Incautan 328 litros de alcohol en el Carnaval de Algorta

La Policía Local detuvo a una persona por robar un teléfono móvil, localizó otros dos dispositivos y decomisó dos hachas, una navaja, una tijera y varias dosis de droga

Leire Pérez

Domingo, 18 de febrero 2024

18.30 horas del sábado. Hace una tarde espléndida que invita a darse una vuelta por los Carnavales de Algorta. El municipio costero celebra este fin de semana una cita que pocos se pierden en el calendario y que llena las calles de la localidad ... de personas llegadas de distintos puntos de Bizkaia. El trabajo de la Policía Local de Getxo arranca temprano: decomiso de alcohol a menores de edad. Uno de los puntos más vigilados es el acceso al municipio a través del metro. No es el único. Las patrullas retiran las bolsas con los 'litros' a todo chaval que encuentran haciendo botellón en la calle.

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En Telletxe, una turba de personas sube las escaleras del suburbano. Algunos se sorprenden con la presencia de los agentes. Otros muchos ya saben que se pueden quedar sin bebida, así que optan por no llevar nada. Siete agentes de la Policía local vigilan a las personas que desembarcan con especial foco en los menores. Se les incauta el alcohol, pero también se actúa con jóvenes sospechosos de portar armas blancas. La experiencia de años anteriores ayuda. Al parecer, es una práctica cada vez más habitual. EL CORREO ha acompañado a una patrullaen el dispositivo policial y, tal y como hemos comprobado, tan solo una hora después de comenzar el operativo ya se habían incautado más de «50 litros de alcohol y decomisado una navaja y unas tijeras». Los chavales tiran de picardía. Pero no cuela. Una joven intenta esconder un litro de vino en la parte interior de la bolsa. Para disimular lleva encima la chaqueta, pero los agentes la agarran antes de que salga de la boca del metro. Queda mucha noche por delante.

Evitar situaciones angustiosas como comas etílicos, pero también reducir al máximo las peleas y las agresiones sexuales es el objetivo de un plan preventivo en el que los agentes mueven ficha antes de que se amontonen las llamadas de emergencia. La localidad cuenta con la experiencia de la celebración de San Juan en Arrigunaga que les ponía hace años en jaque con situaciones verdaderamente angustiosas. Desde hace tres años han cambiado la forma de trabajar y ponen coto al botellón y al consumo de alcohol por parte de los menores. «Hacemos una labor preventiva activa. Estamos en la calle con diferentes medidas, la primera es identificarles y decomisar el alcohol, para así poner su seguridad por encima de todo y con ello hemos minimizado mucho los incidentes. Podemos llegar a quitarles varios centenares de litros. ¡Imagínate que les puede hacer eso en el cuerpo! Es una burrada», explica Aitor, oficial de la guardia urbana, criminólogo y responsable del dispositivo.

Los agentes no se esconden, todo lo contrario, quieren que se les vea. «Por las redes está corriendo la información de que estamos haciendo controles aquí en la plaza Telletxe, en Bidezabal y otros puntos. Eso tiene su ventaja porque habrá gente que no venga a Getxo porque saben que les vamos a quitar los litros», comenta el agente. En paralelo, en las inmediaciones de la plaza de San Nicolás hay instalada una carpa por si algún vecino necesita ayuda- atienden a un niño de 6 años que se ha cortado la mano- y en el entorno, otros agentes no uniformados vigilan que los comercios no venden alcohol a menores. «Tenemos que solicitar el carnet», explica la dependienta de una tienda de chucherías de la calle Juan Baustista Zabala a una pareja.

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No sólo centran sus esfuerzos hacia los comercios que pueden acarrear a una multa de 3.000 euros, cierran el cerco hacia las personas mayores de edad que compran alcohol a los menores. También les sancionan. Y es que es extraño que los grupos de chavales, ante la imposibilidad de adquirir bebida alcohólica en el municipio, aborden a cualquiera que pasa por la acera. Tres menores le dan un billete de 10 euros a un señor para que les compre una botella en la puerta de un gran supermercado. A unos metros, un joven que ha venido desde Arrigorriaga le ofrece a esta reportera «dos euros» a cambio de que le compre una de Licor 43. «Por favor, por favor», le ruega.

