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De ofrecer cobijo a aquellos que adquirían los billetes para subirse al tren que unía Bilbao con Plentzia, a convertirse en un acogedor establecimiento hostelero con posibilidad de picoteo. La que es la única estación del antiguo trazado ferroviario que se mantiene en pie en Getxo y la segunda de la línea costera (el otro edificio se ubica en Plentzia) está a punto de tener una nueva vida, de llenarse del bullicio que supone transformarse en la Cantina de Neguri. Mikel Duñabeitia y Óscar Caujape son los encargados de dar un aire nuevo al histórico inmueble y ultiman estos días, tras meses de obra, los remates. A falta de terminar con «permisos» del Ayuntamiento y colocar los equipos, confían en abrir antes de que termine el año, comenta el primero.
La estación recobrará la actividad que durante más de un siglo acuñó por el trajín de los pasajeros, que se desplazaban a la capital vizcaína. Sin embargo, quedó relegada a un segundo plano cuando el trayecto ferroviario se convertió en un moderno suburbano. Fue en 1995 cuando se abrió la nueva parada ya del metro y comenzó el declive de la conocida como estación de San Ignacio.
Los siguientes años por lo menos acogió un estanco que regentaban las tres hermanas Sarria, un negocio histórico que permitía abastecerse de tabaco, chucherías y del periódico. La construcción hacía aguas así que, tras dos años declarado en estado de ruina, Euskal Trenbide Sarea (ETS) decidió en 2018 recuperar el inmueble y rehabilitarlo con una inversión de 244.153 euros para sacar posteriormente a licitación su explotación.
La marcha de las hermanas disgustó al barrio y el primer concurso no resultó atractivo y quedó desierto. El tándem formado por Duñabeitia y Caujape se arriesgó en el segundo y presentaron su oferta para así cumplir el sueño de su vida de tener un local hostelero en un edificio singular. Lo podrán regentar durante un plazo de 15 años y con una prórroga de diez años más. La decisión tranquilizó a los residentes que temían que el edificio fuera okupado y se convirtiera en un foco de inseguridad.
Como no podía ser de otra forma, la futura explotación hostelera mantendrá su peculiaridad y estará ligada al mundo del ferrocarril. También de la cultura porque después de «más de un año» de gestiones con las administraciones y meses de obras, pretende convertirse en un «referente». «Está siendo muy esperada la apertura, la gente quiere que la pongamos en marcha, nos preguntan y es que viene a rehabilitar un edificio que llevaba muchos años cerrado, que estaba en malas condiciones, a pesar de ser histórico. Regenera una zona, da más opciones de ocio y completa la oferta de los dos bares que existen y de la pastelería. Además está el metro y permite a los vecinos poder quedarse en su zona, reactivará las relaciones», se muestra ilusionado Duñabeitia.
En la reforma se han usado materiales como el latón, el cobre, el hierro y la madera que suman personalidad e incluso se instalará una chimenea que «a modo de carbonera, como las que tenían antes los trenes de vapor», recordó Duñabeitia. Al tratarse de un inmueble protegido han tenido que contar con el visto bueno del Ayuntamiento getxotarra, pero también el proyecto ha sido visado por el Departamento de Patrimonio de la Diputación y de ETS, que es la entidad de la que depende el inmueble.
Toda la reforma ha corrido a cargo de los adjudicatarios, esa era la condición que mermó el número de candidatos. En el segundo concurso únicamente se presentaron dos interesados. Y aunque inicialmente la otra oferta tenía mejor valoración técnica, no cumplía las condiciones del pliego, por lo que no se admitió a trámite.
La futura Cantina de Neguri será un gastrobar en el que los clientes podrán degustar una oferta culinaria formada por cazuelas, raciones y se ofrecerán menús para grupos previa reserva, porque en principio no tendrá menús todos los días. La barra estará en la planta baja donde también se dispondrán mesas para que los clientes puedan tomar una bebida relajados. En la segunda planta se ubicará la cocina y más zona de mesas que se completará con una amplia terraza. Acogerá exposiciones y barajan organizar conciertos. «Queremos dar vida y tener contacto con el barrio, tenemos mucha ilusión», afirman.
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