Marina León
Sábado, 23 de abril 2022
Balmaseda se reencontró este sábadocon su tradición más antigua, la Pasión Viviente, que dejó unas calles abarrotadas de espectadores. Pero no acabó ahí la cosa. Hay quienes todavía tenían ganas de demostrar que, a pesar de su corta edad y de los dos años de ... parón por la pandemia, mantienen intactas las ganas. Los más pequeños de la villa hicieron suyas las calles del casco histórico y recrearon diversos pasajes como el Juicio de Pilatos, el Ahorcamiento de Judas y el tortuoso Vía Crucis.
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Minutos antes de las 10.30 horas, decenas de personas se agolpaban en torno a la plaza del Ayuntamiento. Entre ellas, Beatriz Jacquinet. «Esta tradición tiene mucho arraigo en Balmaseda. Desde que estábamos embarazadas, el paso de los romanos era como el latido del corazón», aseguró esta vecina que le ha transmitido su pasión a su hija de 13 años. «Están felices y nerviosos, además de la ilusión que les hace no tener que llevar mascarilla. Llevan tiempo ensayando y hoy (por este sábado) tenían que estar aquí muy pronto, es un esfuerzo para ellos, pero les encanta», añadió Ikerne Fernández, madre de otros participantes.
Francisco San Miguel y Emma Sainz de la Maza se hicieron con un sitio en primera fila para ver a su hijo Iker, que encarnó a Jesús. El chaval asumió la responsabilidad «con muchas ganas». Cuenta, a sus 14 años, con algo de experiencia. «Empezó a los tres para interpretar a un niño ciego. Le llama mucho la atención», contaba su padre. «Está encantado de la vida, nunca le he visto tan feliz, como si nos hubiera tocado la lotería. Ha ensayado desde el Lunes de Pascua todos los días, mañana y tarde», añadió su madre.
La lluvia no dio tregua y pasadas las once de la mañana se podía ver un manto de paraguas cubriendo las calles. El temporal obligó a acortar el recorrido que discurrió por la calle Correría hasta la plaza Marqués de Legarda. Con una cruz al hombro, que superaba los 15 kilos de peso, Jesús y los dos reos recrearon la crucifixión en las campas del cerro del castillo.
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«Los niños lo viven bastante más que los adultos. Este día tiene mucha vida», comentó Tere Garay, tía de Eider, de ocho años, que forma parte del grupo de críos que formó parte de la multitud que condenó a Cristo. «Ha querido seguir hasta el final, aunque estaba empapada. Le he traído unas botas y no ha querido ponérselas», abundó su madre, Virginia Peña. A las doce y media finalizó el Vía Crucis y las familias se pusieron a cubierto, se deshicieron de la ropa mojada y disfrutaron de un chocolate caliente bien merecido. «Teniendo en cuenta el día que ha hecho, todo ha salido mejor de lo esperado. Hemos llegado a valorar que a la crucifixión subiesen sólo ciertos personajes y han querido ir todos», valoró Oier Cid, de la organización de la Pasión txiki.
«Le han puesto muchas ganas. En Balmaseda el relevo generacional viene pisando fuerte, y se les nota desde pequeños. Tienen ganas de que esto siga adelante», afirmó el joven, que encarnó al Cristo en esta representación hace once años. Algunos continuaron celebrando esta tradición gracias a la llamada Pasión de Santo Domingo, en la que participan adolescentes hasta la mayoría de edad. Ésta se desarrolló con varios actos durante la noche de este sábado y el Vía Crucis de este domingo por la mañana.
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