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La pequeña playa de la Bola es un rincón poco conocido y bastante maltratado de Getxo. Reducida casi a la nada en marea alta, cuando el mar se retira es todo un mundo al descubierto, habitado por «comunidades de algas, invertebrados y peces que antaño ... poblaban toda la costa», como dice el cartel explicativo instalado allí. Es también un refugio acogedor para las aves, sobre todo en invierno y en migración, algo que pasa inadvertido para quienes caminan a diario por este punto. Este sábado, y por iniciativa del Ayuntamiento, el paseo que rodea este recodo se convirtió en un observatorio de aves que atrajo tanto a aficionados a la ornitología como a observadores casuales que pudieron admirar, con prismáticos, telescopios o a simple vista, ejemplares de garcetas, alcas, cormoranes y martines pescadores, entre otras especies.
La sesión comenzó a las diez de la mañana y uno de los primeros en hacer acto de presencia, con una puntualidad germánica y cuando casi no había llegado nadie, fue un ejemplar de garceta común. Apareció a las 10.01 horas, se posó en la orilla, en el centro de la playa. Y ahí estuvo, 'posando' algo más de una hora, como si la hubiera fichado el Ayuntamiento para esta actividad. De hecho, llegó un poco antes que Xabier Buenetxea, asistente en Biodiversidad del consistorio, que hizo las veces de coordinador y guía. «Hacemos dos observaciones como esta al año, una en noviembre y otra en febrero, para ver los pájaros que van en migración prenupcial y en migración postnupcial».
La Bola, afeada por los residuos que la cubren en buena parte, «es una playa que tenemos muy dejada. Pero para los pájaros es un sitio protegido, en el que se meten a descansar. Un sitio donde pueden estar tranquilos». Como para confirmarlo, un alca hace acto de presencia y se exhibe cerca de la orilla. Es un ave llamativa, «porque es como un pingüinito».
De hecho, es un pájaro que tiende a protagonizar titulares llamativos por ese parecido –«¡Aparece un pingüino en Cartagena!», «Pingüinos en Mallorca», «¿Pingüinos en Cádiz?»–, similitud que en realidad es un capricho de la evolución. Como dice uno de los primeros aficionados que planta su telescopio en el paseo, «es un caso de evolución convergente. Pingüinos y alcas no están emparentados, pero ocupan nichos ecológicos similares. Las dos especies tienen la capacidad de 'volar' bajo el agua. El alca también puede hacerlo en el aire, aunque con torpeza. Es bajo el agua cuando puede alcanzar una velocidad impresionante». Como para confirmarlo, el ejemplar a la vista en la Bola se lanza bajo la superficie como un rayo. La garceta ahí sigue, mirando a sus 'colegas' con indiferencia. Mientras tanto, van apareciendo charranes, cormoranes, gaviotas patiamarillas y reidoras, algún vuelvepiedras y un martín pescador que se convierte en la sensación de la mañana gracias a su colorido, una visión espectacular a través de los telescopios.
Después de admirarlo, Goizane de los Heros prefiere concentrarse en los cuatro cormoranes que se han apoderado de un pequeño barco amarrado frente al puerto deportivo y a los que observa con un telescopio. «Son un chico y tres chicas», asegura la niña, de 7 años, que ha venido con sus padres, Mónica Vélez y Beñat de los Heros. «¿Cómo sabes eso?», pregunta un incauto que ha cogido la frase al vuelo. «Por el color de las plumas, el chico es todo negro», responde la pequeña, sin despegar el ojo del ocular. Mónica explica que es ella la aficionada a la ornitología, a la que ha arrastrado al resto de la familia, pero está claro que Goizane la va adelantar en breve.
«Habría que limpiar esta playa», de Emy Sánchez, que se ha apuntado a la observación sobre la marcha, al pasar el bici acompañada por José Ignacio Gallo. «Siempre llevo los prismáticos encima», dice. «Este es lugar de paso y estancia de muchas aves y es una pena que esté así. Debería estar cerrada y protegida», añade.
«¡Charrán patinegro en vuelo a la vista! ¡Allí!», avisa alguien. Prismáticos, cámaras y telescopios se giran hacia la dirección indicada. El pájaro se lanza al agua en un picado de vértigo. La mañana avanza y aparecen más aves. Un grupo de alcas – «son como pingüinos» es una de las frases del día– a lo lejos, indiferentes al paso de los veleros, otra garceta, gaviotas diversas. A veces, interactúan. Como para exhibirse, un cormorán se sumerge en busca de algún pez muy cerca de la orilla. Le siguen desde el aire un charrán y una gaviota, que además se vigilan mutuamente. «El cormorán revuelve el fondo y los otros dos están atentos a ver si pillan algo», comenta Buenetxea. «Esto es todo un mundo, pero mucha gente no se fija si no se lo señalan. Es una de las razones por la que hacemos esto aquí».
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