![Getxo arranca una cruzada contra la colonización urbana de las gaviotas](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202005/08/media/gaviota-patiamarilla-getxo.jpg)
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txema izagirre
Viernes, 8 de mayo 2020, 09:08
La gaviota patiamarilla ha invadido en cuestión de 20 años parte de los barrios de Las Arenas y Romo. Hasta el punto de que el Ayuntamiento de Getxo ha emprendido su primera cruzada para limitar las poblaciones en el casco urbano, en clara expansión. La iniciativa se lanza por los desperfectos que causan y las frecuentes quejas vecinales pidiendo ponerle remedio de una vez. La novedosa campaña ya ha arrancado. Se extenderá hasta julio. Consistirá en eliminar los huevos de los nidos que hacen en los tejados.
El origen parte de las molestias generadas por las gaviotas a los vecinos getxotarras. La lista es bien amplia. Empieza por «el ruido, el griterío» que causan. Al menos con ese argumento llaman algunos residentes al departamento de Medio Ambiente, quejándose de los sonidos que emiten: «su voz más característica es la denominada 'llamada larga', que generan con sus graznidos antes del amanecer», apuntan de la administración local. Madrugan tanto, que hay seres humanos a los que no dejan dormir.
Pero el rosario de problemas de convivencia se extiende con «deyecciones, atascos en canalones y bajantes pluviales, deterioros en tejados». Y lo peor es que no sólo se han acostumbrado a la presencia humana, sino que es patente «su creciente agresividad hacia personas que suben a los tejados», señalan.
Todo esto sucede porque la patiamarilla es una superviviente por su variada alimentación y oportunismo. La especie más numerosa de la veintena de gaviotas que hay en la zona, se adapta con enorme facilidad a los ambientes y situaciones. Ejerce de carroñera y depredadora, tanto en la mar como en tierra. «En el municipio se han empezado a observar sobre todo en los barrios de Romo, Las Arenas y Santa Ana». Informan desde el Ayuntamiento que se deja ver en las calles e incluso anida en algunos tejados.
Escuchadas las crecientes quejas de los residentes, los responsables municipales han arrancado un programa «con el objetivo de frenar la proliferación». El objetivo es claro: «Con el control de esta especie, asociada al ecosistema marino, pretendemos conocer y reducir el número de ejemplares que nidifican en el interior de la zona urbana del municipio y evitar el nacimiento de nuevos pollos que se sumarían a las parejas ya establecidas». Lo ha explicado el concejal de Servicios Urbanos Ambientales y Calidad Ambiental, Joseba Arregi.
Incluso avisa de que «la solución a este problema de 'colonización' de las gaviotas requiere, además de proyectos o planes estratégicos para el control de su natalidad, de la colaboración ciudadana». De ahí que pidan a los residentes que avisen si hay nidos en sus bloques de pisos y que dejen pasar a los especialistas cuando se ocupen de ellos.
Lo de la gaviota patiamarilla era una crónica anunciada. Raro era verlas fuera de su medio hace cuatro décadas. Sobrevolaban la zona de tierra cuando había temporal en la mar. A medida que se incrementó la población urbana, se generaron más basuras. Se dejaban al aire libre en los vertederos. Estas aves vieron allí su oportunidad de obtener alimento con el mínimo esfuerzo y colonizaron por miles los basureros de Jatabe, Getxo y Leioa. Hasta el punto de que se gastaron varios miles de euros de los actuales –entonces en pesetas- en colocar un sistema para espantarlas en el centro comercial Artea después de construirlo.
El siguiente paso institucional fue sellar los vertederos por beneficio medioambiental, lo que afectó de elleno a muchos ejemplares. Y con la última huelga de basuras de Getxo dieron otro paso. Ahí llegaron para quedarse cuando las calles lucían llenas de desperdicios. Poco a poco, estas aves valientes que antaño sirvieron de señal en el cielo para detectar los barcos de los pescadores, fueron ganando terreno urbano.
De la costa y los aledaños de la ría llegaron al interior de Romo, donde se veían por decenas en las inmediaciones del río Gobela. En dos décadas, han «aumentado considerablemente en núcleos urbanos costeros, debido, entre otras cuestiones, a que son entornos donde les es más fácil conseguir alimentos y donde sus nidos están más protegidos». Y en Getxo han pasado a la siguiente fase, «que cada vez es menor su temor al ser humano, lo que hace que se hayan ido habituando a convivir con nosotros de forma cercana, tanto para alimentarse como para dormir y nidificar», según han indicado desde Medio Ambiente.
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