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Las técnicas del centro sueltan una cría de cárabo, una de las 27 aves liberadas ayer en El Viviero. MAIKA SALGUERO
Medio millar de animales silvestres se recuperan cada año en la granja de Gorliz

Medio millar de animales silvestres se recuperan cada año en la granja de Gorliz

El centro foral, que cumple 20 años, gestiona su propio banco de recursos biológicos para garantizar la pervivencia de especies

IZASKUN ERRAZTI

BILBAO.

Viernes, 20 de septiembre 2019

El centro de recuperación de fauna silvestre de Bizkaia lleva dos décadas dando una segunda oportunidad a miles de animales que tienen su hogar en los bosques y montes del territorio. Es un remanso de paz, donde impera el silencio. Y así debe ser, porque la mitad del millar de ejemplares que recibe cada año la granja que gestiona en Gorliz la Diputación desde julio de 1999 llegan heridos, enfermos o huérfanos. Incapacitados para sobrevivir en su propio medio, al que serán devueltos tras su restablecimiento.

La actividad en el centro de Gorliz es intensa. A los ingresados se les realizan fichas, reconocimientos, radiografías... y curas, a diario. Por no hablar de las operaciones, también frecuentes, sobre todo en rapaces, que a menudo sufren fracturas y requieren de clavos para recuperar la movilidad. «Estas intervenciones necesitan unos 21 días de recuperación, y luego el animal tiene que muscular, coger fuerzas, aprender a volar...», explica José Miguel Escribano, jefe de Sección de fauna silvestre y experimentación animal. Pero muchos ejemplares no corren la misma suerte. De hecho, son más de 500 los cadáveres que cada ejercicio terminan sobre la camilla en las instalaciones forales, donde sus técnicos los convierten en objeto de estudio.

A lo largo de dos décadas el centro ha recogido 17.331 animales. 7.965 de ellos llegaron muertos, pero la mayoría (9.366) entraron vivos. De ellos, 5.014 fueron devueltos a su medio natural tras recibir tratamiento, y otros 1.382, cedidos a centros de conservación animal. Pero no todos los inquilinos de la granja de Gorliz en estos 20 años lo superaron. La cifra de víctimas alcanzó las 2.797.

El grupo más numeroso entre los animales recogidos es el de las aves: 11.758, entre gaviotas, vencejos, gorriones, mirlos, buitres, cárabos o lechuzas. Le siguen los mamíferos (3.843) -jabalíes, corzos, tejones y zorros- y los reptiles (1.385, la mayoría ejemplares de tortuga florida y de galápago leprosoentre).

Muchas son las causas que explican la llegada de tantos inquilinos a la granja foral. En el caso de las aves, predominan las crías que han caído del nido o ejemplares que han sufrido traumatismos. Pero también las hay que ingresan electrocutadas, arrolladas por vehículos o como víctimas de un disparo. El descaste y el atropello constituyen las principales amenazas para los mamíferos, mientras que los reptiles que acaban en Gorliz son en su mayoría capturados o cedidos.

Cría en cautividad

Terminado el tratamiento y con las mínimas garantías de supervencia, los animales son liberados.«Son pocos los casos, pero algunos no pueden abandonar las instalaciones», apunta Escribano. Como la pareja de ciervos que desde hace seis años vive en el exterior de la granja. «Es el problema que tienen los corcinos, que mucha gente recoge porque los encuentra inmóviles entre la vegetación y piensa que están abandonados o enfermos», explica. «Nunca hay que tocarlos, porque se impregnan de olor humano y su madre los rechazará», advierte.

La cría es una de las tareas más importantes del centro, que desde 2012 desarrolla un programa centrado en la lechuza. Y el plan, en el que intervienen tres machos y cinco hembras, está dando «buenos resultados». Pero en la granja de Gorliz no sólo se crían algunas especies. También su sustento, porque dar de comer a cientos de animales, en su mayoría aves, no resulta barato. «Aquí criamos saltamontes, gusanos, pequeños roedores... porque todo no se puede comprar», advierte el responsable del recinto.

Los técnicos también tienen asignadas otras funciones. Entre ellas, desarrollar programas de vigilancia sanitaria y de control epidemiológico de la fauna silvestre, tomando parte en el Plan Nacional. Además, centrados en la conservación de las especies amenazadas que ingresan en el complejo, realizan trabajos de investigación con centros universitarios y organismos estatales e internacionales. La alarmante pérdida de la biodiversidad también ha llevado a estos expertos a gestionar su propio banco de recursos biológicos y genéticos, con el fin de procurar el mantenimiento de especies, conocer su actividad biológica y estudiar enfermedades.

La Diputación estudia abrir a las visitas parte del centro

Poco se conoce de la intensa labor que los técnicos forales desarrollan de puertas para dentro, que incluye el desarrollo de programas de vigilancia sanitaria y control epidemiológico, e incluso trabajos de investigación con universidades y centros nacionales e internacionales. Por eso, 20 años después de la apertura de la granja, la Diputación se plantea labrir al público parte de sus dependencias. Mientras, Escribano advierte a la gente que encuentra animales enfermos o abandinados en el monte que no se los lleve a casa. «No son mascotas. Lo que deben hacer es llamar al servicio de recogida de la Diputación», zanja.

Entre las aves liberadas estaba una garza real. MAIKA SALGUERO

Liberan 26 ejemplares de aves rapaces y una garza en El Viviero de Galdakao

Cristina Raposo. Galdakao

Catorce lechuzas, siete cárabos, cuatro cernícalos, una garza y un azor volvieron a surcar ayer los cielos del área recreativa de El Vivero en Galdakao, más conocido como Elorritxueta. La suelta de las 27 aves corrió a cargo de los agentes encargados del Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de Bizkaia, la institución que durante semanas ha cuidado y rehabilitado a las aves. Acompañándoles, también se encontraba la diputada de Sostenibilidad y Medio Natural, Elena Unzueta. «Este centro, que este 2019 cumple veinte años de andadura, es una de nuestras principales herramientas para  conservar la biodiversidad. Un lugar para el conocimiento, un espacio para la investigación y una fuente de información incomparable sobre el estado de la fauna silvestre de nuestro territorio», señaló la diputada.

Las primeras en echar a volar fueron las crías de cárabo. Estas aves rapaces de tamaño medio rápidamente se elevaron entre las cumbres de Artxanda y Ganguren. «Esta especie es nidífuga y la gente en cuanto los ve siente lástima y los recoge pensando que los están rescatando. Pero en realidad son ellos quienes abandonan el nido y además, su madre los vigila y los sigue alimentado», explicó José Miguel Escribano, jefe de Sección de fauna silvestre y experimentación animal del centro.

En ese mismo lugar, también se liberaron los cernícalos, el azor y la garza. Esta última, tras elevarse por el aire unos metros, terminó cayendo entre unas zarzas. A pesar de ello, este esbelto y elegante animal, de poco menos de un año, no tardó mucho en sacudir sus alas y alzar nuevamente el vuelo hasta desaparecer del horizonte.

Las lechuzas también tuvieron su momento aunque en un enclave distinto. «Las hemos soltado más abajo para que no coincidan en el mismo punto todas las especies», apuntó Escribano. En escasos minutos, todas ellas abandonaron sus cajas y fueron poco a poco desapareciendo entre las sombras del arbolado que las rodeaba. Era su seguna oportunidad.

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