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andrea cimadevilla
Viernes, 27 de mayo 2022, 15:39
38 años han pasado desde que Cosme Naveda, último médico titular municipal de Berango, aterrizó en el consultorio del pueblo. «Fue cosa del destino», reconoce él mismo. Desde muy pequeño tenía clara su profesión, nunca lo dudó, y eso le llevó a licenciarse en lo ... que hoy se conoce como atención primaria en 1978. Ahora, con 68 años y tras casi cuatro décadas asistiendo a los berangotarras, cuelga la bata «después de haber pospuesto la jubilación tres años». El Ayuntamiento, en su honor, celebrará el domingo un acto de reconocimiento a las 12.30 horas en el parque Moreaga, al que está invitada toda la ciudadanía y que contará, también, con un aurresku inicial, la presencia de Tomás Cobo Castro, presidente del Consejo General de Colegios de Médicos del Estado, y la actuación del grupo Golden Appel Quartet.
Los inicios no fueron fáciles, ni mucho menos. El bilbaíno comenzó su andadura en Alonsotegi, donde además de atender a los pacientes, tenía que dedicarse a muchas otras labores. «Los titulares teníamos que hacer de todo, antes éramos lo que se denominaba 'el jefe local de sanidad'. Pasabamos consulta, pero también hacíamos inspección de locales, la talla de los quintos de aquellos que iban a la Mili e incluso de forenses si se daba el caso», alude. Sin embargo, su profesionalidad e implicación, no solo le han llevado a ser un admirado doctor en Berango, sino a convertirse, desde hace 21 años, en el presidente del Colegio de Médicos de Bizkaia, cargo al que no volverá a presentarse en las elecciones de 2025. «Mi ciclo asistencial ya ha terminado. Ahora me centraré en disfrutar, aunque no descarto dedicarme a transmitir algún conocimiento en determinados momentos», asume. La tristeza de los vecinos de la localidad al conocer la noticia se ha palpado desde el primer momento. Junto a los múltiples agradecimientos que el sanitario ha recibido por las redes sociales, asegura que «son muchísimos los que se han acercado a darme las gracias e incluso a pedir citas solamente para despedirse». «Una de las cosas más bonitas de éste trabajo es que consigues conocer su ambiente real, sus problemas laborales, sociales, y empatizas con sus situaciones. Al final tienes la sensación de haber invertido bien todos estos años», subraya emotivo.
Lo cierto es que su primera opción fue Sopela, pero «las circunstancias me llevaron a acabar en el mejor lugar donde podía estar, Berango». Para Naveda la relación y cercanía con los pacientes es vital. De hecho, recalca que siempre quiere que le presenten como «médico de pueblo», de lo que se siente «realmente satisfecho y orgulloso». Su propósito era operar en un lugar que le permitiese dedicar tiempo a los residentes, conectar e interactuar con ellos, ya que según indica, «a lo largo de todos estos años se genera un vínculo personal, que hay que controlar, con los propios habitantes». Y es que el colegiado ha conocido hasta cuatro generaciones. «Cuando comencé, nosotros mismos teníamos que hacer la función de pediatras, por lo que me traían bebés que ahora tienen cuarenta años, y que a su vez, tienen sus hijos», explica. Cosme detalla que es vital que los graduados no vean a los pacientes como «enfermedades, y sí como personas». «Deben mirarlos como lo que son, lo que sienten, desarrollando habilidades para empatizar con ellos e intentar meterse en su cuerpo y en su cabeza», añade. Sin embargo, lamenta que cada vez haya menos aspiración por la atención primaria. «Mi consejo hacia los estudiantes es que escarben un poco más en la materia, que es realmente interesante, ya que hay una cierta tendencia hacia el hospitalocentrismo». Asimismo, advierte que es «dramático» que se hayan quedado 200 plazas sin cubrir «con la falta que hay en médicos de familia, más aún con la situación que hemos vivido».
Junto a ello, reconoce que los dos últimos años, sacudidos por la pandemia, «han sido los más duros de toda la carrera». «Han sido momentos realmente complicados, difíciles y de mucha presión. Nos enfrentamos a un problema muy desconocido que primero afectó a los hospitales, pero posteriormente a los ambulatorios», remarca Naveda. El miedo de los pacientes y la imposibilidad de recibirlos de manera presencial «limitó la gestión», incluso puntualiza que ha sido «penoso» para todos, en especial para los profesionales, al vivir una «alteración de la normalidad» sin precedentes.
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