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Ane Ontoso
Sopela
Martes, 13 de febrero 2024, 15:13
Confiesa que siempre ha intentado ser «una persona discreta, silenciosa y, por qué no, invisible» a lo largo de las tres décadas que lleva en el surf y más de veinte años en el socorrismo. En momentos de emergencia «lo último en lo que piensas ... es en ti. Tu vanidad y tu ego desaparecen, da igual que estés comiendo, sin zapatillas o en la otra punta de la playa. Acudes y punto, sin pensar». Son palabras que salen directamente del pecho del sopeloztarra Jonan Etxebarria.
Lo cuenta en su libro 'Socorrismo para surfistas', que contiene recomendaciones y testimonios de aquellos que sufrieron los peligros del mar. La «necesidad» de unir esta práctica deportiva y la labor del equipo de salvamento surgió con el aumento de surfistas y otras actividades relacionadas con el surf. «Cuando empecé el 70% de los socorristas no tenían ni idea de coger una tabla. Hoy en día es al revés», ilustra.
Jonan guarda en su cabeza una metodología propia que ha puesto en práctica cada vez que se han puesto feas las cosas. «Son formaciones de rescate para todo tipo de 'surfers', da igual el nivel, la disciplina ni la edad, ya que en el agua nos encontramos todos. Intentamos que cada persona sepa cómo actuar y ayudar con los conocimientos y materiales que dispone en cada situación», explica.
Subraya, sin embargo, la importancia de «reciclarse» continuamente con nuevos protocolos de actuación, primeros auxilios y procedimientos de asistencias. Destaca, no obstante, que el 'surf rescue' o 'rescate con tablón' se ha hecho siempre en Bizkaia. A lo largo de su trayectoria ha formado parte de la Federación Vasca de Surf (EHSF) y ha sido coordinador de las playas vizcaínas. Pero nunca ha dejado de impartir formaciones a lo largo de todo el mundo, incluso está elaborando el plan de emergencia de dos piscinas de olas en Inglaterra y Suiza.
En un proceso de rescate, lo primero que debe tener un surfista es «calma. Y tener en tu cerebro el esquema, el plan A, plan B, plan Z...». Y, por supuesto, antes de todo ello, conocer el entorno en el que se adentra. «Saber dónde estás, conocer tu playa, mareas, olas, corrientes, fondos o posibles colaboradores». Para después «saber cómo actuar. Si no se práctica esto, improvisar es bastante difícil». La premisa va para todos. Entre los que empiezan en el surf su peligro es la «ignorancia y la capacidad de reaccionar». Y los que llevan ya tiempo, en cambio, lo es el «exceso de confianza y la falta de entrenamiento en rescates».
A sus 51 años y con una vida ligada al mar, el gigante azul lo es todo para él. «Si no me meto al agua me muero –revela–. Y es prescripción médica». Comenzó cuando no existían artilugios que vaticinaran el estado del mar, ni de las corrientes, ni de las mareas. «Cambiaba sin avisar y me pasaba nueve horas mirándolo», relata. Y eso que sus padres no le dejaron coger una tabla hasta que aprendiera «a nadar muy bien».
Uno de los lugares a los que ha viajado es Costa Rica. Una vez salvó allí con «una combinación de materiales de rescate» a dos bañistas «gigantes» de Arkansas con «un corchito de Mickey» y con «poca destreza» a los que les pilló la corriente y se estaban ahogando. En otra ocasión, socorrió a un padre y su hijo en las rocas de la calita de 'El Peñón'. Él mismo las ha pasado «canutas» varias veces. «Cuando peor lo he pasado ha sido cuando he intentado ayudar a otras personas», desvela.
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