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Virginia Urieta
Miércoles, 7 de diciembre 2016, 00:22
Mila Villar y Mertxe Manzanedo nacieron, hace ya 88 y 89 años, respectivamente, en la calle Barrenkale de Plentzia. Una que han visto crecer con orgullo, que se ha hecho y también les ha hecho a ellas mismas y a sus vecinos, que cada ... seis de diciembre conmemoran la festividad de un santo que siempre recibe flores, un acto entrañable precedido por un aurresku y cánticos llenos de emoción. San Nicolás fue ayer el protagonista de unas fiestas «de barrio, muy populares», que estas vecinas y muchos plentziarras viven con orgullo y mucha tradición.
Y ellas, que son mujeres de marineros, saben bien de la leyenda que cuenta que fue la mar la que trajo la figura de San Nicolás, de madera, flotando hasta la villa, que lo recibió con gusto y lo adoptó no sólo como patrón de los marineros sino también como emblema de una de sus calles más largas. La celebración contó con juegos para los txikis, una rápida de mus, danzas vascas, toro de fuego y chocolatada, entre otros actos, en una jornada que llenó el municipio de visitantes, no sólo por las fiestas si no también en parte por un sol que permitió disfrutar de sus bellas estampas.
El matrimonio conformado por Berti y Goyo, junto a Lourdes, Emilio y Felipe, fueron algunos de los precursores de una fiesta que aunque es histórica, dejó de celebrarse durante la Guerra Civil y, tras un parón, fue recuperada por los propios vecinos, que no quisieron perderla. «Nos juntamos en el Kresala, un bar que ya no existe pero era mítico de esta calle, y ahí es donde se fraguó todo. Participaron también locales como La llama o el Ikay, cada uno puso su granito de arena y conseguimos volver a celebrarla con rifas, comidas en el frontón y sorteo de cestas, todo del bolsillo de los vecinos, aunque ahora colabora el Ayuntamiento», recordaba ayer Goyo.
De eso hace ya más de 20 años, tal y como relataba su mujer. «San Nicolás llegó de alguna embarcación, puede que incluso después de un naufragio, porque formaba parte de la proa de un barco. Algunos llevan sirenas y otros motivos, pero hubo una embarcación que le llevaba a él», rememoraba, asegurando que la cita de ayer es «de barrio, de pueblo, una fiesta muy popular. Como ésta no hay ninguna». Y no hubo nadie que no participara de ella. «Al ser en invierno estamos sobre todo los de aquí. Con el puente se marchan algunos pero las cuadrillas de padres y los mayores no faltan. Hay muchos actos y el cántico de San Nicolás es muy bonito», decía otra vecina. Miren Argiñe fue con el Kantagune por las calles animando un ambiente que se propagó por toda la villa. «Es un día muy especial, llevamos muchos años celebrándolo y lo esperamos con ilusión», confesaba.
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