Drogas y un viaje en el maletero

En medio del exhaustivo control a la venta y consumo de alcohol, otra patrulla comprueba a seis personas saliendo de un mismo coche, una de ellas viajaba en el maletero. Al conductor le hacen la prueba de alcoholemia. A tres chavales, mayores de edad, en una zona apartada de San Nicolás les incautan una bolsa con entre seis y ocho gramos de marihuana y a otro grupo 15 dosis de cocaína. Los agentes fácilmente llegan a recorrer «diez kilómetros» en una noche. No hay tiempo para descansar.

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Son las 22.00 horas y un 'secreta' -agente de paisano- se percata en la puerta de una tienda de que un joven les ha comprado a dos chavales de 15 y 16 años Jägermeister, una bebida con 35% de alcohol. Uno de ellos escapa y el policía que lo ve de cerca consigue darle caza. «Nunca salgas corriendo cuando un policía te dice que pares», le dice en tono paternalista y después de una buena regañina. Incluso llega a llamar a su padre, que no tiene ni idea de lo que su hijo está haciendo en Getxo. La botella la guardan como prueba de la venta. «Queremos protegerlos, son menores, que se den cuenta, a ellos no les vamos a hacer nada», insiste el agente.

«Nos han llegado a pedir hasta nosotros que les compremos. Los locales notan la presión y cumplen las normas, pero todavía hay mayores que les sacan bebida, por eso incidimos en ello», añade Nerea, otra de las agentes que lleva más de 15 años prestando servicio en el municipio costero. Ella sabe bien de qué habla. «Cada vez la intentan liar más, hay que tener cuidado porque vienen con navajas, se ve más a gente llevando armas blancas», lamenta.

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La noche es larga. Varios de los agentes de 'secreta' terminan «quemados». «Queremos que se sepa que tenemos gente de paisano trabajando en el recinto festivo, así el que viene a hacer el mal sabe que está controlado y le pueden interceptar», comenta el responsable del operativo. Luego se cambian de ropa o incluso se colocan algún elemento de disfraz para volver a empezar de cero y no resultar reconocible.

En la plaza Biotz Alai varias patrullas hacen batidas cada hora para quitar la bebida a los menores y que no se amontone gente, en la primera se llevan los 'litros' de seis grupos. El número de decomisos crece de forma brutal en cuestión de minutos.

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De vuelta a la parada de metro, los uniformados levantan el operativo en este punto pasadas las 23.00 horas. Están satisfechos por el trabajo realizado. «Se nota que lo conocen del año pasado, muchos ya sólo traen la botella de coca-cola porque saben que estamos aquí», apunta otro de los uniformados, Mikel.

De prevención a asistencia

Se acerca la media noche y la Guardia Urbana da un giro de ciento ochenta grados. Cambia el ritmo. De centrar sus esfuerzos a evitar el consumo de alcohol y a los grandes botellones pasan a una labor más asistencial. Intentar evitar peleas y sofocarlas lo antes posible, así como identificar a los autores de posibles robos. En cuestión de minutos desconocidos sustraen dos teléfonos móviles. Uno de ellos mete la mano en el bolso de una menor, pero la Policía le localiza gracias a una testigo. En el segundo de los casos se recupera el móvil porque tiene geolocalizador. En las próximas horas habrá más denuncias por pérdidas y hurtos de teléfonos; de hecho, se detuvo a una persona por intento de robo de un móvil con un valor de 1.300 euros.

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Los agentes no descansan ni un minuto y se dirigen posteriormente a la plaza Biotz Alai, donde se llevan un altavoz de grandes dimensiones, ante las críticas de los presentes. Se genera una pequeña tensión, pero salen airosos y son capaces de controlar los gritos y abucheos. Los agentes tienen claro que «son unas fiestas bonitas, hay mucho trabajo detrás desde la comisión que las organiza y nosotros tenemos que dar seguridad».

La noche avanza y aunque está medianamente tranquila, no se puede dejar nada a la improvisación. El recinto continúa vigilado mientras que un grupo de policías dan una vuelta por los alrededores. Por si algo se escapa de lo normal. Todo parece que está tranquilo y vuelta a la plaza San Nicolás. «Vamos a sacar a estos cinco porque están implicados en una pelea», comentan pasadas las tres de la madrugada, Otro grupo les comienza a registrar. A los pocos minutos el grupo de secretas se lleva al coche dos hachas.

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El flujo de personas va descendiendo y el operativo ha cumplido su objetivo. Cansados pero los agentes se van satisfechos a sus casas. Mañana será otro día.

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