Los antiguos palacios de Getxo acaban divididos y convertidos en pisos de lujo

Se trata de construcciones de finales del XIX y el primer cuarto del siglo XX. En bastantes casos, los herederos ya han dividido el interior para residir en ellos durante décadas. Pero las familias han aumentado tanto sus miembros en 100 años, que optan por venderlos para segregarlos.

Desde 2000 cada vez son más los palacios que terminan divididos en viviendas. En los últimos cinco años, se han concedido hasta 20 licencias. «Es cierto que nos interesan. Son ideales para convertirlas en pisos de lujo porque tienen buena salida en el mercado», admite un constructor que quiere mantenerse en el anonimato.

El ejemplo más actual de este tipo de reconversiones es el del palacio del Marqués de Olaso, ubicado en la Avenida Zugazarte. Diseñado en 1928 por Manuel María Smith y catalogado de protección especial, está en plena ciudad-jardín de Neguri. De estilo neo-montañés mantendrá su fachada intacta, pero en su interior se van a habilitar nueve pisos de «súperlujo, de entre 130 y 300 metros cuadrados», apuntan desde la inmobiliaria Getxo XXI, que gestiona la venta. Terrazas, jardines privados y otros elementos incluirán unas nuevas viviendas que se venderán a partir de 700.000 euros.

Desde la inmobiliaria Getxo XXI apuntan que las tendencias han cambiado mucho desde que se construyeron estos edificios. «Hoy en día no hay ninguna familia que tenga una casa de 1.300 metros prácticamente». Y auguran que el proceso de convertirlos en pisos continuará. «Es lo que se va a seguir haciendo aquí porque hay proyectos para muchas casas». En Engel &Völkers, otra inmobiliaria especializada en este nicho de mercado, son de la misma opinión. «Se venden bien, hay demanda. Es la línea a seguir».

El goteo de convertir estos caserones en pisos no cesa. De hecho, a escasos 50 metros del palacio del Marqués de Olaso se encuentra la Casa Izpegi, que ya fue remodelada y segregada en viviendas. En los bajos hasta hay una sucursal bancaria. Justo enfrente hay otra casa-palacio dividida recientemente en cuatro dúplex y seis pisos. No muy lejos, una de las 'reconversiones' que mayor eco ha tenido ha sido la del palacio Eguzkialde, conocido como la Casa de la Alcadesa.

Hace años el panorama era bien distinto. En la década de los 80 y 90 del siglo pasado las propias administraciones los adquirían los para darles un uso público. Así pasó con la Finca Santa Clara -donde está la oficina técnica municipal-, la Casa Rosada -que fue usada como Aula de Cultura- o la propia comisaría de la Ertaintza de Algorta. Por aquella época también hubo empresas que se inclinaron por esa opción, como la ingeniería Sener o Seguros Bilbao, que adquirió la enorme Finca de Los Rosales, construida entre 1917 y 1920. Como Residencia San Esteban se habilitó otro edificio en Avenida Los Chopos y como hoteles acabaron otros. El último de ellos fue el Hotel Embarcadero, pero están también el Artaza y el Neguri. Y la Casa Cisco, en Zugazarte, se transformó es sede de una Escuela de Negocios que después se trasladó.

Actualmente, el panorama es bien diferente. «Esos edificios de Getxo están protegidos. La salida que tienen es acoplar esas grandes viviendas señoriales a viviendas modernas, del siglo XXI», comenta José Ramón Foraster. Este arquitecto, de 51 años, ha realizado varios proyectos de segregación en Getxo. Un puñado de profesionales de prestigio se encarga de la mayoría de estos planes. Si en el siglo XX, Manuel María Smith Ybarra puso su sello al diseñar algunos de estos fantásticos palacios, hoy las sagas de Neguri siguen en la veta. Foraster es bisnieto de Ricardo Bastida -quien diseñó las galerías de Punta Begoña-. Cristina Ybarra, José María Smith o Juan Cardenal, además de Borja Arana, quien colaboró con el mismo Foraster, son algunos de ellos.

Foraster resalta la belleza de esas construcciones y el reto que supone rehabilitar su interior. A veces, se aprovechan elementos ornamentales de gran riqueza como escaleras, ventanas de arcos, chimeneas, techos o panelados de paredes de madera, forjas. Eso obliga a los profesionales a investigar y acudir a los archivos para ver los planos originales. «La riqueza de elementos que tienen es una gozada», elogia el arquitecto. Una labor de documentación que permite «saber y entender qué quiso hacer el arquitecto o el promotor al construirla». Seguramente no sospechaban lo que el futuro iba a deparar a sus diseños.