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TXEMA IZAGIRRE
BARRIKA.
Viernes, 10 de mayo 2019
Una treintena de alumnos de segundo de Primaria de la Escuela Pública de Plentzia vivieron ayer una jornada diferente. También los mayores que viven en la residencia Barrika Barri. Muchos años de diferencia entre personas que lejos de no entenderse, conectan mucho más de lo que se pudiera pensar. Porque, como reconocía Libe F., una mujer que nació en el Puerto Viejo hace 83 años, «los niños nos dan energía a los mayores. Nos dan alegría».
Al 'subidón' energético también colaboró Naiara Lobato la lió con los bailes. Metió el ritmo en el cuerpo todos. Cada cual movía la parte del cuerpo que podía, pero todo eran sonrisas. También hubo carreras con 'iturris' y juegos de bolos.
«Me gustaría volver», anunciaba Liam, un alumno de 8 años. Su amigo del alma, Imanol, reconocía que los internos de la residencia le ganaron a los bolos, pero la velada intergeneracional de ayer le encantó: «¡Lo he pasado genial!». Ohian, Alba y Unai fueron otros tres que se lo pasaron en grande. «¡Hemos jugado mucho!», anunciaban.
Su profesora, Ana Sorriketa, tiene claros los beneficios de una actividad como la de ayer. «Estas iniciativas deberían multiplicarse por el bien dividido que germina entre las nuevas y las viejas generaciones», argumentaba. «Creo que realizar iniciativas así es muy gratificante y enriquecedor», certificaba Gaizka Euba, responsable social de Barrika Barri.
«Les dan mucho cariño»
El de ayer no fue un hecho aislado sino solo un ejemplo del hilo intergeneracional que se teje entre centros como Kirikiño, Olimpia, Las Magnolias o la Fundación Elorduy. Plentzia Eskola se metió en el ajo porque el proyecto le encantó a la directora Lucía Castrillejo. «Peleé mucho por hacerlo porque me gustaba la relación intergeneracional: niños con gente mayor. Que los niños viesen tanto las dificultades como las habilidades que puede tener la gente mayor», comentaba. Por lo visto ayer, es un matrimonio muy bien avenido. A su juicio, los mayores «les dan mucho cariño a los niños. Algunos han perdido a sus abuelos». De hecho, contó el caso de un alumnos que le había avisado de que igual «iba a llorar». «Me ha dicho que su abuela de 93 años se ha muerto hace poquito», desveló la docente, cuya energía también contagia.
Además de los peques, a barrika Barri también acudieron más personas que cantaron o a bailaron para animar la visita. Manoli Beain lo vivía radiante. «Hacen muchas veces cosas así, con los niños. Es gente maravillosa». Esta mujer de Trapaga, que lleva dos años en la residencia, coincidía con su amiga Victoria Santamaría, de 86 años, que reconocía que se lo pasaba «en grande». Más adelante tocará devolver la visita, porque claro, los residentes también acudirán a la escuela. De hecho, se establecen relaciones curiosas. Tanto, que hasta se mandan cartas y postales cuando llega la Navidad.
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