora de Burtzeña se levantó sobre el convento inaugurado en 1432 cuyos vestigios ahora se analizan. Es por eso que, antes de ponerse en marcha la reurbanización de la plaza, se hizo un exhaustivo estudio del terreno para evitar dañarlos. El 26 de febrero, al salir a flote los primeros restos, se paralizaron las obras y arrancó la excavación puramente arqueológica.
En los cien metros cuadrados que ahora han quedado expuestos, se divisan 47 tumbas, aunque se calcula que otra centena permanece bajo tierra. Están numeradas y la más alta hallada hasta el momento es la 142, lo que no significa que haya el mismo número de cuerpos: «En ocasiones, los nichos se reutilizaban, las tapas se cambiaban de sitio, se reescribían números... Incluso se ocupaban con más de un cuerpo», explica Leandro Sánchez, responsable de Qark Arqueología, empresa encargada de la investigación.
De la identidad de los huesos allí guardados nada se sabe. En su día, el monasterio guardaba documentos que relacionaban el número del nicho con el ocupante. El de Burtzeña, sin embargo, fue arrasado en 1836 y nada queda de ellos. Sí se sabe, «por el tipo de encajonamiento», que las tumbas son del siglo XVI en adelante: paredes de ladrillo, separadas entre sí y con tapa de piedra. También que la importante familia Ayala manifestó su intención de descansar allí, lo que tampoco prueba su presencia.
El levantamiento del suelo ha revelado también parte de la estructura del antiguo edificio: el pasillo central ('vía sacra'), con siete líneas de tumbas a cada lado, otros dos nichos que servían de apoyo para un arco sobre el que se sostenía un coro y, a los pies de la iglesia, la base de una torre que también hacía las veces de pórtico.
Además de las lápidas, lo arqueólogos han rescatado una moneda (aún sin datar), varias pipas para fumar de caolín y un cristo tallado en hueso. No se espera encontrar mucho más: quienes arrasaron el lugar dos siglos atrás se llevaron todo los objetos de valor y solo dejaron escombros.
Desde Qark Arqueología calculan que los trabajos se alargarán otro mes y medio más. Con lo encontrado hasta la fecha, admiten, el hallazgo no reviste mayor relevancia más allá de lo puramente «sentimental». De no dar con nada que lo revalorice a nivel arqueológico, volverá a cubrirse para continuar con los trabajos del prometido frontón de Burtzeña. La obra, sin embargo, no ocupa la totalidad de la excavación, por lo que las autoridades podrían conservar una parte al descubierto si lo estiman oportuno. Por el momento, señalan desde el Ayuntamiento de Barakaldo, se mantienen a la espera de lo que arrojen los análisis.
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