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Hasta altas horas de la madrugada y al son de un bafle. No hizo falta escuchar el estruendo del chupinazo para saber que Sopela estaba el pasado sábado celebrando las fiestas de San Pedro. Eso sí, no de manera oficial. El Ayuntamiento anunció hace más ... de un mes la suspensión de estos emplazamientos por el virus. Con esta medida se buscaba evitar aglomeraciones que pudiesen dar pie a posibles contagios y se apelaba, además, a la responsabilidad.
Pues bien, la escena se acabó dando. Varias decenas de personas se aglomeraron en la calle Eleixalde en un ambiente propio de fiestas, donde las mascarillas dieron paso al desenfreno. Sin actuación por parte de la Ertzaintza –no se registró ninguna queja vecinal-, fue el propio ánimo de los presentes el que marcó el punto final de la fiesta.
«El tema se fue de las manos», relatan algunos presentes que vieron cómo el número de participantes aumentó pasada la medianoche, cuando incluso se sumaron algunos llegados desde Algorta y Leioa. Una estampa que no ha gustado dentro del Ayuntamiento. «Mostramos nuestra preocupación por la imágenes. Por mucho que nos entristezca, debemos dejar las celebraciones para más adelante y evitar aglomeraciones de este tipo», señala a este periódico Josu Landaluze, alcalde de la localidad.
«No podemos relajarnos. No podemos permitirnos dar un paso atrás y echar por la borda el esfuerzo colectivo realizado durante los últimos meses», abunda en su mensaje. La fiesta final fue el colofón a una jornada que arrancó a la hora de comer. Las cuadrillas organizaron una comida popular para conmemorar los emplazamientos patronales en la que «estaba todo muy bien organizado», apuntan los vecinos. «Pedías de uno en uno y se respetaba la distancia en todo momento».
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El descontrol se produciría después de la comida, cuando el punto de interés se trasladó a los bares del entorno de la calle Bentatxu, donde el ambiente festivo fue 'in crescendo' hasta desbordarse. «Dentro de los bares estaba todo lleno y la gente no llevaba mascarilla. La situación fue tal que incluso tuvieron que echar a todos y bajar la persiana. Se vieron desbordados», describen.
Fuera, un bafle era el encargado en todo momento de animar el ambiente. Cuando este empezó a decaer, el altavoz redirigió a los presentes hasta la calle Eleixalde, donde se encuentran varios bares más. Esta calle estrecha enseguida se llenó, más después de que pasada la medianoche, varias personas de Algorta y Leioa desembarcasen en la improvisada fiesta que se estiró hasta pasadas las cinco de la madrugada.
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Nuria Nuño
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