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andrea cimadecilla
Sopela
Miércoles, 19 de octubre 2022, 09:28
Los palangres -artes utilizadas para la pesca artesanal compuestos por una extensa red de la que cuelgan múltiples anzuelos- se han convertido en la mayor pesadilla de los surfistas de Sopela. Los deportistas denuncian su «peligrosidad» después de que los artilugios se encuentren situados a ... distancias muy cortas de la orilla. Pablo Barbadillo, surfista federado, asegura que «esta actividad se produce cada año por esta época en todo Uribe Kosta sin que nadie mueva un dedo». «Es algo constante, aunque nunca los vemos en el mismo lugar», puntualiza. De hecho, su preocupación le ha llevado a enviar una carta al Gobierno vasco alertando del grave riesgo que suponen.
Las alarmas saltaron hace unos días al ver uno de ellos a apenas 200 metros, entre la playa de La Salvaje y Arrietara, en la denominada 'triangu', identificado con una pequeña botella de color blanco, que posteriormente fue moviéndose por el lado oriental del litoral. La normativa actual prohíbe utilizar estas herramientas a una profundidad inferior a diez metros sobre la bajamar, distancia a la que los surfistas confirman «no estar jamás». Garantizan haberlos observado, e incluso tocado, a menos de tres metros de la arena y sin la identificación pertinente -los pescadores están obligados a balizar los aparejos con una bandera y dos boyas de color rojo-. «Para que una ola rompa y permita hacer surf debe ser en un área cercana a la orilla y nunca lo hará si cubre diez metros o más, por lo que se está incumpliendo la ley», recalca Barbadillo. Con 32 años de experiencia sobre la tabla, reconoce enfadado que meterse al mar no solo es arriesgado para los profesionales, sino «para todos los turistas y niños que vienen fuera de la temporada de baño a practicar deportes acuáticos». «Si te enganchas en uno de ellos, es casi imposible salir. Puedes darte por muerto». Así lo constata en la misiva al Ejecutivo autónomo. «Recordar que hace años ya tuvimos en esta misma zona que les indico un palangre en el que murieron enganchados al mismo, de un modo horrible, tres personas».
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El peligro está en el anzuelo, pero también en la posibilidad de quedarse enganchado en la propia red. Es más, Pedro Quintana, surfista desde hace 15 años, subraya haber «pasado por encima de ellos con la tabla» en varias ocasiones. «El problema es que vemos dónde empieza, pero nunca dónde acaba, por lo que tenemos que extremar las precauciones una y otra vez». Así lo apoya Alberto García Bilbao, que aunque no ha sufrido ningún percance, se ha visto obligado a nadar junto a ellos. «Al final no estamos cómodos, con tan solo ver las boyas ya nos tensionamos por miedo a no saber dónde están y lo que nos puede pasar». La posible práctica ilegal no es el único caso. Los surfistas aseguran que en ocasiones es la fuerza del mar quien rompe el palangre y arrastra los anzuelos y el cordel hasta la zona de baño, generando «un riesgo enorme». De hecho, no se han llevado un susto o dos, sino múltiples. Barbadillo, por un lado, reconoce haber sacado de la pita «a una decena de personas», mientras que Quintana refuerza que «un conocido se salvó por los pelos». «Se enganchó, pero por suerte pudo salir del agua. Eso sí, tuvo que ir de inmediato al hospital porque tenía el gancho en la piel».
Pero quien de verdad teme la presencia de estas artes de pesca es Javier Vázquez. Se trata de una de las pocas personas de la zona que se arriesga a coger las olas sin tabla. Ejerce una técnica denominada Kaha Nalu, donde el deportista se desliza sobre su propio cuerpo, lo que supone un gran peligro en este tipo de circunstancias. «Depende mucho de las mareas, pero ha habido veces que he nadado tan cerca de ellos como para poder sentirlos. Si un anzuelo de esas características me traspasa podría generarme grandes daños», apunta.
A pesar de que la Ertzaintza aún no ha confirmado si existen denuncias al respecto, la Federación de Surf de Bizkaia sí que reconoce estar al tanto de la situación, aunque indica que es «algo que ha pasado toda la vida». Florentino Isla, presidente de la entidad, afirma que supone un riesgo para los profesionales, ya que «si te caes, es mejor que tengas gente alrededor porque no te podrás soltar con los dientes, sino que deberás romper la red con una navaja». «En numerosas ocasiones los marineros tiran los palangres y el oleaje los rompe, trayendo cachos a las orillas. Es algo incontrolable», concluye.
3metros es la distancia a la que han llegado a detectar los surfistas los palangres respecto a la línea de playa, un «grave riesgo».
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