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jon ander goitia
Sábado, 28 de diciembre 2019, 18:28
«¿Pero qué hay aquí montado?», preguntaba asombrado Julio Mena al entrar en la Ibar Nagusien Etxea de Romo y descubrir la feria de Santo Tomás que, gracias a los jubilados del centro, volvía a brotar con fuerza 82 años después. Su sorpresa ... tenía una explicación: nació el mismo año en el que se dejó de celebrar esta cita, por lo que nunca llegó a vivirla. Tampoco los cientos de personas que durante la mañana de este sábado se acercaron a este mercado, en el que 26 puestos abrieron al público un enorme baúl cargado de productos artesanales y de agricultura.
Puede que fuese la mezcla de estos dos factores, novedad y artículos locales, la que convirtiese la cita en irresistible para los asistentes. Una «grata sorpresa», confesaban mientras curioseaban entre los stands en los que uno podía comprar desde miel y mermeladas, hasta bisutería, talla de madera y prendas. «Le da un valor especial que sea hecho por ellos mismos, con sus propias manos», ensalzaban Jon Carpénter y Juan Lezama.
A medida que la jornada avanzaba y el sol templaba la gélida mañana, el jardín interior del Hogar del Jubilado, donde se instalaron los puestos, iba sumando gentío. «Esto le da vida al barrio, es un buen escaparate», aplaudían estos amigos. Algo que también puso en valor Rafa Martínez, presidente de la junta de Ibar Nagusien Etxea: «Organizamos la feria buscando enseñar al barrio nuestra casa y la riqueza de productos que nos rodean. Visto el éxito, nos planteamos repetirlo el año que viene», adelantaba.
Al entrar al mercado los asistentes fijaban sus ojos sobre los artículos de madera grabados. También sobre las mermeladas de Javi Peña y Beñate Barandalla. «Nos gusta preparar productos con los que dar de comer a la gente», compartían. Y así fue, porque alguna tímida cola se formó alrededor de esta mesa para probar las confituras de calabaza, naranja o pimiento. «Traemos todo lo que tenemos, porque no podemos dejar escapar la oportunidad de vender», confesaban.
El catálogo de bisutería de las hermanas Cristina y Elisa Pereiro tampoco se quedó atrás. Incluso anotaron algún que otro encargo. «La gente aprovecha para comprar los regalos», explicaron. Lo más habitual, sin embargo, fueron las compras personales, como la de la pequeña Euria, de 3 años. «He cogido una diadema», celebraba, de la mano de su padre, Josu Manzanos. El broche a la jornada lo pusieron seis jóvenes 'cocineros' con una gran chocolatada.
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