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IÑIGO SÁNCHEZ DE LUNA
GORLIZ.
Viernes, 14 de junio 2019, 02:00
La estampa del antiguo Sanatorio de Gorliz a pie de playa se ha convertido en una imagen histórica. El próximo 29 de junio, el edificio diseñado por el arquitecto Mario Camiña, del que se dice que es el que «más horas de sol» recibe ... al día, cumplirá cien años como uno de los referentes de la sanidad vizcaína a lo largo de un siglo que se mantiene operativo.
La historia del centro ha salido a la luz en una exposición que puede verse en las instalaciones hasta el 28 de septiembre, pero también en el libro «El sanatorio y Gorliz. 100 años», escrito por Juan Manuel Goikoetxea. 250 páginas que narran la historia del emblemático edificio que nació como un «hospicio marino, para tratar a los niños con tuberculosis de familias sin recursos económicos», recuerda el autor.
La idea partió de la Diputación Foral de Bizkaia para dar respuesta una epidemia de la enfermedad con su «foco principal en Bilbao, pero que también afectó a otras localidades». Por eso muchos ayuntamientos colaboraron en el pago de las obras, presupuestadas en más de tres millones de pesetas de la época. Era una manera de «asegurarse plazas».
Querían un centro pionero por lo que el ente foral envió a tres galenos -Felipe Llano, Enrique Areilza y Luis Larrinaga- a recorrer diversos sanatorios marítimos en Europa. Una vez de vuelta, visitaron todas las playas de la costa vizcaína para final decantarse por Gorliz por «contar con todas las condiciones, con una playa de más de un kilómetro, conexión por ferrocarril, una pequeña cordillera que mantiene la temperatura estable en torno a los 13 grados y una importante concentración de cloro en las aguas», detalla el escritor.
La primera piedra se colocó en 1911, con la presencia de autoridades del momento, pero «una serie de huelgas y un terrible temporal que arrasó con parte de lo construido», demoró las obras durante ocho años. Además, el reto constructivo no fue sencillo por ser el primer edificio del Estado construido con hormigón armado en su totalidad.
Hubo más sustos. La Diputación encargó a una empresa de Manises la fabricación del gran escudo de Bizkaia que preside la entrada. «El original es un roble y bellotas, pero como en Valencia no existían las bellotas decidieron sustituirlas por naranjas», relata divertido Goikoetxea. En un principio se pensó en subsanar el error «pero como costaba más caro que uno nuevo», así se quedó.
El centro comenzó a funcionar con 50 camas y por las mismas han pasado miles de niños con estancia media entre uno y dos años. Para hacer más ameno tan largo tratamiento, se organizaron diferentes actividades como los partidos de fútbol que el Athletic solía jugar allí «donde Iribar se dejaba meter goles por los pequeños», o las actuaciones de los famosos 'Payasos de la Tele', Gabi, Fofo y Miliki. Sin faltar la obligada visita de los Reyes Magos. La barbarie de la Guerra Civil obligó a desalojarlo en junio de 1937. Personas y enfermos fueron trasladados a Francia, a bordo del «Goizeko Izarra», cedido por la familia Sota.
La presencia del hospital ha sido clave para el desarrollo de esta localidad costera toda vez que facilitó las firmas de convenios entre la Diputación y el Ayuntamiento que posibilitaron al pueblo proveerse de redes de saneamiento y de abastecimiento de agua o alumbrado público. Su última etapa se inició en 1985 cuando pasó a formar parte de la red de Osakidetza para convertirse en un «Hospital de Subagudos», donde se ofrece atención a personas con procesos que no requieren la utilización de medidas diagnósticas ni terapéuticas de alta complejidad.
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