Los colectivos de salud para los mayores critican el centro intergeneracional de Romo

Osalde –asociación por el derecho a la salud–, Babestu –familiares de usuarios de residencias de Bizkaia–, Mogollón de Vida –agrupación por las personas mayores–, Arquitecturas del Cuidado –colectivo de profesionales de atención alternativa a ancianos–, las plataforma de pensionistas de Romo y de Uribe Kosta, además de las agrupaciones del barrio Ibar Nagusien Etxea y la de vecinos, requieren «una reflexión sobre este proyecto».

Este modelo novedoso en Bizkaia no convence por sus dimensiones. De partida, defienden modelos distintos de servicio a las personas mayores, porque las grandes infraestructuras han demostrado su «ineficacia» en tiempos de pandemia, «con contagios de cientos de personas y numerosos problemas». Por ello, abogan por «someter a una profunda revisión las políticas de cuidados a este sector de población para que nunca más vuelva a ocurrir una tragedia así».

Todos los colectivos han firmado un manifiesto para «replantearse» el plan anunciado por la Diputación y la Corporación. Aparte de contemplar un número elevado de residentes, les preocupa que se trate de personas con dependencias severas o sin movilidad, lo que les hace «dudar de su interés para relacionarse con jóvenes».

La petición lanzada es que se cuente con todos los afectados y agentes para conocer las necesidades reales de un barrio habitado por muchas personas jubiladas. «Hace falta un replanteamiento. Saber qué necesita Romo, que desde luego no es un espacio así, en el que los residentes van a estar rodeados de hormigón y sin espacios naturales para ver ni para pasear», critican.

Para estas agrupaciones, el planteamiento se hace «dando la espalda a la demanda ciudadana de dotar al barrio de un centro de día integral y público, del que carece todo Getxo». Actualmente, a las personas necesitadas de ese servicio les tienen que trasladar al de Leioa.

Desde Babestu piden «garantizar calidad asistencial con el personal necesario», mientras que desde la Plataforma Romo defienden infraestructuras más sostenibles y no apostar por grandes residencias. «Nos encontramos con un modelo claramente cuestionable como el actual, que somete a sus usuarios a un régimen cuartelero de horarios, que restringe las visitas de familiares, que obliga a compartir habitaciones, que carece de atención especializada y, donde médicos y fisioterapeutas asisten durante unas horas unos pocos días a la semana».

Requieren desde Arquitecturas del Cuidado que las necesidades las midan «desde un enfoque de salud comunitaria que incluya a todos los protagonistas: familias, personas mayores, administraciones, trabajadoras, servicios públicos y privados, como agentes responsables». Y abogan por modelos más cercanos a los usuarios y de menor volumen, enfocados a ofrecer servicios en la etapa vital a partir de la jubilación. Por eso se inclinan por «centros de escala en barrios, bien conectados con el entorno por accesibilidad y cercanía, de dimensiones sostenibles, con un máximo de 40 unidades convivenciales».

Todos ellos abogan por la necesidad de espacios adaptados para el envejecimiento de la población más próxima, «entendiendo que las residencias geriátricas son parte de un ecosistema de servicios y espacios necesarios». Como modelos inspiradores apuntan sistemas como el cohousing –viviendas colaborativas para personas mayores– o modelos como los de Dinamarca, Noruega, Islandia, Suecia y Países Bajos . «Funcionan mejor que el nuestro», aseguran de Mogollón de Vida.