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Los agentes en la parada de autobús donde localizaron a dos jóvenes consumiendo sustancias prohibidas. L. p.
Getxo pone coto al consumo y venta de droga junto a centros escolares con 369 vigilancias

Getxo pone coto al consumo y venta de droga junto a centros escolares con 369 vigilancias

EL CORREO acompaña a una patrulla de la Policía Local que recorrió las inmediaciones de un instituto, donde jóvenes fumaban cannabis

Leire Pérez

Getxo

Martes, 7 de mayo 2024

Unir adolescencia y drogas siempre es peligroso, pero si además el consumo tiene lugar en horario escolar el cóctel es explosivo. La Policía Municipal de Getxo realizó el año pasado, en coordinación con la Ertzaintza, 369 actuaciones preventivas en los centros escolares de la localidad. Un año antes fueron 171.

Las campañas se pusieron en marcha antes de la pandemia a petición de los propios centros, con la alarma sanitaria se suspendieron y se retomaron con fuerza el curso pasado. El objetivo es claro: evitar al máximo el consumo de sustancias estupefacientes y ponérselo complicado a los pequeños traficantes para reducir el menudeo a la mínima expresión. De paso, se vigila que tampoco haya armas blancas, explica el jefe de la Guardia Urbana, Tomás Santín.

Antes de que arranquen las clases o durante la media hora que dura el recreo, los agentes se mezclan con los peatones y recorren los entornos de los institutos de la localidad. En lo que va de año han tenido lugar 74 vigilancias y hasta la jornada de ayer cinco denuncias. El año pasado fueron cuatro. La última acción fue ayer mismo en el exterior de Julio Caro Baroja, más conocido como Getxo 1, y del centro de Formación Profesional Fadura. Van rotando.

10.50 horas. La pareja encargada en esta ocasión del dispositivo al que acompañó ELCORREO, una agente veterana y su compañero, que lleva menos años adscrito al cuerpo, comienzan a recorrer las calles de paisano. Ha caído un fuerte chaparrón, los bancos están mojados y todo hace pensar que serán pocos los alumnos que tomarán un respiro en el exterior. Sin embargo, a los pocos instantes las calles se llenan de chavales. La mayoría se dirigen a las tiendas cercanas para hacerse con un tentempié, otros tiran de bocata traído de casa. No hay ningún indicativo de consumo ilícito. Los policías dan la vuelta a la manzana y transitan por un callejón cercano. Nada. Deciden alejarse un poco más, cerca del río. Al haber llovido son pocos los grupos que se concentran en los bancos.

Además, los agentes se enfrentan a otro inconveniente todavía más fatigoso, que es discernir qué se fuma, porque cada vez son más los jóvenes que, ante los altos precios de las cajetillas, recurren al tabaco de liar. «Nos guiamos por el olor y hay más diferencias porque el humo es más denso», recuerdan. Se va echando la hora encima. Los jóvenes regresan a clase y el dispositivo está a punto de terminar, pero entonces se percatan de que hay cuatro chicas sentadas en la parada de autobús de la Avenida Salsidu y dos de ellas están fumando. «No es tabaco, olía», alerta el policía a su compañera. Se acercan a ellas. Descubiertas se intentan defender. «Acabamos de salir de clase, tenemos examen», contesta una de ellas que es mayor de edad. A su lado, su amiga no ha cumplido los 18 años y tiene otro porro.

China de hachís

«¿Tenéis más?», les preguntan los agentes. Cada una de ellas portaba una cajetilla con una china de hachís. Los agentes requisaron la sustancia y la enviarán a analizar a la Ertzaintz,a que determinará el peso y la composición, así como la posterior multa. Apuntan el contacto de los padres de la menor para advertirles del hallazgo y las comunican que recibirán una sanción. «Eso ya me toca las narices, hay gente que hace cosas peores», replica la chica de más edad a la policía. «En la calle está prohibido el consumo y deberíais preocuparos por lo que os perjudica», recuerda la agente.

Estas incautaciones elevan a cinco las denuncias este año. El responsable policial, Santín, reconoce que en todo caso «no hay un incipiente consumo, no se decomisa tanto para todas las acciones que hacemos». Los datos lo certifican y desde la comisaría se valora desde el punto de la efectividad y prevención. «En cuanto hay una denuncia se corre la voz y eso ayuda», afirma.

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