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LUIS GÓMEZ
Viernes, 15 de enero 2021
Tras el cierre del Jolastoki, que pasó página hace dos veranos a 98 años de historia, la Margen Derecha, y más concretamente Getxo, se ha ... quedado sin su gran referente gastronómico. El Cubita, emplazado en el Molino de Aixerrota, una singular construcción del siglo XVIII, ofreció el pasado lunes su último servicio.Cierra de esta manera una etapa de casi tres décadas ligada a la familia del empresario de restauración José Luis Martínez de la Maza, fallecido a principios del año pasado.
El covid ha supuesto la puntilla y el certificado de defunción de un establecimiento que reivindicó los fogones de toda la vida y convirtió la merluza rebozada con chipirones –«media de merluza albardada con media de chipirones en su tinta», recordaban con entusiasmo los clientes– en un clásico de la casa. Otro de sus platos estrella fueron los callos con morros en salsa vizcaína. Sus responsables mantuvieron también el carro de postres como otro referente de este establecimiento. Los fogones se acompañaron de una decoración inequívocamente clásica.
El Cubita, fundado en 1957, respondió, en cualquier caso, a los gustos de una clientela amante de una cocina tradicional y casera. Su última etapa se remonta a hace 29 años y con su desaparición la saga familiar pone «fin de ciclo». Los responsables destacan las dificultades encontradas en los últimos años y lamentan que «no ha podido ser. Hasta aquí hemos llegado», remarcaron ayer varios portavoces familiares.
Los nuevos hábitos de consumo, las restricciones sanitarias impuestas por la pandemia y el efecto fagocitador de Bilbao, cada vez mayor, ha acelerado el cierre de unos fogones a los que en muy poco ayudó la estrategia del Ayuntamiento getxotarra, propietario del inmueble, con una política de alquileres que cuestionó desde hace bastante tiempo la viabilidad económica del negocio. De directora de sala y sumiller ejerció Susana Martínez, alma del local y una de las tres hijas del recordado José Luis. El local disponía de importantes reclamos al contar con dos espectaculares terrazas: una cubierta frente al mar y otra exterior.
Como le sucede a numerosos establecimientos emblemáticos, el Cubita fue mucho más que un restaurante. Dio de comer, pero fue también testigo de la vida social de Getxo, asomado a los acantilados y con privilegiadas vistas sobre la bahía de El Abra. Igual que le pasó al Jolastoki, de Neguri, la falta de relevo generacional ha lastrado también la continuidad de un local que hizo de los grandes banquetes familiares y eventos de empresas una de sus grandes señas de identidad. Así sostuvo un prestigio que empezó a resquebrajarse únicamente a muy última hora, agravado por el impacto de una pandemia que tantos negocios ha arrasado. «Hay influido, sin duda, en la toma de una decisión tan triste», confiesa.
Sin embargo, al Cubita le ahogaron también otros frentes. En la empresa familiar reconocen que los controles de alcoholemia que se colocaban en las inmediaciones del local disuadieron «a muchos clientes». Con su desaparición, se abren numerosos interrogantes. Al Consistorio getxotarra no le queda otra alternativa que abrir una nueva concesión administrativa para tratar de encontrar a otro inquilino. Otra cosa es que lo consiga. Los vecinos temen que el edificio corra la misma suerte que la antigua cafetería de Usategui, también de titularidad municipal, y que se halla en estado de abandono.
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