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txema izagirre
Jueves, 3 de septiembre 2020, 19:14
Grabar desde el cielo los cambios del pueblo a ras de tierra hará documentarlos. Eso es algo al alcance de un dron como el que ayer sobrevoló parte de Berango para dejar constancia de esas zonas recién urbanizadas o aquellas que cambiarán su aspecto para ... dibujar un municipio renovado. Su suave zumbido despertó cierta expectación. «¡Qué guapo! ¡Quiero uno!», gritaron tres niños que andaban en bicicleta por el parque de Moreaga. Miraban embobados al aparato de 4,5 kilos de peso que surcó el cielo a una altura máxima de 60 metros. Cada batería da para 20 minutos de vuelo. Ayer usaron 20 en total.
En la Casa Consistorial estudian muchas posibilidades en cuanto a viales, urbanizaciones y edificios. El palacio Icaza, el edificio más emblemático de la localidad, puede ser el futuro centro de los servicios culturales y albergar también el Museo del Cinturón de Hierro, que en la actualidad está en la parte baja de la Kultur Etxea de Moreaga. El dron tomó imágenes, con su cámara de 35 milímetros, de otro inmueble cercano en el que se planea habilitar una ludoteca y un ambigú o pequeño establecimiento hostelero.
Realizó ayer tomas durante seis horas de vuelo, dirigido por Guillermo de Roda, y bajo la supervisión de Ana Carrasco, otra piloto civil que actuó de observador para controlar en todo momento donde estaba físicamente el aparato, que hasta lleva paracaídas por cuestiones de seguridad. El planing diario incluyó unas 14 horas de trabajo –tan seis de ellas de vuelo -, programadas al milímetro por el productor Gustavo Acosta. «Es un día soleado, sin viento…una maravilla», aseguró este hombre, que recordó cómo en julio pidieron permiso para un sola jornada y la lluvia les chafó sus planes.
Pero ayer volaron por Kurtzes, un barrio desde donde los responsables municipales pretenden habilitar un enlace rodado con la rotonda de Sopela para acceder directamente al corredor de Uribe Kosta. El responsable de imagen Roberto Rivas completó el plantel del equipo preciso para obtener un vídeo a vista de pájaro. Arrancaron a las siete de la mañana para colocar ese objetivo de 35 milímetros que Rivas dirigió a su antojo. Quería tomas precisas, aunque el dron tiene una cámara fija más que las graba. «El primer trabajo ha sido colocar todo lo necesario, desde el objetivo al paracaídas, para hacer una primera prueba de vuelo que nos ha salido bien. Y luego a trabajar». El productor se mostraba satisfecho porque todo salió a pedir de boca.
Pero detrás había un papeleo ingente. «Es vez hemos pedido permiso para volar tres días. Este es el primero y conseguiremos hacer todas las tomas para las ocho de la tarde», apuntó satisfecho Acosta. Porque volar un aparato así requiere casi tantos permisos como los de una avioneta. Desde la Guardia Civil a Ertzaintza, AENA y demás tienen que saber por dónde surca el cielo un dron. «El de Berango es de los primeros permisos que se conceden en Bizkaia para volar», informó Mikel Garate, presidente de la asociación vasca de operadores de drones.
En todo el país hay muy pocas empresas con permiso legal para estos proyectos. La de Guillermo Roda es una de ellas. Este hombre aprovecha el vuelo de una avioneta de instrucción por las inmediaciones para explicarlo. «Irá a 200 metros de altura. Si chocara contra un dron como el nuestro, que no es muy grande, podría tirarla». Por eso insiste De Roda en el riesgo que suponen estos aparatos. «Hay empresas especializadas que tenemos que pagar seguros que cubren un millón de euros. ¿Este trabajo es caro? Sí. Aquí estamos cuatro personas especializadas que nos tenemos que quedar a dormir en un hotel. Pero cuando ves el resultado, merece la pena».
La seguridad es la primera premisa de este tipo de actividades, que por hora son habas contadas en los cielos vizcaínos. No se puede volar más alláde cincokilómetros de distancia de un aeropuerto. «Con los permisos que tenemos que pedir, si viene un helicóptero de Osakidetza o de la Ertzaintza, sabe que estamos aquí y no hay problemas», concluye De Roda. Las imágenes que toman dejan constancia documental de la realidad de un pueblo, cuyos cambios se pueden vislumbrar avista de pájaro hoy o compararlos en el futuro.
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