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Juan Carlos S. S., de 53 años, acusado de maltratar a su anciana madre, Felisa, de 90, que murió en abril de 2022, eligió declarar ... ayer al final del juicio, en lugar de al comienzo como es habitual. El hombre rehusó contestar a las preguntas más comprometidas de la fiscal y las abogadas de la acusación particular, que ejerce uno de sus hermanos, y de la acción popular (Clara Campoamor). Negó «rotundamente» que golpeara a su madre con un bastón, como declaró ante la Ertzaintza como testigo. «Los ertzainas me confundieron», alegó ayer. «Fue un interrogatorio brusco, muy agresivo. Me insistían y rebatían todo», dijo.
Sin embargo, no pudo aclarar el origen de los dos chichones que la mujer presentaba en la parte superior de la cabeza y que el informe de autopsia descartó que fueran provocados de manera accidental por «una caída». «Es la única explicación que encuentro», apuntó. «Dos días antes, oí un golpe, fui a su habitación y la encontré en el suelo, entre la cama y el armario, cerca de la mesilla. ¿Cómo se cayó? No lo sé», explicó, pese a que las lesiones no estaban ubicadas en el rostro sino en la parte alta de la cabeza.
El hombre insistió en que no se percató de que su madre tenía dos hematomas en la cabeza hasta su traslado al hospital, pese a que la aseó y cambió de ropa con ayuda de una empleada de la limpieza. «No me fijé», afirmó. «Era la única persona con la que estaba. Esas lesiones dolosas se las causó él», concluyó la fiscal.
La Fiscalía mantuvo la acusación de los delitos de abandono, lesiones agravadas y omisión del deber de socorro, por los que pide ocho años de cárcel, una vez que no ha podido imputarle un delito de homicidio ya que las forenses señalaron que la causa de la muerte fueron varias hemorragias intracraneales provocadas con un «mecanismo accidental como una caída». No pudieron aseverar, en cambio, que fuera posterior a los golpes perpetrados «con un objeto contundente compatible con el mango redondeado de un bastón». Las lesiones eran «dos hematomas redondeados, del mismo diámetro y paralelos, muy visibles y no recientes, de unos días de evolución pero que no tenían entidad para causar el fallecimiento de doña Felisa», explicaron las forenses del Instituto vasco de Medicina Legal. La anciana se encontraba extremadamente delgada y deshidratada. Pesaba «34 kilos» y medía 1,48 metros. «Era una persona caquéctica», término que se utiliza cuando una persona ha perdido el 10% de la masa muscular y grasa pese a no hacer dieta para adelgazar.
Las acusaciones particular y popular piden la pena «máxima» por unos «hechos gravísimos», que califican de «maltrato habitual» con el agravante de parentesco. Al igual que la fiscal, consideran que su hijo no atendía las necesidades básicas de la mujer en alimentación e higiene ni tampoco las afectivas. No controlaba la medicación que debía tomar, entre ellas Sintrom, un anticoagulante que exige una asistencia médica ante un mínimo golpe por riesgo de hemorragia, y parches de fentanilo. «Había que conocer a mi madre. Le insistí para llevarla al podólogo, pero ¿qué hago?, ¿la fuerzo?. Eso también sería maltrato, ¿no?», apuntó. «Comer le costaba de siempre. Yo le dejaba la comida que compraba preparada. Y beber, bebía poco por las pérdidas de orina», se justificó.
Juan Carlos S. S. admitió que no había llamado al médico tras la caída, pese a que «llevaba unos días pachucha». La mañana del sábado 23 de abril «ya no hablaba», aunque prefirió «esperar a ver si se espabilaba porque eso ya le había pasado antes». Pidió ayuda cerca de las cuatro de la tarde y «la ambulancia tardó una hora». Ingresó «en estado agónico» en el hospital de Cruces, donde murió tres días después. La defensa reclama la libre absolución porque su hijo «era la persona que más la quería».
«¿La dejaba sola a veces hasta doce horas cuando usted se ausentaba?», le preguntó la fiscal al acusado, vigilante de seguridad desde hacía 26 años, con turnos «caóticos» de mañana, tarde y noche.
- «Sí, claro. Es que no podía hacer otra cosa. Tenía que ir a trabajar», respondió él delante de la jueza.
- «¿No valoró seriamente que su madre necesitaba alguien que la cuidara cuando usted no estaba?», le planteó la representante del Ministerio Público.
- «¿Y quién lo paga? Andábamos justos de dinero. Ella tenía una pensión pequeña», contestó Juan Carlos S. S., que reconoció que no había solicitado ayudas para asistencia domiciliaria en el Ayuntamiento baracaldés. El hombre era «consciente» del «deterioro cognitivo progresivo» de su madre, con ya 90 años y aquejada de varias enfermedades, por lo que un mes antes de su muerte había iniciado los trámites para solicitar la determinación del grado de dependencia para su ingreso en una residencia.
Juan Carlos, que calificó de «estupenda» la relación con su madre, aunque de manera «puntual» se sentía «sobrecargado» y cansado por tener que atenderla, contaba con la ayuda de su hermano Javier y de su sobrina, aunque llevaban dos meses y un año, respectivamente, sin visitarla. «Ella no quería. Había cogido mucho miedo a contagiarse por la pandemia», aclaró el acusado.
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