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Ellas, con el pañuelo en la cabeza, aunque dejando ver parte del pelo, siempre recogido. Ellos, con la txapela y ambos, como es tradición, con otro pañuelo a los hombros. Algunos acudieron con zapatos negros -propios de los días de fiesta-, otros con alpargatas -de ... los de labor- y todos de punta en blanco. Un centenar de vecinos hizo retornar ayer Plentzia al siglo XVIII, dando vida a una tradición que desde hace nueve años transforma este enclave.
El tradicional desfile de trajes típicos vascos, uno de los actos estrella de los San Antolines, casi colapsó ayer la calle Ribera y la plaza del Astillero. Idoia Bilbao, de la comisión de fiestas, recuerda cómo comenzó todo. «Una vecina propuso recuperar los trajes euskaldunes. Nos pareció algo excepcional y tiramos para adelante. Fue un éxito», explica, llevando el suyo con orgullo. Los vecinos se documentan para lucirlo tal y como se hacía entonces, recuperando el trocito de toda una época. «Es nuestra idiosincrasia. Hace siglos no existían sillitas -coches capota- para llevar a los niños, pero ya había trajes. Han estado siempre», explica, confesando que los suyos se los han hecho en Iparralde y en Vitoria.
La tradición continúa como un acto consolidado en el calendario festivo, uno que para Inés Peña, Rosa Hernández y Gorka Zuazo es «muy especial. Cada vez se suma más gente,y sobre todo más jóvenes. Es algo distintivo y lo mejor es que es muy nuestro», señalaban.
Cuenta Ilargi Sagarna, experta en esto de las vestimentas, que el pantalón 'mil rayas' era típico de los de interior, que el que lo llevababa 'mahón' era, seguro, de costa. Faldas azules, negras o con estampado, camisa de lino, corpiño y medias tupidas... El protocolo es estricto, aunque ayer en la variedad estuvo el gusto, eso sí, con mucho rigor.
«Las solteras iban sin pañuelo. Las que lo llevaban negro estaban viudas y blanco, casadas. El pelo siempre se llevaba recogido... Los trajes dicen muchas cosas», explicaba la vecina. Cada familia lleva su traje -no tiene por qué ser de la zona, también llevaron pantalones arratianos- y cada uno los consigue «de donde puede. De sus amamas, de familias o por encargo... El más antiguo era el de una mujer que vino de Mungia con un traje de boda del siglo XVIII, negro, precioso. Era de su abuela», señalaba Bilbao. Después del desfile, que resultó todo un éxito bañado -por fin- por el sol y acompañado del buen tiempo, hubo concierto, play back y kantujira. Hoy será el turno de los famosos cócteles, otra de las citas ineludibles. Sólo queda darlo todo hasta el domingo para despedir, hasta el año que viene, unos multitudinarios San Antolines.
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